- El próximo día 24 de agosto se cumplen setenta años de la muerte de esta íntegra mujer.
Simone Weil ✆ Shoshana Kertesz |
Su vida fue corta pero intensa, tan intensa que podría
establecerse que equivalió a más de diez vidas, digamos que, normales. Ya desde
su niñez mostró un espíritu sorprendentemente singular e independiente: lectora
impenitente, sin preocuparse
apenas por su cuerpo ni por las pasiones (el amor y la amistad), y comiendo como un pajarito y hasta limitando sus comidas en solidaridad con los soldados del frente, en la primera guerra mundial.
Luego repetiría el gesto pensando en las víctimas del régimen del mariscal Pétain o en los combatientes de la guerra civil del 36. Tras sus estudios de bachiller entró con calificaciones brillantes en la prestigiosa École Normale Supérieure en donde fue compañera de otra Simone, de Beauvoir. Acabados los estudios de filosofía-ya en el liceo le había influenciado Alain a quien había tenido de profesor- sacó la agregaduría y dio clases en varios liceos, siendo su comportamiento discordante para con las rígidas normas de las autoridades académicas, que no para las alumnas ni sus padres; esas desviaciones le supusieron ser destinada a distintos lugares; por aquella época se le conocía como la “virgen roja”, pues se unía a las manifestaciones y mítines obreros llevando la bandera, y participando activamente. Ya desde estos inicios militantes siempre mostró un compromiso furioso al tiempo que un individualismo, que no egoísmo, solidario.
apenas por su cuerpo ni por las pasiones (el amor y la amistad), y comiendo como un pajarito y hasta limitando sus comidas en solidaridad con los soldados del frente, en la primera guerra mundial.
Luego repetiría el gesto pensando en las víctimas del régimen del mariscal Pétain o en los combatientes de la guerra civil del 36. Tras sus estudios de bachiller entró con calificaciones brillantes en la prestigiosa École Normale Supérieure en donde fue compañera de otra Simone, de Beauvoir. Acabados los estudios de filosofía-ya en el liceo le había influenciado Alain a quien había tenido de profesor- sacó la agregaduría y dio clases en varios liceos, siendo su comportamiento discordante para con las rígidas normas de las autoridades académicas, que no para las alumnas ni sus padres; esas desviaciones le supusieron ser destinada a distintos lugares; por aquella época se le conocía como la “virgen roja”, pues se unía a las manifestaciones y mítines obreros llevando la bandera, y participando activamente. Ya desde estos inicios militantes siempre mostró un compromiso furioso al tiempo que un individualismo, que no egoísmo, solidario.
La obrera
Dejó la enseñanza para ingresar en una fábrica a trabajar de
obrera con el fin de conocer en su propia carne la “condición obrera”. Entre
otros puestos, ocupó el de fresadora en la Renault. Sus contactos se
multiplicaban en los ambientes trotskistas (conoció al líder bolchevique ruso
en París manteniendo arduas disputas con él), con otras tendencias marxistas y
con la corrientes libertarias con las que se hallaba más identificada. Ajena a
todo dogmatismo y pensamiento anquilosado, su espíritu crítico y su creatividad
hacían que siempre resultase molesta debido a que no callaba y que argumentaba
sus objeciones con una destacada inteligencia; llegando a mostrar desacuerdos
hasta con su propia persona. Ya desde la experiencia obrera recibió “la marca
del esclavo, semejante a la marca del hierro candente que los romanos aplicaban
en la frente de sus esclavos más despreciados. Desde entonces-afirmaba- me he
considerado a mí misma una esclava”. Nunca le abandonó la huella de aquella
etapa en la que vivió en primera persona la vida de los de abajo, viendo cómo
se resentía su salud y dejando constancia de la ‘condición obrera’ en
memorables textos. La tarea que ella pensaba que debían cumplir los
intelectuales era la de tratar de educar a la clase obrera, integrándose con
ellos, y así desalinearles, haciéndoles salir del espíritu gregario. Por
entonces se reforzó en ella igualmente su posicionamiento con los de abajo, con
los parias, con los fugitivos, con los extranjeros, con los oprimidos, etc.
La miliciana
En 1936, al darse el alzamiento fascista de Pirineos para
abajo, tomó el primer tren que pilló con destino a Barcelona y allá se puso en
contacto con los anarquistas con los que se incorporó a la lucha, en la columna
Buenaventura Durruti, en el frente de Aragón. Quiso la suerte que sólo
permaneciese en las trincheras dos meses ya que pisó una cazuela cuyo contenido
le cayó encima quemándola y teniendo que ser trasladada a un hospital, en
Sitges, y posteriormente enviada a su país. Decía “suerte” ya que prácticamente
todos aquellos compañeros combatientes cayeron al poco en el campo de batalla .
Su fe en la revolución y en el ideario anarquista se vieron debilitados, no
obstante, tras su experiencia guerrera, al constatar que en el fragor del
combate hasta los más honestos luchadores recurrían a usar los mismos métodos que
sus enemigos; en todo momento trató de mediar con el fin de evitar
fusilamientos que esta “santa laica” -que dijese Michel Serres- juzgaba
desmedidos.
