Serguei Esenin ✆ Michael Solovyev |
“Hemos perdido a Esenin, ese poeta admirable, de tanta frescura, de tanta sinceridad. ¡Y qué trágico fin! Se ha ido por voluntad propia, diciendo adiós con su sangre a un amigo desconocido, quizá, para todos nosotros. Sus últimas líneas sorprenden por su ternura y dulzura; ha dejado la vida sin clamar contra el ultraje, sin protestas vanidosas, sin dar un portazo, cerrando dulcemente la puerta con una mano por la que corría la sangre. Con este gesto, la imagen poética y humana de Esenin brota en un inolvidable resplandor de adiós”.
Gabriela Rub Boyadjian | Con estas cálidas y tiernas palabras, León
Trotsky despidió al poeta Sergio Esenin luego de su muerte. Cual sinfonía
replicada hacia los confines de la ex Unión Soviética, bramaron estos términos
a modo de homenaje al poeta que, por propia voluntad, puso fin a su vida en la
habitación de un hotel en Leningrado.
Sin reproches e impertinencias, un sentir noble e intenso como contrapartida a la descompostura de aquellos señores letrados y livianos en retórica que se burlaron del mujik y su lírica o bien, callaron odiosamente ante su partida. Para ellos el poeta borracho y camorrero, había muerto. Para Trotsky, la Humanidad había perdido al poeta que, a su manera, había expuesto una época realzándola “con sus cantos, que hablan de forma nueva del amor, del cielo azul caído en el río, de la luna que como un cordero pace en el cielo, y de la flor única, él mismo”. Lírica pura.
Sin reproches e impertinencias, un sentir noble e intenso como contrapartida a la descompostura de aquellos señores letrados y livianos en retórica que se burlaron del mujik y su lírica o bien, callaron odiosamente ante su partida. Para ellos el poeta borracho y camorrero, había muerto. Para Trotsky, la Humanidad había perdido al poeta que, a su manera, había expuesto una época realzándola “con sus cantos, que hablan de forma nueva del amor, del cielo azul caído en el río, de la luna que como un cordero pace en el cielo, y de la flor única, él mismo”. Lírica pura.
Vladimir Maiakovsky también alzó la palabra. Y sonó la
belleza pura del poeta agitador que defendió a un compañero de ruta de la
superficialidad emanada por una cofradía de ilustrados que gustaba burlarse del
otro que, cual espejo, tal vez, descarnaba sus propias debilidades. “Usted se fue, como suele decirse, al otro
mundo. ¡Qué vacío...! Vuela usted hasta incrustarse en las estrellas. Ya no le
ayuda ni el dinero ni las tabernas. ¡Sobriedad pura! No, Esenin, no me burlo.
En la garganta, el dolor ajusta un nudo, y no es la risa...”. Así comenzó a
desplegar su artillería para profundizarla a medida que avanzaban las métricas:
“Es mejor morir de vodka que de
aburrimiento. No revelarán la causa de esta pérdida, ni la cuerda ni el puñal
suicida. Tal vez, si hubiese tinta en el hotel Anglaterre, no tendría razones
para cortarse usted las venas. Los imitadores se alegraron: -¡Bis!-
aplaudieron. Contra usted, casi un pelotón entero, parecía haber realizado un
atentado. ¿Para qué aumentar el número de suicidas? Mejor aumentar la calidad
de la tinta”. Escupir la bronca.
