“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

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28/8/13

Aristóteles y la naturaleza del cambio

José A. Gómez Di Vincenzo  [Especial para La Página]  ¿Por qué cuando contemplamos la naturaleza vemos que todo cambia, que nada permanece inmutable? ¿Por qué las cosas pasan de ser de tal modo a otro permanentemente? ¿Por qué con el tiempo todo fluye y nada permanece? El problema del cambio se había consolidado como todo una cuestión a resolver desde el punto de vista filosófico para los pensadores griegos ya desde la época de los presocráticos. Platón resolvió el asunto considerando que el cambio era propio de las copias materiales imperfectas del mundo inmutable de las ideas. Su discípulo de Estagira, Aristóteles, consideró la explicación del maestro un tanto problemática. En efecto, entendió que la filosofía del ateniense complicaba innecesariamente las cosas al replicarlas en dos mundos, el sensible y el inteligible.

Para el estagirita, un pensador comprometido con la resolución de los problemas ligados a realidad concreta, resolver el problema del cambio era más que una tarea