Foto: Caetano Veloso |
Caetano Veloso / Llegar a Tel Aviv desde Europa es como
volver al Brasil. La ciudad tiene el aspecto de alguna de nuestras capitales
nordestinas y su pueblo tiene el aire altivamente desenfadado de los cariocas.
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Desde la primera vez que fui a Israel el contraste entre la
capital del país y las ciudades europeas en lo referente a su indefinida
arquitectura moderna y al gesto sensual de sus habitantes me conquistó. Me
sentí inmediatamente familiarizado con esa ciudad plana y asoleada a la vera
del Mediterráneo. Esa identificación me volvía totalmente vulnerable al empuje
histórico que me veía permanentemente invitado a enfrentar. Tomaba conciencia
de que estábamos en Tierra Santa, en sus marcas fundacionales luego de la
Segunda Guerra Mundial, la experiencia socialista de los Kibutzim, el
renacimiento del hebreo hablado, la tensión por la amenaza permanente de los
hombres bomba.
Volví a Israel algunas veces con intervalos mayores que el
de la penúltima y la actual. La primera vez fue en los años 80. En esta última
noté la diferencia desde que salí de Francia: nada de revisiones detalladas ni
de separación en salas especiales para los pasajeros que viajaban allí. Y en el
aeropuerto Ben Gurion ni de lejos tuve la nerviosa acogida de las primeras
visitas. Tel Aviv nos recibió sin caras desconfiadas y ya en sus calles sin sus
anteriores ineludibles (y a pesar de todo simpáticos) soldados, de ambos sexos
cuidando las esquinas. Esas ausencias de señales de crispada defensa, daban a
la ciudad el aspecto de una fortaleza habitada, más que antes, por cariocas. La
sensación de hallarnos “en casa” fue más fuerte y conmovedora que nunca.
Era difícil reconocer que esa paz reflejaba el mayor poder
adquirido por el Estado de Israel, su certeza de que la protección construida
para defenderse se mantiene con firmeza ¿Será como dice Marcelo Yuka, la paz
que no quiero?
Esa pregunta no aparecía espontáneamente en mi cabeza la
noche que llegamos. Al día siguiente, sin embargo, no me abandonaba. Acordé lo
más pronto que pude encontrarme con un grupo de israelíes críticos de la
política oficial, la ruptura del silencio que me fue recomendada por Jorge
Drexler cuando con Gil presenté el show en Madrid. Dexler se dio cuenta de mi
interés por saber lo que pasaba en Cisjordania, hijo de padre judío no solo me
dio consejos, sino que me prometió ponerme en contacto con miembros del
movimiento.
En aquella conversación en Madrid surgió la idea de hacer
una visita guiada a sectores de Cisjordania donde se percibiese el peso de la
ocupación israelí. Se lo comenté a Gil y quiso acompañarme. Fuimos todos, ambos
y los dos equipos de producción. En una amplia furgoneta conducida por un
palestino, nos acompañaban además el periodista argentino Quique Kierszenbaum y
el guía Yehuda Shaul.
Yehuda hablaba con mucha claridad, en un inglés fluido de
israelí hijo de países anglófonos. Contó que había crecido en una familia
conservadora. Había sido soldado del ejército israelí, veterano de la ocupación
de territorios palestinos. Luego de haber sufrido muchas experiencias de segregación,
opresión y cotidianas monstruosidades, no pudo seguir viviendo sin denunciarlas
y oponerse públicamente a ellas. Se unió a algunos amigos y creó un movimiento
de protesta permanente. Nos dijo que usa el quipá porque es judío
religioso y a medida de que la furgoneta atravesaba desiertos nos fue contando
muchas atrocidades y explicando la situación geográfica e histórica de la
violencia en su país contra las poblaciones de la orilla occidental del río
Jordán.
Respondiendo a una pregunta que le hizo uno de nosotros
sobre cómo veía la reacción anti-Israel de otros grupos musulmanes, además de
la resistencia palestina, Yehuda contestó que está dispuesto a matar y a morir
por su patria siempre que esté amenazada por fanáticos que no admiten su
existencia, pero que no acepta la ocupación de los territorios palestinos
porque "no es kosher". Dijo que la ocupación es un cáncer que
matará al Estado de Israel si no se extirpa a tiempo.
