“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

8/10/12

Tres sonetos de Walter Benjamin

I

Libérame del tiempo del que te retiraste
y de dentro despréndeme tu proximidad
como a las rosas rojas a hora crepuscular
desprende de las cosas el tibio maridaje

benevolencia auténtica y una amarga voz
y el rubor de los labios extraño yo en calma
que vencían las ascuas prietas en ardor
del pelo umbría púrpura en frente acongojada 

y puede negárseme la imagen también 
de ira y alabanza cual fueron en tu entrega
del modo de andar ducal en que has llevado 

la enseña de la cual el emblema tú sondeas
si tan sólo en mí el nombre tuyo sagrado
sin imagen eriges cual infinito amén.

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II


De haber vaticinado al mundo tu estar muerto
en la muerte te hubiera natura precedido
tornaría con inexorable mandamiento
el ser en un eterno olvido

habría en el cielo auroras calmas
a la hora del desliz del vestido de tu cuerpo
cuando tiñó los bosques todos un pesar negro
y la noche cubrió el mar en suave barca

de estrellas forma sin nombre el duelo
en la celeste bóveda a tu mirada
el monumento impiden con un muro espeso

tinieblas primavera nueva en luz alzada
la estación mira en quieta altura de las estrellas
desde la cisterna de tu muerte que espeje

III

Tú alumbrada dicha con qué honda reserva
surgí de él y fui destinado al instante
a ser como la noche en sus ojos fulgurante
el más suave en escalas él del cielo extensas

el rayo a ser que en su visión advierte
junto al que felices los no nacidos yacen
a la mejilla más íntimamente a estrecharme
que flota en el azur cual nube ardiente

que no se diera alas jamás estaba escrito
mi boca si en su canto él no se alzaba
sólo era mi cabeza la última en el anillo

que orando la cuna orlaba en llamas
cómo pudo ocurrir que él se me haya ocultado
mi joven muerte encima llevando de su mano.

Traducción de Héctor A. Piccoli