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Como
ya ha sido advertido, el advenimiento del régimen nazi puso en marcha el lado
oscuro de la modernidad. Todos los logros tecno científicos de Europa fueron
puestos al servicio de un poder político totalitario. Nació de este modo la
propaganda político mediática en gran escala y la guerra moderna. Esa misma
lógica tecno industrial se aplicó al exterminio sistemático de millones de
seres.
El
poder de Hitler y de su partido se sostuvo en tres pilares fundamentales:
Propaganda, Control Policial y Guerra. Como ya se sabe, fue Joseph Goebbels el
inspirador y artífice de una política propiamente moderna de propaganda en gran
escala. En su calidad de ministro de propaganda e ilustración popular del
Tercer Reich y mediante la aplicación de principios de psicología social,
utilizó todos los medios disponibles tales como prensa de gran tiraje,
carteles, radiodifusión y cinematografía. Había nacido la propaganda política
en la era de la comunicación de masas.
Las
tácticas militares también fueron inscritas en la nueva lógica industrial y
moderna. Fue el talento de Heinz Guderian, quien llegaría a ser Jefe del Estado
Mayor de la Wehrmacht el que concibió la llamada Blitzkrieg o guerra relámpago,
una táctica que conjuga los ataques aéreos con el rápido avance de tanques e
infantería coordinados mediante el uso de las telecomunicaciones. Es
interesante destacar que Guderian se inspiró en parte en su amistad con el
mariscal soviético Mijaíl Tujachevsky, amigo de Trotsky y fusilado
posteriormente en lo que se conoce como la Gran
Purga de Stalin.
El
tercer pilar del régimen nazi fue la implementación de una policía secreta, la
Gestapo. Esta organización respondía directamente al Fuhrer y no estaba sujeta
a ningún control jurídico. La Gestapo fue el modelo para todas las organizaciones
criminales que siguieron, siglas que no alcanzan a opacar su propósito último,
la tecnología del horror: CIA, KGB, DINA y un extenso etcétera.
Si
bien el Tercer Reich ya es historia, no podemos decir lo mismo de su lamentable
legado. Los principios modernos de la Guerra, la Propaganda y el Control
Policial, siguen muy vigentes en el siglo XXI y administran, hoy, el planeta
entero. Auschwitz ha sido replicado hasta el presente en muchos lugares del
mundo: Villa Grimaldi o Guantánamo, solo como tristes ejemplos específicos de
un paisaje que se extiende por doquier. Este es el precio que la humanidad debe
pagar para sostener la expansión neoliberal, el capitalismo del desastre y el
schock permanente.
Pensar
el mundo actual como un gran campo de concentración es menos aventurado de lo
que parece a primera vista. En la lógica situacionista habría que insistir en
que “En el mundo realmente invertido, lo verdadero es un momento de lo falso”[1]
; finalmente, asistimos a un espectáculo que es
ideología por excelencia, una tautología en que las imágenes naturalizan
un orden económico, un poder que administra el mundo en nombre del orden y la
libertad universales.
Al
observar el repertorio temático diseminado por el planeta por la Híper
Industria Cultural, no debiera sorprendernos que un lugar estelar corresponda a
la Guerra. No se trata, tan solo, de conflictos locales. En la narrativa
mediática, La Guerra se nos presenta como un continuum articulado de carácter
modernizador y civilizatorio.
Para
el europeo promedio da lo mismo que se trate de Libia, Irak, Siria o
Afganistán, lo importante es que se trata de avanzar hacia la “democracia”,
superando formas culturales retrógradas. El cúmulo de cadáveres es el costo
necesario para el advenimiento de la “primavera”. Esta ideología propagada por
la mayoría de los medios oculta los intereses en juego, la depredación que
anima las intervenciones militares y la degradación que ello supone para las
víctimas y victimarios. La Blitzkrieg 2.0, satelital y digitalizada, casi no
deja espacio a los ejércitos tercermundistas que se atreven a resistir en
nombre la soberanía nacional.
Tal
como ya ha sido expresado por numerosos pensadores, estamos bajo el signo de
una civilización de la violencia, una época en que el capitalismo tardío ha
devenido un capitalismo del desastre y del terror a escala global. Si ayer fue
el complejo militar-industrial el que ordenaba la economía y configuraba el
mapa del mundo, hoy asistimos a la era del complejo militar – mediático, una
sociedad de la violencia y el espectáculo, una forma sui generis de Fascismo
Global: “…el nuevo poder mediático y militar global ha creado aquella misma
condición objetiva elemental bajo la que Walter Benjamin o Pier Paolo Pasolini
definieron el fascismo moderno: el estado general de impotencia de una
humanidad disminuida a la función de espectador y consumidor de su propia
destrucción”[2]
Notas
[1] Debord,
G. 1995 La sociedad del espectáculo. Buenos. Aires. La Marca: 215
[2] Subirats,
E. 2006 Violencia y Civilización. Buenos Aires. Losada: 163