Carlos Mérida (Guatemala) / Tzel y el Brujo |
Especial para La Página |
“Todo el mundo está harto de que no se respete la ley”. Esas fueron las palabras con
las cuales el flamante Ministro de Gobernación, el militar Mauricio López
Bonilla, justificó la represión contra los estudiantes normalistas que
protestaban ayer en el Periférico, vía muy transitada de la ciudad capital de
Guatemala, ante la iniciativa del gobierno a través del Ministerio de Educación
de sumar dos años más a la carrera magisterial sin que ello haya sido discutido
de manera profunda, amplia y consensuada con todos los sectores interesados.
Como siempre prevalece la imposición de quienes
tienen más intereses mercantiles que pedagógicos, en este caso, sobre el
diálogo. Similar a Santa Cruz Barillas, se quiere imponer a la fuerza el
proyecto educativo como en aquel municipio se quiere imponer el proyecto
hídrico que se sabe no favorecerá más que a la multinacional propietaria del
mismo.
Por impositiva, la propuesta educativa, por ir acompañada de secretismo y represión, genera desconfianza máxime cuando los impulsores directos del proyecto tienen la fama de ser neoliberales de viejo cuño. Los mismos que impusieron el terror en los años más dramáticos de la guerra interna. Pues, aquí hay que tener claro que el gobierno del “General de la Paz” quiere imponer la agenda neoliberal tanto que ha dicho que quiere convertir a Guatemala en un país minero por excelencia para lo cual ha abierto las fronteras a dichas multinacionales. Y, como corolario también lo quiere hacer con todo el sector público como lo es el educativo y poner al servicio de la iniciativa privada la infraestructura pública de la enseñanza transformándola en un negocio de unos cuantos y no en un derecho de toda la población como lo reza la Carta de las Naciones Unidas.
Por impositiva, la propuesta educativa, por ir acompañada de secretismo y represión, genera desconfianza máxime cuando los impulsores directos del proyecto tienen la fama de ser neoliberales de viejo cuño. Los mismos que impusieron el terror en los años más dramáticos de la guerra interna. Pues, aquí hay que tener claro que el gobierno del “General de la Paz” quiere imponer la agenda neoliberal tanto que ha dicho que quiere convertir a Guatemala en un país minero por excelencia para lo cual ha abierto las fronteras a dichas multinacionales. Y, como corolario también lo quiere hacer con todo el sector público como lo es el educativo y poner al servicio de la iniciativa privada la infraestructura pública de la enseñanza transformándola en un negocio de unos cuantos y no en un derecho de toda la población como lo reza la Carta de las Naciones Unidas.
Un indicador de ello es que, ante la consabida
resistencia, fácilmente sacan sus
cuerpos represivos para aplicar por la fuerza su agenda privada de gobierno e
ir sometiendo así al pueblo que según su criterio debe aceptar sin chistar su visión
de país.
La represión es la prueba irrefutable de su poca
capacidad de diálogo, sin embargo, la misma que en tiempos de democracia, lo
irá desgastando al punto de generar mayor ingobernabilidad.
El General, no obstante su obcecada visión, que
no es más que la misma que la de los grupos tradicionales oligárquicos que lo
apoyaron para llegar a la Presidencia, deberá comprender que la tendencia
continental es ir caminando hacia el fortalecimiento de la democracia
participativa. Que el tiempo de la coacción, especialmente por medio de la
violencia como las masacres y las violaciones a los derechos humanos que
acompañaron la gestión de un Ejército del cual formó parte e, incluso, ha sido desenmascarado
por el gobierno que lo ha apañado en sus desmanes como es el de Estados Unidos
a través de los documentos desclasificados de la CIA, es cosa del pasado. Pues,
a pesar de que Washington haya trazado su quinta frontera en estos tres países de
Centroamérica –Guatemala, Honduras y El Salvador- sus pueblos saben que hay una
mejor variante de desarrollo. Esa inclusiva y de aportación democrática directa
que sus habitantes añoramos pues no deseamos convertirnos en un México
sangriento como lo convirtieron los gobiernos neoliberales del PRI y el PAN,
respectivamente.
Bueno, pero desafortunadamente, la tónica
dominante de este gobierno desde sus inicios ha sido la improvisación, la
ignorancia sobre elementos claves y básicos de la administración del Estado y
la ambición de la gran parte de sus dirigentes y funcionarios por el botín para
pagar facturas políticas e incorporarse a la burguesía. Debilidades propias de
un gobierno capitalista dependiente que por lo mismo tiene que usar la fuerza a
falta de razón y sabiduría y al cual no le importa entregar al capital
extranjero buena parte de nuestros recursos naturales y energéticos.
Estimamos que estos cuatro años serán de
confrontación e ingobernabilidad. De retroceso y lucha. De desgaste acelerado y
violencia institucionalizada. Pero
también de resistencia y organización; de experiencias y crecimiento político e
ideológico para el pueblo.