Tiempos felices: Gerda Taro y Robert Capa, en París |
En realidad eran tres... |
Higinio Polo
Tráiler del documental de Trisha Ziff sobre la maleta mexicana |
La historia de su pérdida y redescubrimiento es singular.
Cuando Europa se adentraba en la catástrofe de 1939, Robert Capa decide escapar
a Estados Unidos. Parecía una maldición: las tropas nazis se aproximaban a
París, y, pocos meses antes, Capa había presenciado la caída de la República
española y la oleada de refugiados que se dirigían hacia el norte. Las noticias
era n cada vez más alarmantes, y, sin tiempo para organizar un traslado de sus
pertenencias, abandona París, porque teme, justificadamente, que su inclinación
por los comunistas acarree su deportación cuando los nazis ocupen la capital
francesa , y se embarca hacia Nueva York . Igual que Capa, miles de personas se
dirigen hacia el sur de Francia, huyendo de París, en una desbandada que
ilustra la tensión y la angustia del momento. Capa tenía su estudio en el 37
de la rue Froidevaux, ante el cementerio de Montparnasse, y sus ventanas daban
casi enfrente de la tumba de Maupassant. Su ayudante, Imre Csiki Weiss, recoge
cuatro mil quinientos negativos de Capa, Taro y Chim, realizados durante la
guerra civil española, para ponerlos a salvo, y se los lleva, en bicicleta,
hasta Burdeos, donde tiene intención de enviarlos a México, aunque, en esos
días confusos de la guerra, cuando todo parece hundirse, acaba entregándoselos
a un conocido para que los lleve al consulado chileno. En ese punto se pierde
el rastro de los negativos, entre los que se encontraban algunas de las más
famosas imágenes de Capa. Durante años se creyó que se habían perdido para
siempre.
En los cuarenta años siguientes no se supo nada de los
negativos, hasta el punto de que un hermano de Capa, Cornell, hizo un
llamamiento público en 1979 (con ocasión de la Bienal de Venecia, donde se
expusieron fotografías de su hermano) para conseguir cualquier información
sobre ellos. Sin embargo, después se ha sabido que, e n esos primeros meses de
la Segunda Guerra Mundial, la valija con los negativos llegó a manos de un
general mexicano, Francisco Javier Aguilar González, que era embajador en Vichy,
aunque algunas fuentes cuestionan que se encontrase en Marsella en 1940,
cuando, supuestamente, los negativos llegaron a sus manos. Aguilar volvió
después a su país, con la maleta. Esa valija, que en realidad son tres cajas,
reaparece en la década de los noventa, en México D.F, cuando parte de los objetos
del general Francisco Aguilar son heredados por el cineasta Benjamin Tarver, al
morir su tía, viuda del general . Tras algunos episodios confusos entre intermediarios
y el hermano de Capa, finalmente los negativos salen de México hacia Estados
Unidos, porque, en 2007, se negocia su entrega al instituto (International
Center of Photography) creado por Cornell Capa, hermano del fotógrafo , en
Nueva York .
Es a maleta perdida en 1939, con cuatro mil quinientos
negativos de Capa, Taro, Chim y algunos de Fred Stein, es en realidad un
conjunto de tres cajas de pequeños compartimentos cuadrados, cada uno con un
rollo fotográfico. La caja verde es de Chim, y la roja de Capa y Taro. La
maleta contiene ciento veintiséis rollos de fotografías, de Taro, Capa y Chim.
Como si lo hubieran decidido de antemano, cada uno de los fotógrafos es autor
de una tercera parte del contenido de la maleta, que alberga imágenes de la
guerra de España, aunque también se encontraron un par de rollos con escena s
que captó Capa en Bélgica al finalizar la guerra civil española, y otro par de
carretes con negativos de Fred Stein tomados en París en 1935. Los tres
fotógrafos fueron maestro s del fotoperiodismo y defensores de la libertad.
Capa y Taro eran militantes comunistas, y Chim era un decidido antifascista.
