Cuando nacemos tenemos 33 vértebras y con el tiempo nos
quedamos en 26. El número 33 tiene mucha mitología, 33 años fue la edad de
Jesucristo y 33 grados la temperatura de ebullición del agua según Isaac
Newton, la masonería… Pero esto es lo que se ve, lo importante es lo que se ve.
Velázquez distribuyó a los personajes de las Meninas conforme a la constelación
Borealis, que ya aparecía en los libros de astrología de Tarnier.
La conversación siguió hasta llegar al cubismo. Lo que no se
ve, la esencia, la otra dimensión.
¿Qué hay después del cubismo?. Era el debate inacabado desde
hacía años, cuando Picasso se había enfadado por un artículo sobre el
postcubismo. Picasso pensaba que su cubismo era y sería lo último.
El artículo lo escribió Le Corbusier, que por cierto, en
aquella playa… y todos miraron por la ventana. Era un día de frio y lluvia y
veían el mar a través de las ventanas de un pequeño restaurante muy francés.
Alguien dijo que después del cubismo, y antes del cubismo,
había una sopa de cebolla con queso fundido. ¿Pero a estas horas va a cenar un
español?. Nunca es ni muy tarde ni muy pronto para una sopa de cebolla con
queso.
Carta de agradecimiento de Le Corbusier al fallecimiento de Ivonne en 1959 |
Mientras que el camarero traía la sopa empezaron a divagar
sobre el viaje que Le Corbusier le dio a la perla negra Josephine Baker. Volvía
en barco de Sudamérica y por entonces ella bailaba con tan solo una pequeña
minifalda hecha de plátanos. Contaba Josephine que tras escuchar toda la teoría
de la arquitectura, Le Corbusier se disfrazó como ella, se pintó la cara de
negro, y en la cena dijeron que aquella noche había dos Josephine Baker. Decía
ella que lo pasó tan bien que le dijo ¡qué pena que sea Usted arquitecto,
porque habríamos hecho una pareja estupenda!.
Charles Édouard Jeanneret-Gris, que adoptó el seudónimo de
Le Corbusier (La Chaux-de-Fonds, Romandía, Suiza; 6 de octubre de 1887 –Costa
Azul, Francia; 27 de agosto de 1965) era el segundo hijo de una pianista y tuvo
la mala suerte de que su hermano mayor era músico, así que le costó ganarse el
puesto de favorito de la madre.
Fue el hombre que cuidó siempre a su madre centenaria y
nunca dejó de escribirla su carta semanal y que se pateó el lago Lemán para
encontrar el punto exacto para construir la casa a su madre. Era el arquitecto
universal que nunca se perdonó arruinar a sus padres diseñándoles una casa por
encima de sus posibilidades.
Le Corbusier era el arquitecto que perdió muy pronto la
vista de un ojo, que dijo “qué hermoso sería morir nadando hacia el sol! y eligió
el mediterráneo, desobedeciendo a su médico que le había prohibido nadar en el
mar.
El hombre que se casó con la hija del farero, la modelo
Ivonne Gallis, que le supo perdonar todo.
Fue el hombre que durante los últimos años de su vida llevó
una vértebra humana colgada del cuello. Cuando falleció Ivonne le entregaron
sus cenizas y entre ellas encontró una vértebra intacta.
Como la colocaba sobre su mesa de dibujo muchos decían que
la llevaba porque simboliza la labor del arquitecto, pero Le Corbusier decía un
sencillo “es lo único que me queda de
ella”.
Sabía que ella era lo único que le sostenía, su vertebra
vital.
¿Qué hay detrás de la dimensión que vivimos? No sigas
pensando en ello, te volverás loco, dijo el viejo pintor cubista. Mira el mar y
ve el azul.
En ese mismo momento el camarero aparecía por sorpresa con
un segundo plato de sopa de cebolla con queso fundido. El viajero sonrió y miró
a un mar gris invertebrado.
Souvenirs desde una Costa que llaman Azul.