Especial para La Página |
La película está centrada en la época biográfica en que su
libro sobre Eichmann, el dirigente nazi que fue arrestado por el servicio
secreto israelí y trasladado a Israel para ser juzgado allí. Hannah Arendt se
traslada a Jerusalén y asiste al juicio.
>> Vea el 'trailer' de la película
Sobre lo que vio y pensó escribirá un
artículo muy polémico en el diario norteamericano The New Yorker. En él
plantea dos cuestiones que levantaran polémica: la primera es su hipótesis
sobre la banalidad del mal. Eichmann fue una persona normal, mediocre, un
burócrata gris incapaz de pensar que cumplía órdenes. No era un monstruo sino
un individuo que cumplía órdenes porque consideraba que era su deber. Esto no
le quita responsabilidad, pero permite entender mejor lo que hizo y porqué lo
hizo. La segunda cuestión que plantea es que algunos dirigentes judíos se
comportaron de manera cobarde y podían haber reaccionado de una manera más
firme frente a la amenaza nazi.
Primera reflexión. Como dice Castoriadis el hombre
quiere creer, no quiere saber. La verdad da miedo porque cuestiona las
creencias, porque introduce dudas y matices, porque nos saca de la comodidad de
nuestras certezas. Tras la derrota nazi, el Holocausto se convirtió en un mito.
¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que los judíos construyen una narración
que debía ser incuestionable y que el resto de países ganadores, por motivos
varios, tampoco cuestionaron. El mito es el de los nazis verdugos y los judíos
víctimas. La consecuencia es que cualquier crítica al pueblo judío o sus
representantes sería considerado antisemitismo. Pero las cosas son más
complejas. Para empezar el nazismo fue un movimiento político totalitario que
no solo exterminó a los judíos, sino también a los gitanos y a los alemanes de
izquierdas. Que hay que analizar las divisiones dentro del pueblo judío y sus
diversas reacciones. ¿Qué hicieron sus líderes? ¿No creyeron las élites
económicas judías que no irían a por ellos y se mantuvieron al margen mientras
pudieron de los que hacía con los judíos de clases populares?, ¿cómo es posible
que inmediata mente después de acabar la Segunda Guerra Mundial levantaran un
Estado expulsando a sus habitantes?, ¿cómo es posible que después de ser
víctimas se conviertan en verdugos de otro pueblo, el palestino, y practiquen
un racismo sistemático hacia ellos? Son preguntas incómodas pero que cualquier
persona que busca la verdad se hace. Hannah Arendt se hizo algunas y no le
perdonaron.
Segunda cuestión.. Lo que acaba cuestionando Hannah Arendt
es que el Holocausto sea una excepción histórica, una monstruosidad y los
judíos una víctima expiatoria. Con este argumento se pretende eludir cualquier
crítica y considerarla antisemitismo. En realidad es un fenómeno histórico
extremo en su brutalidad pero no una excepción. Tiene características propias
pero se enmarca en toda una historia de genocidios que han continuado después
de la derrota del nazismo.
Los problemas filosóficos de fondo son, para mí, dos. Uno es
el llamado "El problema del Mal", cuya respuesta es el de su
banalidad. El mal, concluye Hanna Arendt lo puede hacer cualquier humano que no
ejerza su capacidad de pensar, que le permite distinguir lo bueno de lo
malo.
Personalmente discrepo radicalmente de la posición de Hannah
Arendt. En primer lugar porque la misma pregunta está mal planteada. El Mal no
existe. No hay ninguna entidad metafísica que responde a esta palabra. Spinoza
ya lo dejó claro. Como también que lo bueno y lo mal son relativos a la alegría
y la tristeza, al amor y al odio. Bueno es todo aquello que genera alegría y
amor y malo lo que genera las pasiones tristes, dentro de las cuales está el
odio y el sufrimiento del otro.
Hannah Arendt considera que Eichmann era un burócrata que
ejercía su trabajo sin sentimiento, que no era capaz de pensar por sí mismo y
que actuaba siguiendo lo que consideraba que era su deber.
Estando de acuerdo con Hannah Arendt en que Eichmann no era
un monstruo hay que cuestionarse el calificativo normal. Porque normal no
quiere decir nada, es un concepto puramente estadístico. Dicho esto veamos las
insuficiencias de la caracterización de la filósofa:
1) Eichmann era una persona sin humanidad, esto hay que
señalarlo. La humanidad es un sentimiento que te permite conmoverte por su
sufrimiento. O en todo caso había unos sentimientos más fuertes que este
sentimiento hacia el otro. Tiene que haber alguna patología (no en el sentido
de enfermedad) que te lleve a actuar, que te permita llevar a cabo esta
maquinaria infernal sin titubear. Los nazis gozaban con su exterminio porque
estaba al servicio de un Ideal con el que se identificaban y que le
proporcionaba un placer. Porque hay en los humanos una pulsión de muerte,
destructiva, que nos proporciona una goce oscuro, Digamos que lo que hizo el
nazismo fue sacar lo peor del ser humano. Eichmann no era un burócrata sino
alguien que gozaba en servir un Ideal que implicaba la destrucción del otro. No
era un monstruo porque no era una anomalía, sino un humano que desarrolló sus
peores tendencias.
2) El tema de obedecer sin pensar. No creo que el pensar nos
permita diferenciar lo bueno de lo malo en términos absolutos, porque estas
entidades (bien, mal) no existen. Heidegger ya le dijo que el pensar no
responde a una utilidad, ni tan siquiera moral. La capacidad de pensar de
Heidegger no le permitió entender lo que era el nazismo y sus consecuencias.
Eichmann pensaba pero determinado por una ideología y una jerarquía. Es la servidumbre
voluntaria, tan presente en el ser humano. Pensar por uno mismo es una ruptura
con la tendencia a dejarnos dirigir por el otro. Eichmann seguía una ley
pensada desde un Ideal delirante y destructivo. ¿En nombre de que podía
cuestionar la ley si estaba escrita desde el Ideal con el que se identificaba?
La única manera de luchar contra lo peor del ser humano es
desarrollando lo mejor. Spinoza lo dejó muy claro: únicamente un sentimiento
elimina otro. Únicamente la alegría mata la tristeza, únicamente el amor mata
el odio. Y viceversa. La alegría es lo que sentimos desarrollando nuestra
potencia, nuestras capacidades. Es la voluntad de poder afirmativa. El
resentimiento, la impotencia, son los que crean esta voluntad de poder
destructiva y el goce que se genera de ella. Eichmann sería seguramente un
resentido, un impotente que vio colmado con su poder destructivo todo su odio.
Hay por supuesto una actitud que es la de respeto y la de reconocimiento del otro, como sujeto de derechos, como sujeto de deseo, como un igual, la que nos permite evitar este tipo de conductas.