Moshé Machover | Después de la Primera Guerra
Mundial y la Revolución de Octubre, la mayoría de los marxistas revolucionarios
que no habían sido arrastrados por el torbellino patriótica que acabó con la
Segunda Internacional se reagruparon en los partidos comunistas afiliados a la
Internacional Comunista.
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Por un lado, la burguesía internacional, ahora
bajo un liderazgo estadounidense cada vez más consolidado, adoptó el principio
de la autodeterminación nacional, a instancias de Woodrow Wilson:
"Se deben respetar las aspiraciones nacionales; los pueblos pueden ahora ser dominados y gobernados sólo por su propio consentimiento. 'La autodeterminación' no es una mera frase. Es un principio fundamental de acción, que a partir de ahora los estadistas solo podrán ignorar a su costa". (2)
Los pueblos coloniales habían sido excluidos
expresamente del derecho a la libre determinación un mes antes por el propio
Wilson, en su famoso programa de 14 puntos, y se les ofreció hipócritamente un
dulce como premio de consolación. El quinto punto de Wilson establecía:
"Un arreglo libre, con mente abierta, y absolutamente imparcial de todas las reivindicaciones coloniales, basado en una estricta observancia del principio de que en la solución de todas las cuestiones de soberanía los intereses de las poblaciones en cuestión debe tener el mismo peso que las aspiraciones de equidad del gobierno [colonial ] cuyo derecho habrá que evaluar". (3)
Pero en Europa los vencedores imperialista
consideraron que la formación de Estados nacionales burgueses a partir de las
ruinas de los antiguos imperios continentales podría servir a sus intereses, y
fomentaron la autodeterminación nacional de forma activa en los países antes
dominados del difunto Imperio Austro-húngaro, así como a las del antiguo
Imperio Ruso, que no fueron incorporadas al nuevo estado soviético.
Por otro lado, la primera constitución del
Estado soviético (1918) concedía a los "obreros y campesinos" de cada
uno de sus pueblos, "el derecho a decidir... en las sesiones plenarias de
sus soviets […] si desean participar, y sobre qué bases, en el gobierno federal
y otras instituciones soviéticas federales". (4) Para la mayoría del
movimiento comunista, esta disposición un tanto vaga resolvía el problema de
estas nacionalidades. (5)
De un modo u otro, la mayoría de las
nacionalidades de Europa Central y del Este, cuyo derecho a la libre
determinación había sido objeto de debate en la Segunda Internacional, contaban
ya con sus propios estados burgueses independientes o habían sido felizmente
liberadas por la Revolución de Octubre. La cuestión de estas nacionalidades fue
eclipsada en los debates del Comintern por la cuestión colonial.
Aliados coloniales
Pero ahora se creía que la lucha de liberación
de los pueblos coloniales tenía una importancia estratégica inmediata. Lo que
no había sido el caso en la época de la Segunda Internacional, cuando incluso
la izquierda, decididamente opuesta al colonialismo, tendía a asumir que la
revolución socialista en los países desarrollados anunciaría la liberación de
los pueblos coloniales y semi-coloniales. Ahora se atribuía a la lucha de
liberación de estos pueblos un papel activo para ayudar a derribar el orden
capitalista mundial y facilitar la victoria del socialismo.
Este importante cambio de política se apoyó en
una combinación de nociones teóricas relacionadas entre sí, promovidas por
Lenin y sus camaradas, sobre la naturaleza de la época en que vivían y la
situación internacional después de la guerra. En primer lugar, existía la idea
de que el imperialismo era una nueva fase del capitalismo. En segundo lugar,
que esta fase era terminal. Y en tercer lugar, que la revolución rusa no era más
que el acto inaugural, que marcaba el comienzo de un levantamiento
revolucionario a escala global.
