No creo exagerar si defino este vino como uno de los más
complejos del mundo. Al margen de gustos personales e incluso de cercanías
geográficas, como es mi caso, el amontillado reúne todo el saber y todo el
embrujo de la zona donde se produce. No es casualidad que sea un vino de poco
consumo tanto dentro como fuera de España, porque su modo de elaboración, su
enorme personalidad y los tiempos que corren que incentivan el “fast food” -en este caso “fast drink”-lo hacen un vino “difícil”
y que suele necesitar más de un acercamiento a él para poder apreciar su
esencia. Pero una vez captados todos sus códigos, crea adeptos.
Su elaboración tiene mucho de artesanía, mucho de milagro y
mucho de sabiduría. Es un vino que aúna lo más grande del tipo de elaboración del Marco de jerez y
de Montilla-Moriles, al sufrir dos tipos de crianza, una primera biológica bajo
“velo flor” y otra oxidativa, lo que le confiere una complejidad única.