La época esplendorosa de Esenin transcurrió antes de la Revolución de Octubre. La base de su lírica estaba compuesta por el amor a su tierra natal, el campo, a la Rus como lo llamaba. Enunciaba sus versos, no para la muchedumbre con vida política y social de la ciudad y sus fábricas, sino para el campesino pobre, explotado y oprimido por los terratenientes y los ricos que no hacían más que mamar la sangre del mujik. Trotsky, afirmó y no a modo de condena, que Esenin no era revolucionario y “La prueba más indiscutible se encuentra no en sus poemas sobre la rebeldía popular, sino nuevamente en su lirismo” y ejemplifica con su poesía: “Tranquilo, en el matorral de enebros, junto al barranco. El otoño, yegua alazana, agita sus crines”. De todas maneras, la revolución no fue ajena al poeta: “Oh madre, patria mía, soy bolchevique!" sacudía en 1918, mientras más tarde palpitaba “Y ahora para los soviets, soy el más ardiente compañero de viaje”. Esenin no fue extraño a la revolución, no tenían la misma naturaleza, al decir de Trotsky: “Esenin era un ser tierno, lírico; la revolución es pública, épica, llena de desastres. Y un desastre fue lo que ha roto la corta vida del poeta”.
A Maiakovsky, el poeta que dio la voz a los 150.000.000
millones que no la tuvieron, tampoco le importó que Esenin no fuera del riñón
de la Revolución:
“Ahora, se han cerrado sus labios para siempre. Inoportuno y penoso es hablar de estos misterios. Al Pueblo, al creador del Idioma, se le ha muerto un sonoro cantor, vice maestro. Y llevan los viejos versos al velatorio, sacados de otros entierros, casi sin rehacer ni afilar las rimas. ¿Acaso es éste el homenaje que merece este poeta?”.
La lírica era lo trascendental, pero aún difícil en una
época “La basura, por desgracia, es lo
que más abunda. Asuntos hay muchos, sólo nos falta el tiempo. Primero, hay que
transformar la vida; una vez transformada, podremos cantarla”. Se dice que,
cuando el cañón retumba, las musas callan. Sólo un respiro, una batalla para
dar y ganar en pos de aniquilar las condiciones que hacen que existan las
clases, y la lírica, entre otras cosas, resurgirá en toda su esencia para
regocijo de la Humanidad.
Ya para el año 1925 el Estado Obrero estaba en pleno proceso
de burocratización y mientras Stalin llamaba a construir el socialismo en un
solo país, Trotsky había sido separado de la dirección del partido. Se
profundizaban las tensiones generadas por la NEP (Nueva Política Económica) y la vida de Esenin ya se hacía
carne como un “hooligan”, un
inadaptado involuntario creado por las duras condiciones que le impuso el mundo
y que decidió poner fin a su vida entre la noche del 27 y 28 de diciembre de
ese mismo año. Sólo dos lo homenajearon. Vladimir Maiakovsky, el poeta de la
revolución que dio fin a sus días estrellando el barco del amor contra la vida
cotidiana, “Y estamos a mano tú y yo.
Entonces ¿para qué?” Y Leon Trotsky, asesinado en 1940 en Coyoacán por el
agente de la policía secreta stalinista Ramón Mercader. Trotsky que dejó a sus
herederos esparcidos por el mundo la misión de cumplir con el legado, más
vigente que nunca, hacia la victoria de la Cuarta Internacional en pos de la
liberación de la humanidad.
El poeta Maiakovsky finalizó su resguardo al compañero de
ruta, el poeta Esenin, en un bello canto.
“¡Adelante…! Que el tiempo se nos quede atrás hecho jirones, y únicamente el viento despeine los mechones de pelo alborotado. Para la alegría, nuestro planeta está escasamente preparado. Debemos arrancar la alegría de los días venideros. En esta vida, morir es cosa fácil. Hacer la vida es mucho más difícil”.
El camarada Trotsky acobijó tiernas palabras al poeta de
otro mundo, aún sin alabanzas ni reproches:
“Preparemos el porvenir. Conquistemos para todos y todas, el derecho al pan y el derecho al canto. El poeta ha muerto, ¡Viva la poesía! Indefenso, un hijo de los hombres ha rodado en el abismo. Pero viva la vida creadora en la que hasta el último momento Sergio Esenin ha entrelazado los hilos preciosos de su poesía”.
Esenin se ha ido. El poeta ha muerto, ¡Viva la poesía!
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