La creencia de que el imperialismo era un
fenómeno reciente, originado en las últimas décadas del siglo XIX, era
compartida por Lenin y otros marxistas contemporáneos que habían escrito sobre
el tema, incluyendo Parvus, Hilferding y Luxemburgo; una idea que se remonta a
Kautsky, el teórico marxista más influyente de la Segunda International. (6)
Pero Lenin fue más lejos en su visión de esta fase, que creía el anuncio de la
inminente desaparición del capitalismo. Su famoso panfleto, escrito en 1916 y
publicado a mediados de 1917, se titula El imperialismo, fase superior del
capitalismo. ¿"Fase superior" significaba "superior hasta
ahora" o "terminalmente superior"? Lenin tenía en la cabeza este
último significado como confirma un comentario que hace al final del folleto:
"De todo lo que se ha dicho en este libro sobre la esencia económica del
imperialismo, se deduce que hay que calificarlo de capitalismo en transición,
o, más precisamente, de capitalismo moribundo". (7)
"Moribundos" significa "a punto
de morir" o en "fase terminal". Por otra parte, en los primeros
años de la posguerra parecía bastante plausible. No parecía irracional esperar
que la Revolución de Octubre fuese seguida por levantamientos revolucionarios
socialistas en los países capitalistas avanzados.
En esta nueva lucha en todo el mundo, los
movimientos de liberación de las colonias serían aliados objetivamente
importantes de la revolución socialista, ya que se alineaban contra un enemigo
común: el imperialismo. Aun cuando esos movimientos de liberación fuesen
dirigidos por elementos burgueses o pequeño-burgueses y tuviesen objetivos
nacionalistas 'democrático-burgueses', debilitarían en cualquier caso al
imperialismo mundial y de ese modo ayudarían a lograr la desaparición del
capitalismo moribundo.
Un documento clave que expresa estas ideas de
Lenin es el Proyecto de tesis sobre las cuestiones nacionales y coloniales para
el Segundo Congreso de la Internacional Comunista, de 5 de junio de 1920. (8)
En este documento Lenin aborda brevemente la cuestión de las minorías
nacionales y las naciones dominadas en los países capitalistas avanzados y
menciona explícitamente dos ejemplos: Irlanda y los negros americanos (¡!),
pero su atención se centra en las colonias:
"La situación política mundial ha situado a la dictadura del proletariado en el orden del día. Los acontecimientos políticos mundiales se concentran necesariamente en un solo objetivo: la lucha de la burguesía mundial contra la República Soviética de Rusia, alrededor de la cual se agrupan, inevitablemente, por una parte, los movimientos soviéticos de los obreros avanzados de todos los países, y, por el otros, todos los movimientos de liberación nacional en las colonias y de las nacionalidades oprimidas, que están aprendiendo de la amarga experiencia que su única salvación reside en la victoria del sistema soviético sobre el imperialismo mundial.
En consecuencia, no es posible en la actualidad limitarse a un mero reconocimiento o proclama de la necesidad de una alianza más estrecha entre los trabajadores de las diversas naciones: es necesaria una política que logre esa alianza más estrecha, con la Rusia soviética, de todos los movimientos de liberación coloniales y nacionales. La forma de esta alianza debe estar determinada por el grado de desarrollo del movimiento comunista en el proletariado de cada país, o del movimiento de liberación democrático-burguesa de los obreros y campesinos en los países atrasados o entre las nacionalidades atrasadas".
Lenin deja claro que la "estrecha
alianza" que defiende es temporal y condicional, de ninguna manera una
fusión. Los comunistas deben mantener su independencia programática y
organizativa:
"Con respecto a los estados y naciones más atrasadas, en las que aun predominan las relaciones feudales o patriarcales y campesino-patriarcales, es especialmente importante tener en cuenta: ...la necesidad de la lucha contra el clero y otros elementos reaccionarios y medievales influyentes en los países atrasados;la necesidad de combatir el pan-islamismo y tendencias similares, que se esfuerzan en combinar el movimiento de liberación contra el imperialismo europeo y americano con un intento de reforzar las posiciones de los khan, terratenientes, mulás, etc ...la necesidad de una lucha decidida contra los intentos de dar una coloración comunista a las tendencias de liberación democrático-burguesas en los países atrasados; la Internacional Comunista debe apoyar a los movimientos nacionales democrático-burgueses en los países coloniales sólo con la condición de que, en estos países, los elementos de los partidos proletarios futuras, que serán comunista no sólo de nombre, se agrupen y se formen en la comprensión de sus tareas especiales : es decir, las de la lucha contra los movimientos democrático-burgueses dentro de sus propias naciones. La Internacional Comunista debe entrar en una alianza temporal con la democracia burguesa en los países coloniales y atrasados, pero no debe fusionarse con ella, y debe mantener en todas las circunstancias la independencia del movimiento proletario, aunque sea en su forma más embrionaria".
