La calle ✆ Michal Dziekan |
El uso de la palabra “grotesco” comenzó en el Renacimiento
por ser éste contrario al canon estético predominante de un cuerpo simétrico,
perfecto, acabado y aislado de las funciones vitales del ser humano: la
fertilidad, el nacimiento, la vejez, la muerte. Esta denominación remite
necesariamente a Mijaíl Bajtin [1]: filósofo y teórico de la lengua. En una
de sus principales obras; La cultura
popular en la Edad Media y en el Renacimiento explica la importancia y
la “evolución” de la misma. En los siguientes párrafos explicaremos de manera
sucinta lo que Bajtin expone sobre el tema.
En el centro de la discusión se encuentra la cultura cómica popular, menciona el autor que generalmente el estudio de lo popular se ocupa sólo de una parte de éste, la risa es sobre todo lo menos estudiado. Señala además, que se ha estudiado de forma errónea a ésta porque se le mira de forma anacrónica, es decir, miramos con ojos actuales las cuestiones del pasado sin situarlas espacial y temporalmente, lo cual imposibilita dimensionar de manera correcta su papel en el contexto medieval y renacentista, en este punto espacio-temporal la risa es antípoda de la “cultura oficial”.
Las formas que adoptaba la risa eran múltiples, sin embargo,
es posible organizarlas como sigue:
Formas y rituales del espectáculo
Obras cómicas verbales
Diversas formas y tipos de vocabulario familiar y grosero
La risa acompañaba todos los aspectos de la vida. Llama la
atención que conviven a la par las formas oficiales y estas manifestaciones que
representaban otra visión, había, dice el autor, una “dualidad del mundo”. Es
menester mencionar que es hasta que surge una institución como el Estado que se
le relega como lo “no oficial”.
El carnaval se relaciona con las formas animadas y
artísticas de las imágenes, también tiene un carácter público. ¿Por qué a pesar
de la instauración de las fiestas oficiales (del Estado y de la Iglesia),
siguieron fomentándose aquellas que no lo eran? La respuesta es que las fiestas
oficiales tienen como función perpetuar el orden existente, es decir, siguieron
fomentándose porque creaban otra realidad, una realidad donde todos eran
iguales y por lo tanto se incrementaba la proximidad con “el otro”.
El autor señala que la risa posee tres características: 1)
es del pueblo: porque todos ríen, 2) es universal: porque contiene a todas las
cosas y a todo tipo de gente, 3) es ambivalente porque es alegre y burlona.
Por otro lado se encuentran las obras verbales tenían
la función de ser festivas y recreativas, son la cosmovisión escrita de la
cultura popular, se escribían en latín y en lengua vulgar. Entre las primeras
se encuentran: Joca monacorum,
parodia sacra, disputas y diálogos paródicos así como las crónicas
paródicas. En las segundas de encuentran: plegarias paródicas, homilías,
canciones de Navidad, novelas de caballería paródica, así como la dramaturgia
cómica.
Otro aspecto relevante era el vocabulario familiar y
público dentro del cual se encontraban géneros inéditos, cambios de
sentido, eliminación de algunas formas, groserías, blasfemias y obscenidades.
Todo lo anterior es para señalar que Rabelais[2] utiliza estos elementos para
caracterizar sus obras. Las obras con esos elementos han sido denominados realismo
grotesco, cuya esencia radica en trasladar lo elevado a lo terrenal (lo
corpóreo y lo material), y posee además un carácter dual: positivo y negativo.
La cultura popular es dinámico, representa la digresión, transgresión; la
parodia es utilizada principalmente para relativizar y criticar la “cultura
oficial”.
En contraste, a lo largo de la Historia comienza a
prevalecer el aspecto negativo, pues se combina el aspecto cómico popular con
una concepción burguesa de un determinado modo de existencia. Uno de los
principales aspectos de lo cómico medieval, que se ha delimitado bajo el
término de “lo grotesco”, es el cuerpo, un cuerpo inacabado, imperfecto y en
conexión con el mundo. En tiempos recientes, la risa, la parodia, la grosería,
han perdido su ambivalencia y se ha decantado el sentido positivo y
regenerador.
Tras el surgimiento del Renacimiento aparece junto con él la
concepción de lo “moderno”, que aunado al creciente aumento de la burguesía
comienza ha configurarse un determinado modo de vida que se considera ideal o
deseable.
Se resalta que es posible encontrar dos cánones en el
pasado: el grotesco y el clásico, y es gracias al predominio del segundo sobre
el primero que esta concepción negativa ha llegado a nuestros días. Con el paso
del tiempo el primero fue perdiendo la dignificación del cuerpo inacabado e
imperfecto para convertirse, según la opinión predominante, en lo “bárbaro”,
pero al mismo tiempo perdió lo carnavalesco y se fue empobreciendo porque
perdió el contacto con lo popular al convertirse en tradición literaria, que a
su vez se dividió en lo “arabesco” (ornamental) y lo “burlesco”
(literario).
En el prerromántico y el Romanticismo revive, porque ambos
están impregnados de la Edad Media, sin embargo revive con muchos matices. La
percepción de lo grotesco como negativo se acentúa en las teorizaciones del
tema. Lo grotesco es:
Schlegel: arabesco
Jean-Paul: la ridiculización del mundo
Víctor Hugo: la deformidad
Hegel: la mezcla de los heterogéneo y lo exagerado
Fischer: lo risible y lo cómico
Schneegans: una sátira negativa
Y posteriormente Kyser (1957) lo refuerza con su teoría
general sobre lo grotesco. En el siglo XX es retomado el tema en dos
vertientes: el grotesco modernista y el grotesco realista.
El autor intenta señalar que es necesario no perder de vista
que lo grotesco va unido a la cultura popular, así como de la cosmovisión
carnavalesca. La función de lo grotesco es:
“…liberar al hombre de las formas de necesitad inhumana en que se basan los ideales convencionales…la risa y la cosmovisión carnavalesca, que están en la base de lo grotesco, destruyen la seriedad unilateral y las pretensiones de significación incondicional e intemporal y liberan a la vez, la conciencia, el pensamiento y la imaginación humanas, que quedan así disponibles para el desarrollo de nuevas posibilidades.” (Bajtin 50)
En conclusión, la cultura oficial es uniformadora, es
solemne, normativa y tiene apariencia de verdad eterna e inmutable. En cambio
la cultura popular es lo heterogéneo, lo diverso, lo anti normativo: la risa,
la parodia, la crítica, la carnavalización y la fiesta son zonas de resistencia
a la cultura oficial, se renueva constantemente, desmitifica el poder,
desorganiza la autoridad y libera voces alternativas
Bibliografía
Mijail Bajtin: “Introducción”, a La
cultura popular en la Edad Media y el
Renacimiento, Alianza, Madrid, 1998
[1] (1895-1975). A diferencia de los
teóricos de la época que estudian la obra por sí misma, Bajtin propone que el
estudio de la misma se haga inscribiéndola en el contexto social. Fue
perseguido por el estalinismo y exiliado de la URSS. Su obra se difundió en
pequeños grupos, y no es sino hasta los años 60´s que comienza a ser difundida
[2] François Rebelais fue un humanista
francés nacido en 1494, fue considerado como un autor “vulgar” porque sus
escritos trataban sobre las costumbres del pueblo, sobre lo carnavalesco.
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