Traducción del inglés
por Ramón Herrera
El presidente Hugo Chávez, de Venezuela, ha muerto. La
prensa mundial y el Internet fueron inundados con evaluaciones de sus logros –y
éstas van de la alabanza sin fin a la denuncia interminable. Ciertas personas
expresan un grado de alabanza o denuncia más cuidado o restringido. La única
cosa en que todos parecen coincidir es que Hugo Chávez era un líder
carismático.
¿Qué es un líder carismático? Es alguien que tiene una muy
fuerte personalidad, una visión política relativamente clara y una gran energía
y persistencia en impulsar esta visión. Los líderes carismáticos atraen gran
respaldo,
primero que nada en su país. Pero los mismos rasgos de su persona que atraen respaldo son también los que movilizan una oposición profunda hacia sus políticas. Todo esto es cierto en el caso de Chávez.
primero que nada en su país. Pero los mismos rasgos de su persona que atraen respaldo son también los que movilizan una oposición profunda hacia sus políticas. Todo esto es cierto en el caso de Chávez.
La lista de líderes carismáticos a lo largo de la historia
del mundo moderno no es tan larga. Piensen en Napoleón y De Gaulle, en Francia;
Lincoln y F.D. Roosevelt, en Estados Unidos; Pedro El Grande y Lenin, en Rusia;
Gandhi, en India; Mao Tse Tung, en China, y Mandela, en Sudáfrica. Y, por
supuesto, Simón Bolívar. Tan pronto se consulta una lista así son evidentes varias
cosas. Estas personas son líderes controvertidos durante sus vidas. La
evaluación de sus méritos y fallas ha variado constantemente a lo largo el
tiempo histórico. No parecen desaparecer de la visión histórica. Y, por último,
no fueron para nada idénticos en cuanto a su política.
La muerte de un líder carismático siempre crea un vacío de
incertidumbre, en el cual sus simpatizantes intentan garantizar la continuación
de sus políticas institucionalizándolas. Max Weber llamaba a esto la
rutinización del carisma. Una vez rutinizadas, las políticas evolucionan en
direcciones siempre difíciles de predecir. Para evaluar lo que podría pasar en
el futuro inmediato uno tiene que comenzar, por supuesto, haciendo una
evaluación de los logros de Chávez. Pero uno necesita también hacer la
evaluación del rapport de las fuerzas internas y de los contextos culturales y
políticos más grandes en los que Venezuela y América Latina se hallan hoy.
Sus logros parecen claros. Utilizó la enorme riqueza
petrolera de Venezuela para mejorar significativamente las condiciones de vida
de los estratos más pobres –expandiendo su acceso a las instalaciones de salud
y educación–, lo que redujo la brecha entre ricos y pobres de modos muy
notables. Además utilizó la enorme riqueza petrolera para subsidiar las
exportaciones de crudo a un gran número de países, especialmente en el Caribe,
lo que ha permitido que sobrevivan mínimamente.
Es más, contribuyó sustancialmente a construir instituciones
latinoamericanas autónomas –no sólo la Alianza Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América (Alba ), sino la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que agrupa a todos
los países del continente americano, con excepción de Estados Unidos y Canadá,
y el Mercosur (la estructura económica confederada que incluye a Brasil y
Argentina, al que Chávez se unió. No estuvo solo en estos esfuerzos, sino jugó
un papel particularmente dinámico. Fue un papel por el que lo felicitó
constantemente el ex presidente Lula, de Brasil. El gran número de presidentes
de otros países que asistieron a su funeral (unos 34), especialmente de América
Latina, da fe de este aprecio. Al buscar la creación de estructuras
latinoamericanas fuertes por supuesto jugó un papel antimperialista, uno
esencialmente antiestadunidense, y como tal no fue nada querido en Washington.
Debemos resaltar, en particular, el aprecio positivo que el
presidente conservador del vecino Colombia tuvo por Chávez. Esto se debió al
importante y muy positivo papel que Chávez jugaba como mediador entre el
gobierno colombiano y su enemigo: el movimiento guerrillero de largo tiempo,
las FARC. Chávez era el único mediador aceptable por ambos bandos, y él buscaba
una solución política para poner fin a los combates.