La escisión de la tradición leninista
El espíritu revolucionario principista del
Proyecto de tesis de Lenin no puede dejar de inspirarnos aún hoy en día. Pero
con el beneficio de la retrospectiva, podemos ver que la estrategia esbozada en
él tenía un defecto fatal: se basaba en una evaluación demasiado optimista de
la situación del mundo. El capitalismo mundial, aunque en crisis, no estaba
moribundo; los intentos de establecer el poder proletario en otras partes -
primero en Hungría, luego en Alemania - fueron frágiles, de corta duración y
terminaron en derrotas sangrientas. En esta situación, los intentos de aplicar
la estrategia estuvieron condenados al fracaso.
Dos intentos iniciales de este tipo fueron las
alianzas formadas por la Comintern con los movimientos nacionalistas turco y
chino, dirigidos respectivamente por Mustafa Kemal Atatürk y Chiang Kai-shek.
Ni Turquía ni China eran colonias, sino antiguas potencias imperiales que
habían sido derrotadas y reducidas al estado de semi-colonias. En ambos casos,
la alianza con la IC fue ventajosa para los nacionalistas, pero terminó
desastrosamente para los comunistas locales. El orden capitalista mundial no
era tan frágil como para sentirse realmente amenazado por estos movimientos
nacionalistas, cuyo verdadero objetivo era situar a sus países en ese orden
mundial en lugar de destruirlo, a pesar de las declaraciones ocasionales en
sentido contrario.
Al principio fue posible esperar que las
derrotas de las revoluciones obreras fuera de la Unión Soviética fueron solo
reveses temporales. Pero, a medida que la década de 1920 avanzaba, tales
esperanzas sólo podían ser sostenidas con un aumento de dosis de fe poco
realistas. En ese momento el leninismo - o, más correctamente, el movimiento
que pretendía mantener la tradición leninista - sufrió una fractura histórica
sustancial.
La mayoría, dirigida por Stalin, acabó por
aceptar, que la revolución socialista mundial no era una perspectiva realista
en un futuro previsible. De hecho, aunque decía profesar el socialismo
nominalmente, lo rechazó, en esencia, al dar a la vieja palabra un nuevo
significado pervertido. El término 'socialismo' fue redefinido para describir
el régimen tiránico establecido en la URSS, en el que la clase obrera estaba
alienada, atomizada, explotada y oprimida. Los partidos comunistas estalinistas
'oficiales' aunque decían luchar por el poder proletario en todo el mundo, se
convirtieron de hecho en instrumentos obedientes de ese estado
"socialista". En las colonias, la liberación nacional pasó a ser
considerada como una primera etapa "democrático-burguesa», separada. La
segunda etapa, la de "socialismo" (en el sentido pervertido), se
aplazó hasta su eventual incorporación al bloque soviético. Los movimientos
nacionalistas, las luchas por la liberación nacional, fueron juzgados según el
tipo de relaciones que mantenían con la URSS. La independencia del movimiento
obrero fue abandonada siempre que conviniese a la política exterior soviética.