La judía
En su país, tras algunos trabajos en el campo, intentó
reingresar en la enseñanza. Las autoridades de Vichy habían puesto en pie unas
leyes raciales que le iban a impedir ser admitida por su condición de judía. En
una carta, que incomodó al menos a muchos judíos, dirigida al ministro del
interior le preguntaba a ver qué era eso de ser judío ya que si de religión se
trataba, ella de eso nada, si era cuestión de tener no sé cuántos abuelos de
tal condición (en Alemania era distinto el número) el criterio era de una
arbitrariedad absoluta, además de que sus antepasados siempre habían vivido en
Francia y suponer que procedían de Palestina era mucho suponer. Se ha solido
criticar a Simone Weil por su insensibilidad ante la situación de los judíos en
aquellos años oscuros-igual que luego pasaría con otros judíos ilustres que se
opusieron a la empresa colonial sionista: Karl Popper y Hannah Arendt, por
ejemplo- si bien sus palabras son de una pertinencia y actualidad absolutas.
Precisamente con Arendt se le ha emparejado más de una vez por varias
coincidencias: ser mujeres, judías, perseguidas y cuya preocupación fundamental
es la política (recomendable resulta el encuentro /desencuentro que organiza
entre ellas dos Roberto Esposito en su 'El origen de la política.
¿Hannah Arendt o Simone Weil?'. Paidós, 1999).
La resistente
Al final hubo de huir con sus padres a Marruecos en donde
fue recluida por un breve tiempo en un campo de acogida(?). Más tarde se
embarcaron los tres hacia Nueva York. No podía, no obstante, nuestra mujer
permanecer impasible cuando al otro lado del Atlántico se libraba una salvaje guerra
provocada por el nazifascismo; se negó a aceptar la nacionalidad americana ya
que le parecía un lujo escapista y cobarde teniendo en cuenta la situación que
se estaba viviendo en el Viejo Continente. Ya en Europa intentó en varias
ocasiones incorporarse a arriesgadas tareas de sabotaje o lo que fuese en la
resistencia interior; tales propósitos fueron frenados por la jefatura de la
Resistencia instalada en Londres, con De Gaulle a la cabeza, por juzgarlos
suicidas ya que su condición de judía le haría presa fácil para los sabuesos
fascistas, además de que su precario estado de salud no le permitían grandes
esfuerzos. Habiendo sido admitida en la red Francia Libre se le destinó a
tareas más bien burocráticas lejos del frente de batalla lo que enfureció a la
mujer e hizo que rompiese sus relaciones con el nombrado general y su
camariila, quienes la conocían como 'la loca'.
No llegó a vivir ni diez meses en la capital inglesa ya que
su salud se deterioraba de manera creciente. Ingresada en un hospital se le
diagnosticó tuberculosis, enfermedad que a la sazón se curaba a base de
abundante comida rica en calorías. La paciente se empeñaba en no comer o comer
lo equivalente a lo que comían sus compatriotas oprimidos por el régimen del
mariscal Pétain. Así murió en el sanatorio de Ashford, el 24 de agosto de 1943.
Hablar de anorexia en el caso que nos ocupa- como se ha hecho en más de una
ocasión- es de una falta de rigor de libro, ya que desde luego nada le
inclinaba a dejar de comer por cuestiones estéticas, pues su cuerpo le
importaba un comino sino por razones de solidaridad, pues esta mujer pertenecía
al conjunto de los 'solitarios solidarios' de los que hablase
José Bergamín. Existe un libro en el que, entre otras cosas, se aclara a fondo
este aspecto apoyándose en los testimonios de alguien que también vivió
aquellos años oscuros en Londres, Anna Freud (Simone Weil, del psiquiatra
Robert Coles. Editado por Gedisa).
La mística
Quedaría cojo este retrato si se olvidase la vena mística de
esta dama que sintió varias ‘iluminaciones’ que la llevaron a convertirse en
una mística a su modo y manera (sin hacer caso a aquello de que fuera de la
Iglesia no hay salvación, ni fuera del Partido tampoco); ella siempre comenzó
según su libre albedrío, más allá de cualquier tipo de obediencia o sumisión.
Tres episodios marcaron-según contaba ella misma- ese giro: una colorida
procesión en Portugal, una visita a una capilla de Asís y la audición de los
cantos gregorianos en la abadía benedictina de Solesmes. La figura de Cristo,
que ella completaría en un sincretismo que acercaba una visión cercana al
gnosticismo, al taoísmo, y al hinduismo.
Sus últimos años se vieron acompañados de profundas lecturas
de San Juan de la Cruz, de Santa Teresa de Jesús, de lecturas de literatura e
historia griega y latina…y escritos balanceando entre Jesús y Platón, que se
venían a unir a sus textos sobre temas sindicales, obreros, coloniales,
anti-bélicos. Quien quiera acercarse a la obra de esta mujer que fue extranjera
en vida, y poco conocida tras su temprana muerte, ha de saber que editorial
Trotta tiene casi toda su obra traducida…leyendo sus ‘Cuadernos’, y otros
textos, “se nos aparece- en palabras
de Pietro Citati- maravillosamente joven,
fresca, virginal […] Su gloria permanece equívoca: una intelectual, una
reformadora religiosa al margen de la Iglesia. Nadie la considera por lo que
es: una gran escritora”, a lo que podría añadirse que fue el ejemplo más
claro-por utilizar las palabras de Christiane Rangé- del coraje puesto al
servicio de lo imposible.