"Hay una poesía
que actúa como fundamento de las patrias y sin la cual no podríamos entender el
odio", apunta el pensador esloveno Slavoj Žižek (Liubliana, 1949). Por eso, propone: "Necesitamos controlar a la poesía,
tras cada limpieza étnica hay un poeta". […Žižek] ofreció una
conferencia en Barcelona en la que reflexionó, como en su último libro (Sobre
la violencia, Paidós), sobre el mal, las perspectivas del capitalismo, el
hundimiento de los proyectos colectivos tras la desaparición del mundo
soviético. Aunque se reconoce como izquierdista, sostiene que habla "sin
nostalgia" porque el "socialismo
de Estado tenía que morir. En realidad, cuando se certificó su defunción
llevaba años muerto, sin saberlo". Y lo explica con una imagen sacada
de las películas de Tom y Jerry: "El
gato corre, se acaba la tierra y sigue corriendo en el aire. Hasta que mira
abajo y ve que lo hace en el vacío. Y se cae precisamente por mirar".
Se confiesa pesimista a largo plazo. "El futuro de la democracia", afirma mordaz, "es Berlusconi. Un gobernante que
construye un Estado cada vez más autoritario y que distrae a la gente de vez en
cuando con escándalos, como cuando se le acusa de ser impotente y se ofrece
para demostrar ante cualquier tribunal que no lo es. ¿Cómo pretendía
hacerlo?". Berlusconi, sugiere Žižek, se halla a mitad de camino entre Ubu
Rey y Groucho Marx, pero "de modo inteligente" señala el futuro de un
capitalismo "autoritario". Como en China. "No es nada seguro que el desarrollo del capitalismo ponga en
movimiento los deseos de democracia. El capitalismo asiático funciona sin
democracia y no tiene problemas".
La caída del muro de Berlín hundió el socialismo de Estado,
a cierto tipo de sociedades autoritarias, pero ha terminado por liquidar al
resto de la izquierda europea. "La
socialdemocracia se reía pensando que desaparecía un contrincante".
Grave error. Porque lo que ahora queda son "partidos
de derechas, de centro-derecha y de centro-izquierda", todos ellos
dedicados a "gestionar el
capitalismo, a hacerlo eficiente". Y el rechazo a estas posiciones
solo se aprecia en "fuerzas
fundamentalistas, nacionalistas y antiinmigrantes". "Zapatero en
España, Obama en EE UU, supuestos gobernantes de izquierdas obligados a
tranquilizar mercados".
Los Gobiernos de izquierda tienen todos la misma evolución:
provocan, al principio, un cierto entusiasmo: la convicción de que algo
cambiará; el capitalismo les permite legalizar el aborto, las bodas
homosexuales, asuntos de género. Nunca las reglas del mercado. La solución a
esto solo puede llegar, defiende con entusiasmo, "de la izquierda radical, en caso contrario el centro-izquierda
tendrá que acabar pactando con los fundamentalistas".
En el presente, lo que domina es la posideología, la
pospolítica. Hace 20 años, cuando Francis Fukuyama anunció el final de la
historia, se le tomó por obnubilado. "Pues
ha triunfado. No hay un solo parlamentario en Europa que piense en otros
términos que el parlamentarismo liberal", cuenta Žižek que no hace mucho se reunió con Fukuyama
y pudo saber por este que ya no cree en su tesis sobre el fin de la historia.
Han aparecido elementos, le dijo, que modifican todo: "La biogenética y la
crisis ecológica". La biogenética permitirá, a medio plazo, actuar sobre
los individuos y eso "no se puede
dejar en manos del mercado". Pero cuidado, porque si se ve una luz al
final del túnel, probablemente es otro tren que viaja en dirección contraria.
Mientras, lo que le queda a los filósofos, "es explicar y explicar. Y apartarse
del liberalismo eurocentrista". Žižek, que parte muchas veces de anécdotas,
novelas y películas para dejar claro a qué se refiere, cuenta que Terry
Eagleton le contó que el historiador Osborne fue a dar una conferencia a unos
obreros y empezó diciendo que lo que iba a decirles tenía que ser relativizado,
que era su punto de vista, que él no sabía más que ellos. Y uno de los
asistentes le increpó: "Pues váyase,
se le paga por saber más que nosotros y contárnoslo". El filósofo debe
transmitir conocimientos a los demás, invitarles a pensar el presente de forma
crítica. Empezando por el uso del lenguaje contaminado de violencia hasta en
sus términos más aparentemente pacíficos. Por ejemplo, "tolerancia". Žižek invita a revisar los discursos de Martin
Luther King, del feminismo contemporáneo: "No
hay peticiones de tolerancia, King no pretendía que los blancos toleraran a los
negros ni las feministas quieren que se las tolere. Reclaman igualdad,
cuestionan lo que hay", que es algo muy diferente. Y señala la ironía
de que su intervención se produzca en un centro de arte (Santa Mónica, en
Barcelona) en vez de en la Universidad. "Es
cada vez más frecuente".
Žižek termina su
entrevista invitando al periodista a utilizar sus palabras: "Manipúleme orwellianamente, tiene
permiso. Sorpréndame mostrando lo que he dicho". Eso está hecho.