Miles de griegos se reunieron en la plaza Sintagma de Atenas, espacio donde Dimitris Christoulas decidió acabar con su vida. |
Sebastián de la Obra
Dimitris Christoulas, farmacéutico jubilado se pegó un tiro
en la plaza Sintagma de Atenas y la tierra no se sobresaltó. En la nota que
dejó escrita, traducida al final de este artículo, menciona a un ministro de
nombre Tsolakoglou. Curiosa restauración de la memoria. Este ministro fue el artífice
colaboracionista de la ocupación nazi del norte de Grecia. Facilitó el
exterminio de la comunidad judía (sefardí) de Salónica. Más de ochenta mil
sefardíes salieron de Salónica en trenes hasta Auschwitz/Birkenau y nunca
volvieron. Su mención a este cómplice del exterminio es un acto de justicia
restaurada. Abre el archivo cerrado de la historia. Como lo abrió Mohamed
Bouazzi en Túnez. Los que abren los archivos y expedientes cerrados
(injustamente) de la historia son dignos de admiración.
Dimitris Christoulas se pegó un tiro porque no podía
soportar ver reducida su vida a un despojo de la historia. Harto y cansado se
rebeló en este último acto… Todo se eclipsa ante el último acto. Un acto como
revés de la vida. Dimitris escribe que he decidido poner fin a mi vida de esta
forma digna… y la lógica del mensaje supera a la lógica de la sintaxis.
Palabras convertidas en signos que, a veces, no se comprenden.
La vulgata mediática sacará del cubo de la basura múltiples
interpretaciones. Psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas, curas, médicos,
sociólogos y políticos de todas las marcas acudirán como las moscas y
justificarán y banalizaran este acto. Depresión, angustia, estado de ánimo,
crisis aguda de ansiedad…
Walter Benjamin decía
que nada irrita más que el rostro hipócrita de la Historia. Por eso se
oculta. El rostro del dolor, del sufrimiento y de la injusticia siempre se
oculta. Porque irrita. Porque molesta. Dimitris Christoulas con su último acto
ha construido un relato como narración del dolor y nos ha provocado a muchos un
sentimiento de agitación y perturbación difícil de explicar. Una conmoción que
nos debería rescatar. Porque no hay ética sin testimonio. No la hay… Ay!
“El Gobierno de Tsolakoglou ha aniquilado toda posibilidad de supervivencia para mí, que se basaba en una pensión muy digna que yo había pagado por mi cuenta sin ninguna ayuda del Estado durante 35 años. Y dado que mi avanzada edad no me permite reaccionar de otra forma (aunque si un compatriota griego cogiera un kalashnikov, yo le apoyaría), no veo otra solución que poner fin a mi vida de esta forma digna para no tener que terminar hurgando en los contenedores de basura para poder subsistir. Creo que los jóvenes sin futuro cogerán algún día las armas y colgarán a los traidores de este país en la plaza Sintagma, como los italianos hicieron con Mussolini en 1945”