Foto: Cuatel de la Montaña |
A mí me conmueve incluso ahora, casi un día después,
escribir estas líneas para compartir con tantos militantes anti-imperialistas
concientes de la inmensa labor hecha por Chávez en el combate al imperio que le
llevó su vida. En el momento en que pasé al lado de su tumba, y pude darle un
postrero abrazo al frío mármol que lo protege, me embargó, y todavía no me
abandona, un volcánico sentimiento de tristeza, dolor y rabia. Una rabia que
pocas veces sentí en mi vida y que me llevó a pensar -o a alucinar- que si se
descubriese quien fue el autor material de la muerte de Chávez (porque cada día
estoy más convencido de que lo mataron) me presentaría como voluntario para
cumplir con la pena capital que cualquier corte seguramente impondría para
integrar el pelotón de fusilamiento que pusiera término a la vida del canalla
que asesinó a nuestro amigo.
Declaro que no soy partidario de la pena de muerte, pero un
magnicidio de tan enorme trascendencia para las luchas de nuestros pueblos puso
en crisis, la solidez de aquella convicción. La emoción y la rabia, esa mezcla
explosiva de dolor y furia, obedecía también a la comprobación física de que
quien siempre me recibía con una sonrisa y que invariablemente entremezclaba
una broma con un razonamiento profundo y luminoso, ya no estaba más entre
nosotros. Y que se trata de una pérdida irreparable.
Hoy ví en Telesur una re-edición de uno de sus “Aló
Presidente”, y la brillante forma como explicó la lógica del capitalismo, la
transformación de los valores de uso en valores de cambio y por lo tanto en
mercancías, y la inexorable consecuencia que este proceso tiene al organizar y
profundizar la explotación de los trabajadores, el reparto de la plusvalía
entre distintas fracciones de la burguesía y el empobrecimiento de la
población, degradada al rango de simple portadora de fuerza de trabajo, me dejó
estupefacto. En pocas palabras y con un lenguaje llano, y directo, comprensible
para el pueblo, y sumamente persuasivo sintetizó brillantemente lo que Marx
escribiera, por supuesto en El Capitalo en el pequeño texto sobre “Trabajo
asalariado y capital”; o lo que Engels explicara en el Anti-Duhring.
Ese es el hombre que nos quitaron. Un imprescindible, como
diría Brecht, que luchaba siempre, todos los días. Su ejemplo refuerza aquello
que dijera Fidel: aunque nos digan que el mundo podría acabarse en pocos años,
nuestra obligación debe ser luchar, luchar sin pausa, porque el enemigo
imperialista y sus lacayos colonizados no descansan. A diferencia de muchos
“izquierdistas posmodernos” ellos sí creen que la lucha de clases es permanente
y omnipresente. Por eso, ¡a redoblar los esfuerzos, a mejorar nuestra
organización y a enriquecer nuestra conciencia política. ¡Se nos acercan
tiempos muy tormentosos!