La minoría disidente que se separó o fue
expulsada de la Internacional se agrupó en su mayor parte bajo la dirección de
Trotsky. Siguió defendiendo el antiguo credo leninista, tanto en espíritu
como de palabra. En particular, continuó defendiendo la estrategia del Proyecto
de tesis, en el que se apoyó sustancialmente el apartado sobre los "países
atrasados" del Programa de Transición de Trotsky 1938, el documento de
fundación de la Cuarta International. (9)
Pero esta lealtad al leninismo de 1920 tuvo un
precio: la negación de la realidad. El Programa de Transición se hace eco y
amplifica el diagnóstico y el pronóstico de 1916 y 1920 de Lenin. En 1916 Lenin
había descrito el imperialismo - la "fase superior" en la que el
capitalismo había entrado en el siglo XIX - como un "capitalismo en
transición". El documento de Trotsky de 1938 se hace eco de esta descripción
en su mismo título y en repetidas ocasiones a lo largo del texto: toda la época
histórica actual es "de transición". Lenin había utilizado una
metáfora casi médicos para aclarar lo que quería decir con esta descripción: es
decir, que el capitalismo estaba "moribundo". Trotsky refuerza este
diagnóstico: el título del Programa de Transición comienza: La agonía del
capitalismo. ¿Se puede estar más cerca de la muerte?
Marx escribió la célebre frase: "ningún orden social perece antes de
que todas las fuerzas productivas que contiene se han desarrollado”. (10)
Con esto en mente, obviamente, Trotsky afirma en el preámbulo del Programa de
Transición que en el momento de escribirlo el capitalismo había agotado de
hecho su potencial para el desarrollo de las fuerzas productivas, lo que
satisfacía la condición necesaria de Marx para perecer:
"El prerrequisito económico para la
revolución proletaria ha alcanzado ya, en general, el punto más alto de
desarrollo que puede alcanzar bajo el capitalismo. Las fuerzas productivas de
la humanidad se estancan. Las nuevas invenciones y mejoras no son capaces de
elevar el nivel de riqueza material".
En retrospectiva, podemos ver claramente que
esta afirmación es errónea. Desde 1938 ha habido al menos dos revoluciones tecnológicas
en la industria - científico-técnica (1940-1970), e informática y de las
telecomunicaciones (1985-2000) - y el inicio de un tercera, ejemplificada por
los robots inteligentes, como el coche sin conductor, y la nanotecnología. En
la agricultura se ha producido la revolución verde de la década de 1970 y la
actual, basada en la modificación genética. El nivel de riqueza material hoy en
día es mucho mayor que en 1938 - aunque, por supuesto, se distribuye de manera
muy desigual.
Por otra parte, durante la supuesta
"agonía" del capitalismo, este modo de producción se ha extendido a
nuevas y vastas áreas del mundo y abarca a un gran número de seres humanos que
no trabajaban con anterioridad para él. (El sistema capitalista ha sido durante
mucho tiempo a nivel mundial hegemónico, pero hasta hace relativamente poco
tiempo grandes áreas del mundo y la mayoría de los seres humanos, entre ellos
la mayoría de los productores directos, no estaban directamente involucrados en
las relaciones capitalistas de producción).
Trotsky da a entender que, si bien las
condiciones materiales para una revolución proletaria "no sólo han
'madurado', sino que han comenzado a pudrirse", la revolución no se ha
materializado debido a "la crisis de la dirección revolucionaria". La
clase trabajadora está desastrosamente engañada por socialdemócratas y
estalinistas.
Esta proposición es esencialmente contraria a
la realidad, y como tal es imposible de refutar de manera concluyente (o de
hecho probarla). Si el proletariado internacional hubiera estado mejor
dirigido, ¿habría sido capaz de alcanzar el poder político? ¿Fue la ausencia de
una dirección adecuada lo que impidió que la humanidad implantara el
socialismo? No hay pruebas de ello. Si fuera cierto, entonces seguramente
habríamos presenciado grandes levantamientos revolucionarios generalizados de
la clase trabajadora que hubieran sido derrotados por una dirección deficiente
o traidora. Sin embargo, el único país importante en el que ocurrió algo que se
le pareciera después de la década de 1920 fue España (que Trotsky menciona con
razón). Pero en cualquier caso, desde el punto de vista marxista ortodoxo, si
Trotsky estaba equivocado acerca de la madurez de las condiciones materiales
para la desaparición del capitalismo - la incapacidad de un desarrollo futuro
de las fuerzas productivas - por muy buena que hubiera sido su dirección, el
proletariado no hubiera sido capaz de derrocar este orden social.