Algunos de los que apoyan el BDS, movimiento internacional
de boicot a Israel, habían procurado disuadirnos de intentar ir a Tel Aviv a
Gil y a mí. Por lo que escuché de boca de Yehuda y de Naser, el palestino de
Susiya que nos lo presentó, las quejas de los integrantes del BDS son lógicas.
Lo que los más radicales de ese movimiento dicen sobre “Breaking the silence”
es que éste, aún crítico del gobierno de Israel, sigue siendo sionista. Lo que
dice Yehuda, es que los BDS, aunque protesten contra lo que él mismo odia,
tiene como telón de fondo la erradicación del Estado de Israel. Y el único
informe que Gil y yo recibimos que lo sugiere procedió del Sindicato Único de
Metalúrgicos de San José dos Campos. He aquí un fragmento que muestra el tono
del documento. “Nuestra lucha es por justicia, libertad e igualdad. Nuestro
sindicato se suma al BDS porque entendemos que es una herramienta fundamental
para terminar con el Estado de Israel”. Izhar Patkin, un artista plástico
israelí, me dijo en Tel Aviv que le parece que está bien que exista cualquier tipo
de movimientos: ellos hacen ruido y eso es lo que hace falta, gritan al mundo
lo que ya se oía en los discursos de Yeshayahu Leibowitz hace muchos años.
Rueda de prensa
Antes de salir de Brasil se me acercó un ciudadano israelí
de origen brasileño, llamado David Windholz. Él había leído el anticipo de mi
viaje a Tel Aviv en mi página de Facebook
y trató de contactar conmigo por email.
Es director de una escuela para chicos palestinos y judíos, se ubica a la
izquierda del establishment político
y me pedía realizar una reunión con estudiantes y grupos que disienten con la
política oficial del país. Cuando ya nos encontrábamos en Europa en vísperas de
nuestra partida a Israel nos llegó un email
de un representante local proponiéndonos que diésemos una entrevista de prensa
en la Fundación Shimon Peres.
Yo, que estaba interesado en las propuestas de Drexler y de
Wiindholz, no estaba predispuesto a aceptar esa invitación. Consulté con
Windholz por email y me contestó que Peres es mainstreamconcluyendo que
“Seguramente intentarán usarlos en favor de Israel pero ustedes sabrán
esquivarlos".
Mientras tanto Gil, que cuando era ministro de Cultura había
tenido una propuesta de reunión con Peres que no se concretó, decidió aceptar
la rueda de prensa en la fundación del ex primer ministro de Defensa y premio
Nobel. Peres había sido compañero de Yitzhak Rabin (1922-95) en las más
avanzadas tentativas de negociación con los palestinos que se vieron
interrumpidas por el asesinato de Rabin a manos de un fanático joven israelí.
Decidimos que tendríamos una reunión con Windholz a continuación de la rueda de
prensa con Peres.
Pero nuestra ida a Cisjordania precedió a dicha reunión. En
la rueda de prensa, solo el periodista brasileño Rodrigo Álvarez, corresponsal
local de TV Globo nos hizo la única pregunta realmente pertinente. Pude
responderle que había ido a Susiya acompañado por un exsoldado del ejército
israelí y que eso me respaldaba. La mención de Susiya (que estaba en las tapas
de los diarios de todo el mundo a causa de hallarse sometida a agresiones del
ejército israelí y que había generado un comentario poco amistoso con relación
a Israel por parte de un miembro del Departamento de Estado de los EE.UU.)
provocó un silencio incómodo en la sala.