Los tres eran judíos. Por esas terribles casualidades de la historia, el tiempo
que el destino les había sido otorgado fue escaso: murieron en accidentes ,
aunque fuera en combate , cubriendo los frentes de guerra. Gerda Taro murió en
Brunete, en 1937; Capa, en Thá i Binh, Vietnam, en 1954; y Chim fue ametrallado
en Egipto, en 1956.
Capa había nacido en Budapest, en 1913, con el nombre de
Endre Ernö Friedmann. Con apenas dieciocho años fue expulsado de Hungría debido
a sus actividades políticas, y se trasladó a Berlín, donde trabajó como
recadero y, después , como fotógrafo, aunque la llegada de Hitler al poder le
llevó a abandonar Alemania, y, tras pasar algunos meses en Viena y Budapest, se
instaló en París, donde participó en las grandes movilizaciones obreras y
documentó gráficamente el triunfo del Frente Popular francés. Con veintitrés
años recorre la España de la guerra civil, donde morirá su compañera Gerda, con
quien iba a casarse, y, después, en una vertiginosa carrera para alcanzar a la
historia desbocada que le perseguía , cubre durante siete meses, junto con
Joris Ivens (un estimable realizador holandés que recibiría años después el
Premio Lenin, y cuya tumba se encuentra hoy ante las ventanas de la rue
Froidevaux donde Capa tenía su estudio parisino), la resistencia china ante la
invasión del Japón fascista. Recoge la amargura de la caída de Barcelona en
1939, la derrota de la república española y el éxodo dramático hacia los Pirineos,
y vive durante los meses posteriores en Francia, aunque viaja a México y a
Estados Unidos en 1941, para encontrarse con Hemingway y Martha Gellhorn, que
habían sido compañeros suyos de tareas en España. Cubre los frentes de la
Segunda Guerra Mundial, en Túnez, Sicilia, Campania, y desembarca en Normandía
en junio de 1944, y tiene la satisfacción de participar en la liberación de
París, en ese agosto luminoso donde, sin embargo, la guerra sigue arrasando
Europa. Poco después, mantiene un largo romance con Ingrid Bergman, y, en 1947,
funda la agencia Magnum y visita la Unión Soviética con John Steinbeck. Capa,
que había adquirido la nacionalidad norteamericana, tiene que soportar que,
durante la caza de brujas, el gobierno de Washington le retire el pasaporte a
causa de su militancia comunista. Después de la guerra, documenta la partición
de Palestina en 1948, así como la resistencia vietnamita a la dominación
francesa, acercándose al final: allí moriría, en Vietnam, el 25 de mayo de
1954, al pisar una mina, mientras acompañaba a un grupo de soldados franceses
que participaban en una misión de rescate .
