“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

5/4/13

La interrogación filosófica / ¿Cuál es el sentido del preguntar filosóficamente hoy?

José Antonio Gómez Di Vincenzo

Especial para La Página
Preguntar filosóficamente implica emprender una reflexión, volver hacia lo pensado, repensar lo pensado. Es más un repreguntar insidioso, molesto, quisquilloso. Que implica también, ir más allá de lo pensado, cuestionar, interpelar, preguntar-se sobre la posibilidad del pensar, sobre las condiciones que hacen posible el pensar, sobre el suelo en el cual el pensar se asienta. En este sentido, resulta fundamental discutir las condiciones del pensar y su relación con el contexto en el que ese pensar se hace posible, ese suelo donde surge condicionado un pensamiento, una pregunta, el problema y su solución. Pero también, es un preguntar no ensimismado que se abre y en esa apertura busca al otro en su pensar, en su propia praxis.

Es esta una primera dimensión de la cuestión, dimensión sincrónica. Hay otra, la dimensión diacrónica, la que implica preguntar acerca de los sistemas de pensamiento, acerca de las capas de pensamiento. Es como un ir más allá – o mejor- más hacia lo profundo. Es un proceder que de ninguna manera consiste en una mera compilación o una historia de las ideas sino un procedimiento que involucra dilucidar los marcos que posibilitaron el surgimiento de tales respuestas y no otras.

Pensar la pregunta filosófica es preguntarse en situación, es efectuar un giro hiperbólico y si se quiere una espiral. Giro hacia el preocupar-se mismo, pero también, hacia el pensar en su relación dialéctica con la acción. Es interpelar la realidad para su transformación. Un demandar respuestas que hace crujir, que retuerce, contorsiona, busca nudos para deshacer embrollos, se aventura en los pliegues para hurgar en la trama. Preguntar es formular problemas concretos, esos que nos asaltan en la vida real y buscar vías de acción para su solución.

Por último, interrogar filosóficamente es preguntar por eso que hace posible la historia, la política, la ética, la economía, cualquier saber o filosofía como resultado de un preguntar suturado en otro tiempo pero revitalizado por tal o cual tradición. Y a la vez, es un preguntar en diálogo permanente con las disciplinas.

En definitiva, preguntar y pensar filosóficamente es más un filosofar vivo que un estudio de la filosofía, es ir más allá de una hermenéutica o una filología para asentarse en el extremo más duro y fértil del cuestionar mismo.

¿Y por qué preguntar filosóficamente? Porque paradógicamente parece que todas las respuestas fueron ya dadas.