Sus detractores lo acusaron de fomentar un régimen corrupto,
autoritario, incompetente económicamente. Sin duda hubo corrupción. Siempre la
hay en cualquier régimen en el que hay dinero abundante. Pero cuando pienso en
los escándalos de corrupción, en el pasado medio siglo, en Estados Unidos,
Francia o Alemania, donde hay aun más dinero, no puedo tomar estos argumentos
demasiado en serio.
¿Fue autoritario su régimen? Ciertamente. Esto es lo que se
obtiene con un líder carismático. Pero de nuevo, a como van los líderes
autoritarios, es notable todo lo que Chávez se refrenó. No hubo purgas
sangrientas o campos de concentración. En cambio, hubo elecciones, que la
mayoría de observadores externos han considerado tan buenas como otras (piensen
de nuevo en Estados Unidos o Italia, o...), y Chávez ganó 14 de 15. No debemos
olvidar tampoco que confrontó un serio intento de golpe de Estado, el cual tuvo
respaldo de Estados Unidos, al que sobrevivió con dificultad. Sobrevivió debido
al respaldo de la gente y del ejército.
Y en cuanto a la incompetencia económica, sí cometió
errores. Y sí, el actual ingreso del gobierno venezolano es menor de lo que era
antes. Pero recordemos que estamos en una depresión a escala mundial. Y casi
todos los gobiernos en el mundo enfrentan dilemas financieros y hacen llamados
a la austeridad. No resulta obvio que un gobierno en las manos de sus
opositores hubiera podido hacerlo mejor en términos de optimizar las entradas
económicas. Lo cierto es que un gobierno en las manos de sus opositores habría
hecho menos por redistribuir internamente la riqueza entre los estratos más
pobres.
La única área en la cual no brilló fue en su continuado
apoyo hacia una política económica extractivista, pasando por encima de las
protestas de los pueblos indígenas en torno al daño ecológico y a sus derechos
en pos de un control autonómico de sus localidades. Pero compartió su falta con
cada uno de los gobiernos del continente americano, sean de izquierda o de
derecha.
¿Qué es lo que puede pasar ahora? Por el momento, tanto los
chavistas como la oposición han cerrado filas, por lo menos hasta las próximas
elecciones presidenciales. Casi todos los analistas parecen concordar en que el
sucesor elegido por Chávez, Nicolás Maduro, ganará estas elecciones. La
cuestión interesante es qué ocurrirá después, primero que nada en cuanto a las
alineaciones internas. Ningún bando deja de tener divisiones internas. Sospecho
que habrá algún barajar de cartas y habrá defecciones en todos los campos hacia
el otro bando. En unos cuantos años veremos un despliegue muy diferente de las
fuerzas.
¿Qué ocurrirá con el socialismo del siglo XXI –la visión que
Chávez tenía de lo que Venezuela necesita hacer en América Latina y por todo el
mundo? Hay dos términos en esta visión. Uno es socialismo. Chávez buscó
rescatar este término del oprobio en el que había caído, debido a las múltiples
fallas incurridas tanto por el comunismo realmente existente como por la
socialdemocracia posmarxista. El otro término es siglo XXI. Éste fue el claro
repudio de Chávez de la tercera y segunda internacionales, y fue un llamado en
pos de repensar la estrategia.
En ambas tareas, Chávez apenas si estuvo solo. Pero su
llamado resonó con gran fuerza. Para mí, este esfuerzo es parte de una tarea mayor
que todos enfrentamos durante esta crisis estructural del capitalismo histórico
y en la bifurcación de dos posibles resoluciones del caos en el que ha caído
nuestro sistema-mundo. Necesitamos debatir cuál es la naturaleza del mundo
mejor que nosotros, o algunos de nosotros, estamos buscando. Si no podemos
clarificar más lo que queremos no es probable que ganemos la batalla ante
aquellos que buscan crear un sistema no capitalista que, sin embargo,
reproduzca los peores rasgos del capitalismo: las jerarquías, la explotación y
la polarización.
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