Gerda Taro se llamaba, en realidad, Gerta Pohorylle y era
una alemana nacida en Stuttgart en 1910. La llega da de los nazis al poder la
puso en una difícil situación por lo que abandonó el país. En 1934, conoce a
Capa en París, y se convierten en una pareja inseparable: es él quien le hace
interesarse por la fotografía, y, a partir de 1935, empieza a colaborar con
agencias fotográficas, y ella inventa el nombre de Robert Capa para su
Friedmann húngaro. En 1936, la dulce y decidida chica alemana adopta el nombre
de Gerda Taro, y, en agosto de ese mismo año, ambos están en España, cubriendo
para publicaciones franceses la resistencia de los obreros españoles: en
Barcelona, Taro fotografía a milicianos, y, después, en los frentes de guerra
de Aragón, Madrid, Córdoba, documenta el heroísmo y la decisión de los
trabajadores que pugnan por levantar un ejército que resista a la sublevación fascista,
durante una visita que dura dos meses. Vuelven en febrero de 1937, y captan
imágenes en el frente de Almería, y en Madrid. Capa retorna a París, pero Taro
sigue en España hasta finales de marzo, trabajando para la prensa comunista
francesa, y ambos van y vuelven de París a España, con una frenética actividad
que, sin embargo, va a detenerse para siempre. En mayo, Taro se encuentra en
Navacerrada, durante la ofensiva republicana en la que se basaría Hemingway
para definir los escenarios donde se mueve el personaje de Robert Jordan en Por quién doblan las campanas. En julio
de 1937, Taro está en Valencia, en el II Congreso Internacional para la Defensa
de la Cultura, y, después, documenta la batalla de Brunete, en las que serán
sus últimas imágenes: sólo tenía entonces veintiséis años. El 25 de julio, en
la víspera de su regreso a París, durante una retirada desordenada y caótica,
cerca de Brunete, un tanque republicano la aplasta por accidente. Tres días
después de su muerte, Paul Nizan acompaña su cadáver desde Valencia a París, y
el Partido Comunista Francés organiza un emocionado funeral de homenaje el
mismo día en que Gerda Taro hubiera cumplido veintisiete años. El PCF encargó a
Giacometti que esculpiera la tumba de Taro en el Père Lachaise: una sencilla
lápida con una copa y un halcón recuerda a aquella chica alegre que murió cerca
del Madrid de la resistencia.
David Seymour, Chim, era un polaco nacido en Varsovia en
1911 como Dawid Szymin, a quien encontramos en París en 1934 trabajando para la
publicación comunista Regards. Fotografía las movilizaciones obreras y las
ocupaciones de fábricas, así como las luchas políticas que culminan en la
victoria del Frente Popular, y , como Capa y Taro, trabaja también en los
frentes de de la guerra en España, de cuyo esfuerzo son especialmente emotivas
sus fotografías de los bombardeos fascistas sobre Barcelona, y el éxodo de la
derrota republicana. Durante la guerra mundial trabaja para el ejército
norteamericano, mientras sus padres son asesinados por los nazis en 1942,
aunque él no lo sabrá hasta seis años después. Después, participa en la
fundación de la agencia Magnum, y continúa trabajando como fotógrafo,
interesándose por los niños huérfanos de guerra, por la fundación de Israel, y
por la dura vida cotidiana en la Europa de postguerra. Tiene poco más de
cuarenta años, pero también se acerca al final. En noviembre de 1956, durante la
guerra de Suez que desata la intervención colonial de Gran Bretaña, Francia e
Israel contra Egipto, mientras se dirige a fotografiar un intercambio de
prisioneros de guerra heridos, en Qantara, es asesinado, ametrallado por
soldados egipcios .
De esos tres excepcionales fotoperiodistas son las imágenes
de la maleta mexicana, y, aunque es sobradamente conocida la importancia de su
obra, tal vez sean las imágenes de Gerda Taro que ahora podemos contemplar las
que revelan su extraordinaria aportación, considerada secundaria hasta ahora.
En la España de la guerra civil, los tres fotógrafos trabajaron exclusivamente
en la zona republicana, aunque viajaron con frecuencia a París. Regards, una
revista del Partido Comunista Francés, publicaba regularmente las fotos de los
tres, así como Ce Soir, un diario comunista francés que dirigía Louis Aragon.
Entre los negativos de la maleta, está la imagen de Gerda Taro escribiendo a
máquina, captada por Fred Stein en París, en 1935, y, en las otras fotografías
del carrete, la vemos sonreír, fumar. También está la fotografía de Taro
durmiendo, hecha por Capa en París, el mismo año, junto a otras, donde Taro
tiene otra posición. Esa imagen, donde la chica está con pijama, tenía un enorme
valor sentimental para Capa, que no podía imaginar que a Gerda Taro apenas le
quedaban dos años de vida: por eso, la conservó durante muchos años. En la
exposición del MNAC puede verse también el telegrama con que el mayor jefe de
la 39 División republicana informa, el 30 de julio de 1937, a las oficinas de
Ce Soir en París de la muerte de Gerda Taro en España.
