Ludovico Silva |
Óscar Olmedo Llanos | Hoy,
muchos confunden la crítica teórica-ideológica con la disputa por espacios de
poder. El llamado socialismo del s. XXI está caracterizado por una
des-ideologización y ausencia de crítica teórica, por no contar precisamente
con una teoría crítica. Por eso se inclina cómodamente a un tipo de disputa
interna caracterizada por objetivos estrictamente partidario-mercantiles en el
que todo es posible para posesionarse dentro su partido. En el mejor de los
casos, cuando discuten determinados ítems de su programa de gobierno, los
llaman seriamente discusiones “de fondo”, confundiendo explícitamente el
sustento ideológico con la praxis cotidiana del aparato del poder.
Diferente fue la postura adquirida por el anterior
socialismo que inundaba las librerías con sus libros creativos, críticos, y en
muchos casos con aportes necesarios a su teoría. Un caso del marxismo latinoamericano que tuvo un icono
durante la década de los 70’ en Venezuela, fue el de Ludovico Silva, filósofo de palabra clara y de efectos destructivos sobre aquellos marxistas ortodoxos
de aquellos años.
Desde su crítica heterodoxa, Ludovico escribió varios libros
entre los que destacaba un tema para él siempre presente y desligado del
tiempo: ‘Marx y la alienación’; otro muy importante con aportaciones precisas y
un poco delante del marxismo europeo: ‘La plusvalía ideológica’. Sin embargo
hay otro libro que fue una especie de texto urticante para la ortodoxia de
aquellos momentos y cuyo título no sólo era sugestivo sino además incisivo:
‘Antimanual para uso de marxistas, marxólogos y marxianos’, que alcanzó el
Premio Literario Asociación Pro-Venezuela en 1974/75, donde delineaba la lucha
teórica de la heterodoxia contra el marxismo ortodoxo afincado y petrificado en
viejos partidos de carácter “marxista”.
El término “manual” hacía alusión a aquellos manuales
marxistas que tanto daño hicieron, tanto a sus lectores como al propio Marx. Se
trataban de una especie de Biblia para idiotas. Ludovico sostuvo que no sólo
había que ir en contra de ellos, sino incluso en buscar una forma de escribir
que no fuera manualesca, es decir, pueril, de redil y, más bien se pudiese
encontrar formas libres de pensamiento tal como lo hiciera Marx, que para
Ludovico representaba un pensador heterodoxo, pues toda su obra era
‘implacablemente crítica’. En su interioridad, Ludovico perseguía de alguna
forma elaborar un Diccionario Heterodoxo del Marxismo, meta que no pudo
lograrlo lamentablemente.
Los términos ‘ortodoxia y dogmatismo’, eran ejemplificados
por Ludovico como las grandes catedrales o la Iglesia imponente edificada al
interior de un marxismo que se iba anquilosando, convirtiéndose en uno de los
grandes enemigos del pensamiento marxista y de su libre desarrollo crítico.
Pero hacía una advertencia, no se trataba de un enemigo teórico en todo el
sentido pleno de la palabra, pues en realidad un pensamiento dogmático en
términos teóricos es ridículo, aunque indubitablemente era implacablemente un
enemigo práctico, en el sentido de que esa es la palabra que le gusta a la masa
a-crítica.
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Sostenía que era el propio dogma el que concebía a la heterodoxia:
“Ser heterodoxo no es violar un dogma. Ser heterodoxo es practicar un estilo de
vida y de pensamiento que vayan en contra del orden establecido. Como me decía
un poeta amigo: ‘lo importante no es cambiar, sino cambiar la manera de
cambiar’. Lo importante –continuaba, no es cambiar a Stalin, sino cambiar la
manera de cambiar a Stalin”.