El hecho es que me sentí muy triste en esos momentos en la
Fundación Shimon Peres. Cuando salimos de allí nos dirigimos a la recepción del
hotel en el que estábamos alojados y nos encontramos con David Windholz con su
grupo de críticos de las políticas israelíes. Había también allí un grupo de
mujeres judías y árabes que iban ayunar durante 50 días en protesta por los
ataques a Gaza que en junio cumplirían un año; el músico David Broza y un
conjunto de personas (sobre todo jóvenes) que aplaudieron calurosamente apenas
oyeron la palabra Susiya, algo que contrastaba ciertamente con el silencio
incómodo de quienes habían estado presentes en la rueda de prensa de la Casa
Simon Peres, ovacionando las palabras “paren la ocupación, paren la
segregación, paren la opresión” con que terminé mi relato sobre mi viaje a
Cisjordania.
Cartas
Desde que recibí las cartas de Roger Waters y de Desmond
Tutu –amén de las visitas de los dos jóvenes brasileños vinculados al BDS–
comencé a interesarme en leer más detalles del tema israelí-palestino. Estaba
haciendo aún presentaciones con mi show Abrazazo y necesitaba
disponer del tiempo necesario para los ensayos con Gil que nos permitiesen
ofrecer un espectáculo mínimamente profesional Pero me dejaba tiempo para leer
y ver vídeos. Con la carta de Windholz redoblé mis investigaciones.
Cuando volví a Brasil recibí mails con la actualización del
“Breaking the Silence”. En uno de los mensajes me habían anexado un video en
que Nasser, el palestino con el que había conversado en Susiya, era golpeado
con palos por jóvenes israelíes habitantes de un asentamiento.
Era una imagen brutal. Los soldados del ejército de Israel
asistían impasibles a la escena. Ahora que parece desencadenarse la tercera
intifada –y que Netanyahu se ve aislado no solo por la oposición sino también
por los correligionarios que lo acusan de no haber logrado proteger a Israel–
compruebo, desde lejos que la paz que yo creía percibir en Tel Aviv y que
parecía comenzar a ser la paz que no quiero era todo el tiempo frágil,
superficial e ilusoria.
Muchachos
Antes de viajar les había dicho a Pedro Charbel y a Iara
Haazs, los jóvenes del BDS con los que había conversado, que a mí me gustaba
tanto Israel que me sentía como un israelí que se opone a las políticas de
Estado de su país. Iara es israelí (judía brasileña criada en Israel) sin
embargo me decía que ella no se sentía cómoda con mi parecer. Son muchachos
militantes que pueden terminar en altivas formas de intolerancia.
Un amigo de ambos estaba en Susiya el día en que estuvimos
allí. Esquivo y con mirada interrogante, se mostraba silenciosamente impaciente
con nuestra situación de visitantes: ellos no quieren una lucha clara de los
que hacen el boicot a Israel y deploraban cualquier matiz, cualquier mención de
complejidad. Yo quiero la paz que parece siempre imposible. Pero ahora la
quiero sintiéndome mucho más cerca de los palestinos de lo que jamás imaginé y
mucho más lejos de Israel que lo que sentía mi corazón hace poco más de un año.
Y quiero que Gabriel, Iara y Pedro lo sepan.
Al salir de Brasil escribí a HanyAbu-Assad, el gran cineasta
palestino que hizo Paradise now,
contándole nuestro viaje y sobre la presión de parte del BDS. Me contestó que
estaría feliz de vernos y que el tiempo que pasó en Río le parecía uno de los
mejores de su vida. Pero que prefería que aceptásemos las exigencias del BDS,
“son mis amigos”, me dijo. Pero que de todas maneras asistiría al show. Cuando
estuvimos allí nos escribió diciendo que ya no podría concurrir porque estaría
en Europa terminando una nueva película. Es un hombre que cuando en Salvador le
pregunté si era religioso me contestó: “Nunca fui religioso, no tengo fe, pero
hoy me considero religioso musulmán por razones políticas”.
Antes de iniciar el show en Tel Aviv había pensado dedicarlo
a Hany. Pensé también en reiterar mi homenaje a la memoria de Franklin Dario el
judío pernambucano que compuso Ana vai embora, pero en el escenario junto
a Gil, ante aquella inmensa platea, decidí que dejaría que el show hablara por
sí mismo. En la furgoneta que fuimos a Susiya yo le había preguntado a Yehuda
que diría si yo gritase “Break the silence” durante el show. Se quedó mudo por
unos momentos y me contestó: “No sé. Puede ser interesante, me gustaría saber
cómo reaccionaría el público”. Pero entonces haciendo un gran esfuerzo opte por
un total silencio político.