Muchas de las imágenes que se conservaron entre los
negativos de la maleta mexicana son notables. La fotografía de Chim, por
ejemplo, donde se ve a una mujer que amamanta a su bebé, y que se confundió
después con una escena captada durante un ataque aéreo en la guerra, pero que,
en realidad, fue tomada durante una reunión por la reforma agraria cerca de
Badajoz, a primeros de mayo de 1936. Es, probablemente, la más famosa
fotografía de Chim. Y la imagen de Gil Robles con sombrero de cinta, denominado
“führer de los clericalfascistas” por el semanario procomunista alemán AIZ,
Arbeiter Illustrierte Zeitung , que editaba Willi Münzenberg . Y las fotos de
Lorca, Pasionaria, y de Victoria Kent. O la portada de Regards con la
Pasionaria: “Una mujer, una militante, un jefe”. Y otras fotografías de Chim ,
sobre el desfile por el 19 aniversario de la revolución bolchevique, el 7 de
noviembre de 1936, junto a las fotos que documentan los bombardeos fascistas
sobre Madrid, hechas por Capa y Taro.
En Madrid y Valencia, Taro fotografía la vida cotidiana, los
carteles, rótulos, los vendedores callejeros, los niños, la destrucción y los
mutilados por la guerra. También, la formación del Ejército Popular, donde
capta a Miaja, al Campesino. O las manifestaciones de duelo, como el funeral
del general Lukács, en Valencia, el 12 de junio de 1937, fotografiado por Taro
y Capa. Lukács era el sobrenombre de Béla Frankl, un escritor revolucionario húngaro
conocido como Máté Zalka, que se había incorporado a las Brigadas Internacionales,
y que había muerto el día anterior en Huesca. En el entierro, Taro recoge la
magnífica escena donde se ve a tres mujeres obreras que saludan con el puño
alzado, con una niña que se refugia entre ellas. A veces, elige escenarios
donde reina el dolor y la muerte que el fascismo ha desatado sobre España, como
en las fotos que hizo Taro del depósito de cadáveres y de un hospital, en
Valencia, en mayo de 1937. Sin olvidar las manifestaciones de solidaridad, el
empeño por hacer llegar la cultura y la instrucción incluso en medio de una
guerra, como en las imágenes que toma, en julio de 1937, cuando se celebra el
II Congreso Internacional para la Defensa de la Cultura, en el Ayuntamiento de
Valencia. Taro fotografía a Malraux, Ehremburg, Sigvard Lund, Nordahl Grieg,
Claude Aveline, Martin Andersen Nexø, José Bergamín, Julien Benda.
La exaltación de la resistencia y el reconocimiento de la
lucha obrera están presentes en las fotografías que toma Chim a los mineros
dinamiteros, en Asturias, que habían participado en la batalla de Oviedo. Y la
denuncia política, en las fotos de Capa hechas durante la batalla del Segre, en
noviembre de 1938, donde, entre otras, se ve a Hemingway con Líster; Capa hizo
allí su más dramático reportaje s obre la guerra civil española. Al igual que
en las captadas en el frente catalán, en diciembre y enero de 1939, cuando el
desastre se precipitaba. Capa iba entonces con el V Cuerpo de Ejército, con
Líster, a quien vemos en la portada de Regards, del 19 de enero de 1939, apenas
una semana antes de que las tropas fascistas ocupasen Barcelona, la capital de
la República. Muchas fotografías ilustran el horror de la guerra y la ferocidad
del fascismo, e intentan contribuir al esfuerzo de resistencia, como las que
toma Capa del avión Heinkel alemán que fue derribado y expuesto en los
jardinets del Paseo de Gràcia, en enero de 1939, para elevar el ánimo de la
población.
Junto a esas imágenes, ilustrándolas, crónicas de Samuel L.
Sheiderman, un periodista polaco que vía en París, cuñado de Chim, que escribe
artículos sobre España que se publican en Haynt, un diario yiddish de Varsovia.
