Leon Trotsky ✆ Frida Kahlo |
Hoy más que nunca contrasta lo moderno y ultramoderno del
capitalismo con la presencia en su seno de las “formas económicas más
primitivas” Y hoy, tal como lo evidencia el proceso hacia la revolución en
Venezuela, y como apuntan los procesos de reformas anti-neoliberales en otros
países, la lucha consecuente contra los modelos neoliberales exige de cambios
permanentes, ascendentes, ininterrumpidos, potenciados en el sentido
anti-capitalista por fuerzas creadoras de conciencia
socialista.
socialista.
Allí las consignas movilizadoras, sentidas y anheladas por
los (as) de abajo, e impulsadas por el bloque social transformador, se
expresan-o deben expresarse- dentro de una vía de aproximación a cambios
estructurales capaces de eliminar las causas profundas de su negación a base de
conciencia, lucha y organización. Y si no el proceso se estanca y retrocede.
Porque ciertamente hay reformas y reformas: unas funcionales,
asimilables o potables al orden dominante en crisis y otras generadoras de
dinámicas revolucionarias.
Y estas últimas, bien asumidas- como lo [estuvo] haciendo Chávez
[y ahora Nicolás Maduro] en Venezuela- no tardan en poner a la orden del día la necesidad de una
transición al socialismo adecuada a la condición de país recolonizado a lo
neoliberal y con estructuras capitalistas dependientes combinadas con variados
niveles de atraso y pre-capitalismo. Y esto a su vez genera más
contrarrevolución, como también acontece ahora en Venezuela.
Esa curiosa dialéctica entre las tareas pre-socialistas y
socialistas de la revolución en países de la periferia del capitalismo central,
fue magistralmente expuesta por León Trosky hace ya casi un siglo. Veamos:
“Los países coloniales y semi-coloniales son por su misma naturaleza países atrasados. Pero estos países atrasados viven en las condiciones de la dominación mundial del imperialismo. Es por eso que su desarrollo tiene un carácter combinado: reúnen al mismo tiempo las formas económicas más primitivas y la última palabra de la técnica y de la civilización capitalista. Esto es lo que determina la política del proletariado de los países atrasados: está obligado a combinar la lucha por las tareas más elementales de la independencia nacional y la democracia burguesa con la lucha socialista contra el imperialismo mundial. Las reivindicaciones democráticas, las reivindicaciones transitorias y las tareas de la revolución socialista no están separadas en la lucha por etapas históricas sino que surgen inmediatamente las unas de las otras. Habiendo apenas comenzado a edificar sindicatos el proletariado chino se vio ya obligado a pensar en los soviets. En este sentido, el presente programa es plenamente aplicable a los países coloniales y semi-coloniales, al menos en aquellos que el proletariado es ya capaz de tener una política independiente.”
“Los problemas centrales de los países coloniales y semi-coloniales son: la revolución agraria, es decir, la liquidación de la herencia feudal y la independencia nacional, es decir, el sacudimiento del yugo imperialista. Estas dos tareas están estrechamente ligadas la una a la otra.”
“Es imposible rechazar pura y simplemente el programa democrático; es necesario que las masas por sí mismo sobrepasen este programa en la lucha. La consigna de la Asamblea Nacional (o Constituyente) conserva todo su valor en países como la China o la India. Es necesario ante todo armar a los obreros de este programa democrático. Sólo ellos pueden levantar y unir a los campesinos. Sobre la base del programa democrático revolucionario es necesario oponer los obreros a la burguesía “nacional”. A una cierta etapa de la movilización de las masas bajo las consignas de la democracia revolucionaria, los soviets pueden y deben surgir. Su rol histórico en cada período dado, en particular su relación con la Asamblea Nacional, está determinado por el nivel político del proletariado, por la ligazón entre éste y la clase campesina, por el carácter de la política del proletariado. Tarde o temprano los soviets deben derribar a la democracia burguesa. Sólo ellos son capaces de llevar hasta el final la revolución democrática y abrir así la etapa de la revolución socialista.”
“El peso específico de las diversas reivindicaciones democráticas y transitorias en la lucha del proletariado, su ligazón recíproca, su orden de sucesión, está determinado por las particularidades y condiciones propias de cada país atrasado, en una parte considerable, por su grado de atraso. No obstante la dirección general del desarrollo revolucionario puede ser determinada por la fórmula de la revolución permanente en el sentido que definitivamente han dado a esta fórmula las tres revoluciones de Rusia (1905, febrero de 1917 y octubre de 1917).” (León Trotsky.- Fragmentos del “Programa de Transición”.- Tomado del libro Introducción al Pensamiento Socialista de Néstor Kohan, Págs. 123 y 124. Editora Ocean Sur, 2007)
Nueva vez, la propuesta de asamblea constituyente, junto al
programa alternativo al modelo neoliberal de capitalismo, cuando son asumidas
por el nuevo proletariado y la gran pobresía (de la que éste es parte
inseparable), se convierten en bandera de la transición revolucionaria al
socialismo; ahora hacia un socialismo renovado, recreado, enriquecido a luz de
las valiosas experiencias y lecciones acaecidas en el Siglo XX.
Nueva vez se confirma el certero análisis de Trosky en esa
vertiente de un debate todavía actual. Y no solo se trató del valor de sus
reflexiones respecto a tan importante problema de la revolución en países de
capitalismo atrasado, sino tambien en lo concerniente al valor de sus críticas
en todo lo relacionado con el curso y el destino de la revolución soviética.
Por eso no es nada caprichoso ni accidental que en aquel
momento un pensador tan herético y creador como José Carlos Mariategui, sin
dejar de reconocer toda la validez práctica de la conducción de Stalin en ese
momento, como dirigente profundamente vinculado al sentido ruso de la naciente
revolución, hablara en los siguientes términos de aquella ruptura política que
condujera al exilio de Trotsky:
“Trotsky, desterrado de la Rusia de los Soviets: he aquí un acontecimiento al que fácilmente no puede acostumbrarse la opinión revolucionaria del mundo. Nunca admitió el optimismo revolucionario la posibilidad de que esta revolución concluyera, como la francesa, condenando a sus héroes. Pero, sensatamente, lo que no debió jamás esperarse es que la empresa de organizar el primer gran Estado socialista fuese cumplida por un partido de más de un millón de militantes apasionados, con el acuerdo de la unanimidad más uno, sin debates ni conflictos violentos.”
“La opinión trotskista tiene una función útil en la política soviética. Representa, si se quiere definirla en dos palabras, la ortodoxia marxista, frente a la fluencia desbordada e indócil de la realidad rusa. Traduce el sentido obrero, urbano, industrial de la revolución socialista. La revolución rusa debe su valor internacional ecuménico, su carácter de fenómeno precursor del surgimiento de una nueva civilización, al pensamiento que trotsky y sus compañeros reivindican en todo su vigor y consecuencias. Sin una crítica vigilante, que es la mejor prueba de la vitalidad del partido bolchevique, el gobierno soviético correría probablemente el riesgo de caer en un burocratismo formalista, mecánico. Pero, hasta este momento, los hechos no dan la razón al trotskismo desde el punto de vital de su aptitud para reemplazar a stalin en el poder con mayor capacidad objetiva de realización del programa marxista.” (José C. Mariategui.-El exilio de Trosky, La imaginación subversiva, Pág. 73, Colección Pensamiento Latinoamericano, Editorial Quipo).
Y todo esto nos remite al inmenso valor de la diversidad
revolucionaria y al daño estratégico implícito en las respuestas despóticas a
las divergencias dentro del campo revolucionario.