► Somos libres, pero al modo que el Imperio siempre lo
ha querido: no en tanto colonias, sino neocolonias
► Hoy hemos buscado nuclear una fuerza
contrahegemónica, una praxis libre, una conciencia crítica, pero estamos en
inferioridad de condiciones
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Gral. José de San Martín |
José Pablo Feinmann | El
concepto que late en el horizonte de la lucha contrahegemónica en Suramérica es
el de unidad. Este concepto –cuyo origen se le atribuye a Bolívar, que quería
conducirlo– tiene, a su vez, que ser aclarado. La unidad de Suramérica es una
totalidad en permanente destotalización. O, si se prefiere, una unidad que se
deconstruye una y otra vez para
construirse de nuevo. Es la unidad de una diferencia, que se estableció en el
siglo XIX bajo las oligarquías nativas y el imperio británico, a la que se
llamó balcanización. Pero la balcanización de América latina deberá estar (hoy)
al servicio de su unidad, deberá expresar la identidad de cada país, su
diferencia con los otros y, superándola, la necesariedad de superar la
diferencia en busca de una unidad contraimperial, contracolonialista. Somos
Occidente, pero al modo de sus víctimas. Somos Occidente, pero al modo de la
subalternidad. Somos Occidente, pero somos su periferia. Somos Occidente, pero
(y he aquí nuestro breve homenaje al fallecido Galeano) somos sus venas abiertas,
sangrantes, nutritivas y finalmente secas, o siempre secándose en beneficio del
poder hegemónico.