En 1938, en vísperas de la Segunda Guerra
Mundial (que Trotsky predijo correctamente), la falta de realismo del programa
de transición puede que no fuera evidente. Pero los trotskistas ortodoxos
siguen repitiendo actualmente las mismas previsiones, mucho después de haber
sido refutadas. Esta continua negación de la realidad se ve reforzado por una
nueva interpretación demasiado generosa de los términos, "moribundo",
"agonía" y "época de transición".
Como acotación al margen, quiero hacer una
puntualización filosófica elemental. Cualquier estrategia requiere dos tipos de
inputs: una teoría general sobre cómo funciona el mundo real; y datos sobre el
estado real de la realidad. Pero vivimos en un universo incierto: ninguna
teoría general es impecable, y nadie puede tener un conocimiento completo de la
situación actual del mundo. Cualquier estrategia que adoptamos, cualquier
decisión que tomemos, sólo puede basarse en una teoría provisional e
información parcial. Por lo tanto, un juicio acerca de si una estrategia o
decisión pasada fue correcta o equivocada en su momento debe ser relativizado a
ese tiempo pasado y a lo que se conocía entonces. Si una decisión o estrategia
en retrospectiva parece haber fracasado, no se puede concluir que era errónea
en el momento en que fue concebida, dada la información disponible entonces. La
perspectiva histórica marca la diferencia: no tenemos derecho a utilizarla para
acusar a los que actuaron sin su beneficio. Pero es un activo valioso, que no
es prudente malgastar por apegarse a una estrategia que puede haber parecido
razonable cuando se formuló, pero que desde entonces ha sido refutado por los
acontecimientos posteriores.
Sin embargo, a partir del simple hecho de que
el capitalismo no ha estado moribundo desde 1880 más o menos, y que no ha
sufrido una agonía prolongada desde 1917 o 1938, sino que hasta ahora ha sido
capaz de recuperarse de grandes crisis, desarrollar las fuerzas productivas,
globalizarse y extenderse a nuevos dominios, no se deduce que pueda seguir así
indefinidamente. Aunque varios gritos de '¡lobo, lobo!' han demostrado ser falsos,
sería absurdo suponer que el lobo no acabará por aparecer, tal vez muy pronto.
El capitalismo no será, sin duda, eterno. Con el tiempo, se enfrentará a una
combinación de contradicciones internas y de restricciones externas, y entonces
estará maduro para su destrucción. De hecho, en la actualidad hay algunos
indicios de que el sistema capitalista puede estar en una grave crisis. Si va a
poder recuperarse o condenarse solo lo sabremos en retrospectiva. Lo primero
parece más probable, pero los socialistas revolucionarios deben estar
preparados para cualquier eventualidad.
Descolonización
Entre las dos guerras mundiales casi ninguna
colonia se hizo independiente. Las dos excepciones notables, aunque parciales,
fueron Egipto e Irak. No eran colonias en el sentido estricto. Egipto era un
protectorado británico, al que se concedió la independencia en 1922, después de
una revolución popular. Irak era gobernado por Gran Bretaña bajo un mandato de
la Sociedad de Naciones y se le concedió la independencia formal en 1932.
Gravemente debilitada por la Primera Guerra
Mundial, Gran Bretaña ya no podía mantener el control político directo de estos
países. En su lugar, relegó la tarea de salvaguardar los derechos de propiedad,
y las inversiones británicas en especial, a monarquías formalmente
independientes pero compatibles. La presencia militar británica se redujo a
guarniciones relativamente pequeñas, para asegurar el control del Canal de Suez
por los británicos (puerta de enlace vital para la India) en Egipto, y sus
activos petroleros en Irak.
Este modo de descolonización, excepcional en
su momento, fue continuado a gran escala después de la Segunda Guerra Mundial.