Segregación
El recuerdo de la canción de Rappa me trajo escenas de la
segregación informal (y no pocas veces concretada ad hoc) que se ejerce en
Brasil. Quien veía aquel campamento palestino con banderas que flameaban sobre
los provisorios alojamientos era un grupo de brasileños que encontraba parecida
aquella escena a un asentamiento del MST.
Tres hijas de Nasser, dos pequeñas y una adolescente (lo que
la obligaba a llevar velo) jugaban alrededor. Sentí necesidad de ir al baño y
pregunté a Paulina Lavigne qué hacer. Ella ya se hallaba mucho más
interrelacionada con las chicas de lo que se pudiera imaginar, las mujeres de
nuestro grupo ya habían comenzado a dialogar con ellas, que eran lindas y risueñas.
Me indicaron un baño aislado a la intemperie. Gabriel el joven vinculado al
BDS, me señaló el camino.
Nasser había salido del coche para resolver un problema en
las cercanías, cuando volvió se reunió con nosotros en una carpa. Nos describió
escenas de la destrucción de las viviendas por parte del ejército de Israel y
nos explicó los resortes legales que usaba el poder judicial para que pudiera
continuar la violencia de la ocupación.
Recordé las favelas brasileñas ocupadas. No quería caer en
un reduccionismo político y usar el mismo esquema para evaluar los problemas
brasileños a la luz palestina, pero la imagen de los puntuales fracasos del UPP
en Río (no solo el caso de Amarildo) aparecían en mi mente. Nosotros, los
visitantes, no éramos ajenos a la deshumanización de que éramos testigos en
Medio Oriente. Era imposible no trazar un paralelo con la situación que vivimos
en Brasil.
Locura
Por internet vi el discurso de un hijo de un general judío,
héroe de la Guerra de los Seis días, desarrollando la más violenta oposición a
la política israelí y a la propia existencia de Israel, fundamentando sus
argumentos no en aquella guerra sino en la Nakba, la catástrofe que fue
para los árabes de Palestina la fundación del Estado judío. Oí decir a una
mujer que no era razonable cambiar paz por tierras: la paz se intercambia por
paz, repetía, queriendo decir no a las teorías de la ocupación y de los asentamientos.
Vi mucha locura en ambas partes.
Vi un dibujo animado que planteaba la propuesta de dos
Estados y un solo territorio (2 States, 1 Homeland) que sugiere que toda la
extensión que va desde el Mediterráneo al Jordán sea compartida por árabes y judíos,
cada grupo con su gobierno. Hay muchos israelíes conservadores que opinan que
eso significa ahogar a la población judía en medio de la inmensa población
árabe. Es la misma hipótesis que David Winholz piensa defender en sus
conferencias en Brasil.
Pero lo que más me impresionó fue lo que dijo Yeshayahu
Leibowitz (1903-94), un científico religioso, cuando clamó contra el ministro
de la Suprema Corte israelí que había declarado legal torturar a los árabes
para hacerlos hablar y mantener así protegido a Israel.
Leibowitz no solo fue un religioso que defendía la
separación de la religión del Estado y se anticipó a los enemigos de Israel al
detectar aspectos nazis en la política del país, aunque siendo sionista se
opuso a la guerra de los Seis Días y aún más a la invasión del Líbano. Fue
también pionero en comparar a Israel con Suráfrica. Yo tendría que haber
dedicado nuestro show a su memoria.
Me gusta Israel físicamente. Tel Aviv me pertenece y me
produce nostalgia, casi tanta como Bahía. Pero creo que no volveré jamás.
Traducido del portugués por Susana Merino
Caetano Veloso, músico, compositor y autor entre otros temas de O mundo não é chato.
Caetano Veloso, músico, compositor y autor entre otros temas de O mundo não é chato.
http://www1.folha.uol.com.br/ |
http://www.rebelion.org/ |