La política resultante fue una que
radicalmente redujo el nivel de impuestos para los sectores más acaudalados de
la población, lo que por tanto incrementó la brecha del ingreso entre este
sector acaudalado y el resto de la población. Las firmas, en especial las
grandes, pudieron incrementar sus niveles de ganancia reduciendo o dislocando
sus empleos.
La justificación ofrecida por sus
proponentes fue que, con el tiempo, esta política volvería a crear los empleos
que se habían perdido y que habría algún efecto de derrama del valor
incrementado que podría crearse si se permitía que el mercado prevaleciera. El
llamado mercado nunca fue una fuerza independiente de la política. Pero esta
verdad elemental fue diligentemente pasada por alto o, si alguna vez se le
discutía, se le negaba con ferocidad.
¿Terminó aquel día? ¿Hay lo que en un
reciente artículo de Le Monde se
le llama un regreso tímido de las instituciones del establishment a una preocupación por
sostener la demanda? Ocurrieron por lo menos dos signos de esto, ambos de peso
considerable. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha sido por mucho tiempo
el pilar más fuerte de la ideología neoliberal, e impone sus requisitos a todos
los gobiernos que le solicitan préstamos. No obstante, en un memorándum emitido
el 24 de febrero de 2016, el Fondo Monetario Internacional expresó sus
preocupaciones en público en relación con lo anémica que se ha tornado la
demanda. Urgió a que los ministros de Finanzas del G-20 se movieran más allá de
las políticas monetarias para dar aliento a las inversiones en vez de a los
ahorros, para sostener la demanda creando empleos. Esto significa un viraje muy
fuerte para el FMI.
Más o menos al mismo tiempo (el 18 de
febrero), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
(OCDE), el segundo pilar en importancia en cuanto a ideología neoliberal,
difundió un memorándum anunciando un viraje semejante. Y dijo que era urgente
involucrarse colectivamente en acciones que pudieran sostener la demanda
mundial.
Por eso mi pregunta: ¿se cuela reptando la
realidad? Bueno, sí, aunque sólo sea tímidamente. El hecho es que, a escala
global, el crecimiento prometido en producción de valor agregado no
ha ocurrido. Por supuesto la caída es dispareja. China sigue creciendo,
aunque sea a un ritmo reducido, uno que amenaza con caer aún más. Estados
Unidos parece seguir creciendo, en gran medida porque, relativamente, el
dólar sigue pareciendo el lugar más seguro para que los gobiernos y los ricos
estacionen su dinero. Pero la deflación parece haberse vuelto la realidad
dominante de casi toda Europa y de casi todas las llamadas economías emergentes
del sur global.
Ahora todos estamos en un juego de espera.
¿Acaso las tímidas jugadas recomendadas por el FMI y la OCDE restañarán la
realidad de una demanda mundial en declive? ¿Podrá resistir el dólar una
ulterior pérdida de la confianza en su capacidad para ser un repositorio
estable del valor? ¿O nos movemos hacia un alocado vaivén mucho mayor y más
severo en el llamado mercado, con todas las consecuencias políticas que esto
sin duda acarreará?
Una caída en la demanda mundial es la
consecuencia directa de una reducción en el empleo mundial. En los últimos 200,
inclusive 500 años, cada vez que había un cambio tecnológico que desaparecía
empleos en alguno de los sectores productivos, los obreros que estaban
perdiendo su empleo resistieron estos cambios. Quienes resistían se
involucraron en las llamadas demandas ludditas
de mantener la tecnología previa.
Políticamente, la resistencia luddita siempre ha demostrado ser
infructuosa. Las fuerzas del establishment
dijeron siempre que se crearían nuevos empleos en reemplazo de aquellos que se
perdieron, y que se renovaría el crecimiento. Y era cierto. De hecho se crearon
nuevos empleos –pero no entre los trabajadores de cuello azul. Más bien los
nuevos empleos fueron trabajos de cuello blanco. Como resultado, y en el más
largo plazo, la economía-mundo vio una reducción en los empleos de cuello azul
y un aumento significativo en el porcentaje de los trabajadores de cuello
blanco.
Se ha asumido siempre que los empleos de
cuello blanco estaban exentos de eliminación. Se suponía que estos empleos
requerían interacciones de humanos con otros humanos. Se pensaba que no había
máquinas que pudieran reemplazar al trabajador humano. Bueno, eso ya no es así.
Ha habido un gran avance tecnológico que
permite que las máquinas realicen cálculos de enormes cantidades de datos que
hasta ahora fueron el ámbito de asesores financieros de nivel bajo. De hecho
estas máquinas están en camino de eliminar puestos de trabajo de esos empleos
de cuello blanco de nivel bajo. Con seguridad, esto todavía no ha
afectado a los que podrían llamarse puestos de supervisión o mayor nivel. Pero
uno puede ver para dónde sopla el viento.
Cuando los puestos de cuello
blanco eran eliminados o reducidos en número, de hecho fueron reemplazados
por nuevos puestos de cuello blanco. Sin embargo, ahora, cuando
desaparecen puestos de cuello blanco, ¿dónde está el contenedor de los nuevos
empleos que vayan a crearse? Y si no pueden ser localizados, el efecto global
es que disminuyen severamente la demanda efectiva.
Sin embargo, la demanda efectiva es
el sine qua non del capitalismo como sistema histórico. Sin una
demanda efectiva, no puede haber acumulación de capital. Ésta es la realidad
que parece colarse reptando. No sorprende entonces que se expresen las
preocupaciones. Pero no es probable que los tímidos intentos de
lidiar con esta nueva realidad hagan, de hecho, una diferencia. La crisis
estructural de nuestro sistema está en plena expansión. La gran pregunta no es
si podemos reparar el sistema, sino con qué vamos a reemplazarlo.
Traducción
del inglés por Ramón Vera Herrera
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