Las principales potencias coloniales, Gran Bretaña y Francia, estaban
totalmente agotadas y cuatro décadas después de la guerra renunciaron a la casi
totalidad de sus posesiones coloniales. Lo mismo se aplica a las potencias
coloniales menores, Holanda, Bélgica y Portugal. El control indirecto
imperialista ( 'neocolonial') de los países formalmente independientes fue, por
supuesto, favorecido y alentado por la ya indiscutible potencia hegemónica
capitalista, EE.UU.
La protección de la propiedad se confió a
manos locales fiables. En algunos casos, los líderes locales que no fueron
considerados lo suficientemente seguros para el capital fueron asesinados,
desaparecidos misteriosamente o muertos en accidentes sospechosos. Varios de
estos incidentes se produjeron en las antiguas colonias francesas, y entre las
víctimas se encontraban Ruben Um Nyobé y su sucesor, Félix-Roland Moumie
(Camerún); Barthélemy Boganda (República Centroafricana); y Mehdi Ben Barka
(Marruecos, asesinado con ayuda israelí). Las víctimas en las antiguas colonias
portuguesas incluyen a Eduardo Mondlane (Mozambique); y Amílcar Cabral (Guinea-Bissau
y Cabo Verde). Y en el corazón de las tinieblas, el colonialismo belga (con la
complicidad estadounidense y británica) fue culpable del asesinato de Patrice
Lumumba.
En muchas colonias - comenzando por la más
grande, la India - la descolonización se produjo sin una guerra de liberación.
Sin embargo, algunos pueblos coloniales tuvieron que llevar a cabo amargas
luchas armadas antes de que sus viejos dueños los abandonasen. Las guerras
coloniales de Gran Bretaña incluyen Malasia, Kenia, Chipre y Adén; Francia
luchó durante años antes de retirarse de Indochina y Argelia; Holanda libró una
guerra colonial en Indonesia; y Portugal luchó en sus colonias africanas, hasta
que las consecuencias de estas guerras acabaron por hacer estallar la
Revolución de los Claveles en el mismo Portugal.
El caso portugués fue el único que llegó
remotamente a acercarse al escenario de Trotsky de la revolución permanente,
prefigurado en el Proyecto de tesis de Lenin: las luchas de liberación colonial
llevarían sin interrupción a un movimiento hacia una revolución socialista
tanto en las colonias como en la metrópolis. Pero en el caso de Portugal, este
movimiento no llegó a consumarse. En cualquier caso, como los trotskistas son
los primeros en señalar, una revolución socialista no puede llegar a buen
puerto si se limita a una ex-colonia subdesarrollada o incluso a un pequeño
país de Europa, como Portugal.
La estrategia de la revolución permanente
trotskista fracasó - y estaba destinada al fracaso - en la era de la descolonización
después de la Segunda Guerra Mundial, debido a que la situación global que
presuponía no se materializó. La estrategia preveía un capitalismo mundial
moribundo y estancado en su agonía de muerte, luchando contra un levantamiento
revolucionario de la clase obrera que se habría liberado de sus desacreditados
dirigentes socialdemócratas y estalinistas.
En su lugar, el capitalismo global se recuperó
notablemente de la devastación de la guerra y disfrutó de un período prolongado
de vigor y crecimiento. Bajo la indiscutida hegemonía de Estados Unidos, no se
enfrentó a una sublevación del proletariado en todo el mundo, sino que en su
lugar el bloque estalinista que dividió en tres partes. El contexto en el que
la descolonización tuvo lugar en el período posterior a la guerra resultó ser
no el de la transición del capitalismo al socialismo, sino la Guerra Fría.
Visto en este contexto, tal vez no sea
sorprendente que - como una de esas ironías que la historia tan a menudo
insiste en producir - que se materializase una contraparte estalinista o una
caricatura del escenario trotskista de revolución permanente en algunas luchas
importantes contra la opresión colonial o cuasi-colonial. Una auténtica lucha
de liberación condujo sin interrupción al establecimiento de estados
estalinoides que se unieron al bloque soviético - en primer lugar en
Yugoslavia, luego en China (aunque estos dos posteriormente se separaron del
bloque), más tarde Cuba, y, finalmente, Vietnam. En una parodia del Proyecto de
tesis de Lenin, varias ex colonias - tales como India, bajo Nehru, Indonesia
bajo Sukarno y el Egipto de Nasser - aunque no fueran más allá de la etapa
"democrático-burguesa", se convirtieron en aliados útiles del bloque
soviético en la Guerra Fría.