Sheiderman publicará un libro, Guerra en España, y una crónica sobre el ghetto de Varsovia, El diario de Mary
Berg. O reportajes como el de Mijail Koltsov para Regards sobre el desastre
italiano en Guadalajara, en 1937, y noticias anónimas que daban cuenta de la
resistencia, que transmitían el mismo lenguaje que las fotografías de Capa o
Taro. Y algunas películas, como la que hicieron Cartier-Bresson y Herbert
Kline, en 1938, y que titularon Con la Brigada Abraham Lincoln en España, cinta
que se descubrió no hace mucho, en el archivo de la Brigada Lincoln en Nueva
York. La película se proyectó en muchas salas norteamericanas durante los años
de la guerra civil. Dura 18 minutos, y, en ella, hay también escenas de Capa.
Se ven los tranvías de Madrid, y un gigantesco poema “Salud, Asturias”, que
cubre todo un edificio, y la cola del rancho, donde se alimentan los
internacionalistas.
También se guardaban en la maleta las tristes fotos de Capa
que muestran las consecuencias de la derrota republicana y el hacinamiento y el
frío en Argelers, el Barcarès, Bram y Montolieu, en Francia, donde se ve a los
refugiados levantar una ciudad de la nada, para miles de personas, sobre la
arena, con trapos y maderas viejas, y donde, pese a todo, muchos siguen
pensando en la resistencia, aunque la guerra esté perdida: allí se mezclan los
soldados derrotados del Ejército popular, los ciudadanos que huyen del fascismo,
los republicanos que habían acariciado la idea de una España nueva y que se
resisten a creer la dura evidencia que más tarde recogería Camus: "Fue en España donde mi generación
aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede
destruir el alma, y que a veces el coraje no obtiene recompensa".
Junto al rostro de la derrota, en las fotografías de Capa, aquí o allá, se
aprecian signos de vida, músicos con sus instrumentos, tiendas de campaña
hechas de retales viejos, aunque los senegaleses siguieran patrullando a
caballo, como si vigilaran criminales; se ven soldados que saben que hay que
empezar de nuevo, aunque sea entre las barracas de madera que parecen las de
los campos de exterminio nazis.
Tal vez sean las fotografías del final las que siguen
impresionándonos más , no tanto por lo que muestran como por su significado:
Capa cubriría la caída de Barcelona, la capital de la república española, y ,
entre otras, son esas escenas las que ahora podemos ver, guardadas en la maleta
mexicana , en esa valija perdida . A principios de noviembre de 1938, Capa,
junto con Hemingway, Herbert Matthews y Hans Kahle (un coronel de las Brigadas
Internacionales), sale del Hotel Majestic del Paseo de Gràcia para visitar el
frente del Ebro y para entrevistar a Líster, jefe del Cuerpo de Ejército. El
derrotismo hace mella en la retaguardia, pero muchos creen que la resistencia es
posible. El fotoperiodista quiere saber si las tropas republicanas van a
replegarse al otro lado del río. No podía imaginar que, apenas dos meses y
medio después, las tropas fascistas se aproximarían a Barcelona. Hay otras
fotografías de esas semanas finales, también con escenas que nos muestran el
esfuerzo desesperado de resistencia que encabezan algunos dirigentes republicanos
en Barcelona, mientras otros huyen considerando perdida la guerra. En una de esas
imágenes, de Robert Capa, se ve a unos niños en los Jardinets del Passeig de
Gràcia, que juegan encaramados al fuselaje de un avión Heinkel He111 , un
bombardero, que los republicanos habían abatido y que se exhibía como muestra
de la eficacia del ejército republicano y para estimular la resistencia. Los
niños ríen, inocentes y felices, en un frío y soleado día de enero de 1939,
casi ajenos al dramatismo del final de la guerra y a la vida que les espera:
Capa fotografía esas escenas cinco días antes de que las tropas fascistas
ocupen Barcelona.