“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

9/7/13

Panamá | Hacia una nueva izquierda

Jorge Castañeda Patten

Nuevos actores desde los movimientos sociales no tradicionales están tomando protagonismo y esto reconfigura la correlación política electoral. El reto está entre que las fuerzas progresistas sepan conducir dicha coyuntura o que las mismas pasen desapercibidas, como ha ocurrido en los últimos 30 años, en que sectores de conciencia alternativa han sido superados por una masa indignada, pero sin contenido y que los partidos políticos de derecha sí han sabido canalizar.

La conciencia del panameño común dista de una identidad como nación, ya el pueblo no es nacionalista, es xenófobo. Es más, ni siquiera se ha concientizado sobre las distintas naciones que viven dentro del territorio nacional, por ejemplo el luchador pueblo Ngäbe Buglé; aún existen personalidades y grupos completos que les llaman a los originarios ‘Nuestros Indígenas’, como si fuesen parte del inventario en el territorio del hombre blanco ‘culturizado’. En este error caen algunos dirigentes progresistas, también al querer instrumentalizar a los compañeros cuyas legítimas reclamaciones resultan compatibles con los más complejos paradigmas revolucionarios.

La cultura patriarcal, racista, puritana y de consumo a la cual han sometido a este pueblo, y acentuada desde la entrada del neoliberalismo, no es lejana a grupos que se denominan de izquierdas. Lo que conlleva a que en la agenda de algunos de éstos, se vea con reticencia las causas que juzgan fuera de su correlación particular de influencias y que pasan por las reivindicaciones de: los derechos de los pueblos originarios, los derechos ambientales, los derechos de la mujer, los derechos sexuales y reproductivos; todo cuanto no parezca ser típico de la contradicción capital-trabajo.

El resultado será poco representativo, dividido, patriarcal y escaso de actualización sobre las necesidades de la población. Una izquierda que carezca de elementos como los mencionados, pierde el norte en lo que debemos aspirar como propuesta alternativa para lograr un verdadero desarrollo de la supra estructura: la conciencia y cultura en las masas.

De los Partidos Políticos tradicionales, se augura que tendrán el rejuego de siempre, de dimes y diretes publicitarios sin ningún tipo de contenido; ya en la práctica, se unen como clase dominante para mantener la desposesión y la despolitización de la sociedad, por medio de herramientas tanto estatales como privadas.

Si la izquierda, quiere participar en el tinglado electoral, debe ser capaz de encontrarse con esa nueva experiencia: votantes de otro perfil que no sean los del movimiento. ‘Convencer a los convencidos’ es una práctica común en los grupos ególatras, personalistas y sectarios; que prefieren séquitos acríticos, en vez de probar con una nueva generación que amplíe la visión tradicional de quienes han quedado anquilosados en las dirigencias sociales.

La izquierda tiene probabilidades de crecer a un paso acelerado, dadas las contradicciones entre la clase dominante en nuestro país; pero debe ser una izquierda nueva, democrática y amplia que tome las riendas bajo otros paradigmas en la consecución táctica del Estado.

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La esperanza de nuestro país, desde cualquier punto de vista, pero con la óptica progresista, la deben conducir dirigentes que puedan dar el todo por el todo para la verdadera equidad en nuestro país; y ello tiene que dar paso al liderazgo tanto de hombres como de mujeres de menos de 40 años, sin prejuicios ni estereotipos machistas, etarios o raciales. He ahí la prueba de lo revolucionario.