Algunas lecciones generales
Mirando hacia atrás, es evidente que los
socialistas revolucionarios de la tradición leninista-trotskista mantuvieron
esperanzas exageradas en que las luchas de liberación colonial contribuirían a
la caída del capitalismo global o que serían capaces de ser transformadas sin
interrupción en luchas revolucionarias por el socialismo. He argumentado que la
razón por la que no pudieron materializarse estas esperanzas es que se basaban
en una evaluación errónea de la situación mundial, la expectativa de que el
capitalismo estaba en una fase terminal, estancado y moribundo.
Por supuesto, todo esto no significa que fuera
un error apoyar la lucha de liberación de las colonias y otras naciones
oprimidas. No hace falta decir que los socialistas tienen el deber de oponerse
a todas las formas de dominación social y opresión. Pero el apoyo a estas
luchas debería haber estado guiada por la constatación de que, dado el estado
actual del mundo, es poco probable que las luchas de liberación colonial
socaven gravemente el sistema capitalista mundial.
Puede haber una lección útil aquí con respecto
a las luchas actuales contra otras formas de dominación social y opresión, como
las que tienen lugar por motivos de género y raza. Por supuesto, los
socialistas deben apoyar estas luchas sin condiciones. Pero debemos hacerlo sin
abrigar la ilusión de que en las condiciones actuales sus principales
reivindicaciones no pueden ser integradas en su mayor parte por el capitalismo.
Sólo en una situación revolucionaria de intensa lucha de clases que abarque
grandes partes del globo habrá una confluencia de esas otras corrientes - que
en tiempos normales pueden ser contenidas con reformas - con la corriente
principal que podrá romper las presas del sistema capitalista.
Sin embargo, el hecho de que la estrategia de
la tradición leninista-trotskista sobre la cuestión colonial ha resultado ser
errónea no debe llevar a los socialistas revolucionarios a desprenderse de los
principios cardinales que fueron bien entendidos por nuestro movimiento en el
pasado y que siguen siendo válidos.
Uno de estos principios es que la clase obrera
debe conservar su independencia política y organizativa. Esto fue subrayado por
Lenin y Trotsky en el contexto de las luchas de liberación colonial, pero de
ninguna manera se limita a la tradición leninista, o a ese contexto. Se remonta
al Manifiesto Comunista. Esto, por supuesto, no excluye alianzas temporales
para fines específicos con movimientos o partidos basados en otras clases; pero excluye "frentes
populares" a largo plazo, para no hablar de fusiones,
con fuerzas tales como, por ejemplo, los partidos verdes pequeño-burgueses.
Otro principio que fue defendido por los
socialistas revolucionarios antes de la Primera Guerra Mundial y sigue siendo
válido es la oposición al secesionismo nacionalista. En el primer artículo de
esta serie he observado que, a pesar de Lenin, Rosa Luxemburgo, y otros en la
izquierda marxista no estuvieron de acuerdo en aspectos importantes de la
cuestión nacional (11), todos apoyaban la máxima de Luxemburgo de que "un
intento general de dividir todos los estados existentes en unidades políticas
nacionales y remoldearlos cómo estados y estadillos nacionales es, desde el
punto de vista histórico, una empresa reaccionaria completamente
desesperada". (12) Incluso para Lenin la posición por defecto era la
defensa de la no secesión; y un apoyo positivo a la separación era visto como
una excepción, una medida de último recurso. El contexto directo de ese viejo
debate fue la situación de los distintos países en los imperios austro-húngaro
y ruso, algunos de los cuales estaba oprimido duramente. Como ya he señalado,
ese contexto desapareció después de la guerra y la Revolución rusa.
Pero el debate ha resurgido en nuestro tiempo
en relación con los movimientos separatistas nacionalistas de grupos que no son
víctimas de una opresión nacional severa, tales como los escoceses, catalanes y
quebequeses [véase nota 11 de la redacción]. Lamentablemente, algunos
socialistas han optado por apoyar estas demandas secesionistas - no porque
crean que la separación y la formación de un nuevo estado es necesaria para una
genuina liberación nacional, como la única vía de escape a la opresión
nacional, sino en un uso oportunista del nacionalismo como respuesta a lo que
es esencialmente un problema de clase: la impopularidad de un gobierno central
de derechas. Esta es una traición a una valiosa tradición socialista
revolucionaria.
En el tercer y último artículo de esta serie
voy a tratar el tema específico del conflicto entre Israel y Palestina, que es
excepcional en varias formas, por ser una compleja confluencia de un problema
nacional con dos caras y un problema de tipo colonial.
Notas
1. El primer artículo (El Colonialismo y los nativos) describe algunos de los debates sobre el colonialismo y la
cuestión nacional en la Segunda Internacional. Como lectura adicional, me
gustaría recomendar una antología importante que abarca el tema y el periodo,
abordado demasiado breve y someramente, en dicho artículo. Este trabajo,
Discovering imperialism Imperialism: Socialdemocracy to World War I (Leiden
2011, reimpreso en Chicago 2012), es una gran colección de artículos escritos
entre 1897 y 1916, muchos de ellos hasta ahora no disponibles en inglés (algunos
por autores desconocidos para la mayoría). Esta traducido y editado por Richard
B Day y Daniel Gaido, que han añadido una valiosa introducción de 80 páginas.
2. Discurso del presidente Wilson al Congreso,
11 de febrero de 1918, www.gwpda.org/1918/wilpeace.html
.
3. Discurso al Congreso de Estados Unidos, 8
de enero de 1918, www.nolo.com/legal-encyclopedia/content/wilson-14points-speech.html
.
4. Constitución de la República Socialista
Federativa Soviética de Rusia, 10 de julio de 1918, artículo 1, capítulo 4,
cláusula 8: www.marxists.org/history/ussr/government/constitution/1918/index.htm
.
5. Sin embargo, para el punto de vista muy
diferente de los comunistas ucranianos disidentes, ver C. Ford, "Outline
historia of the Ukranian Communist Party (independentists): an emancipatory
communism 1918-1925" Debate Vol 17, N º 2, 2009, pp193-246.
6. La creencia de que el imperialismo era un
desarrollo tardío del siglo XIX ha sido criticada por Mike Macnair en su
introducción a K. Kautsky Past and Present Colonial Policy (1898
-Traducción al Inglés de B Lewis y M Zurowski, Londres 2013; disponible en http://cpgb.org.uk/pages/books/32/karl-kautsky-on-colonialism-2013
7. VI Lenin, El
imperialismo, fase superior del capitalismo (1917)
9. L Trotsky La agonía del capitalismo y las
tareas de la Cuarta Internacional: la movilización de las masas en torno a
demandas de transición para preparar la conquista del poder: el Programa de
Transición 1938: www.marxists.org/archive/trotsky/1938/tp/index.htm.
10. K Marx, Prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política (1859).
11. [Nota de la Redacción] Para una visión
harto distinta de la afirmación del autor sobre la cuestión nacional y
especialmente documentada, véase el impresionante artículo publicado en Sin
Permiso el 1 de junio de 2014: http://www.sinpermiso.info/sites/default/files/textos//4blanc.pdf
12. R Luxemburgo, "La cuestión nacional" (1909): www.marxists.org/archive/luxemburg/1909/national-question/index.htm
.
Moshé
Machover es un veterano militante
socialista antisionista israelí que fue co-fundador de la extinta Organización
Socialista de Israel (Matzpen). En la actualidad vive en Londres. Es profesor
emérito de filosofía del King's College, de la Universidad de Londres. Su libro
más reciente es Israelis and Palestinians: conflict and resolution, London 2012
Traducción del inglés por G. Buster
Traducción del inglés por G. Buster