Leon Trotsky ✆ Artof Okan |
Joel Arriola
A
lo largo de su existencia, la imagen proyectada por el trotskismo a nivel
mundial –salvo raras excepciones–, ha sido la de una constante y permanente
crítica hacia las direcciones más diversas de los numerosos procesos de
movilización colectiva (triunfantes o fracasados) ocurridos en cualquier parte
del globo a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI. No hay que extrañarse demasiado. El mismo León Trotsky
(2002 [1938]) había dicho en un famoso texto, destinado a convertirse en la
guía política del movimiento trotskista internacional, que,
"El principal obstáculo en el camino de la transformación de la situación pre-revolucionaria en revolucionaria consiste en el carácter oportunista de la dirección proletaria, su cobardía pequeño-burguesa ante la gran burguesía y la traidora conexión que mantiene con ella en su agonía.
En todos los países el proletariado está sobrecogido por una profunda inquietud. Grandes masas de millones de hombres vienen incesantemente al movimiento revolucionario, pero siempre tropiezan en ese camino con el aparato burocrático, conservador de su propia dirección."
Aquella no era un observación fortuita. Páginas
enteras de la producción de Trotsky están llenas de sentencias más severas aún1, y bien podría decirse que aquella
célebre fórmula se convirtió, a través de los partidos de la IV internacional,
en un verdadero canon ideológico desde el cual se interpretaron las
revoluciones y los procesos de movilización colectiva de los sectores subalternos.
Desde Trotsky en adelante, raras veces el socialismo y/o las revoluciones no
triunfaban por factores ajenos a las direcciones del movimiento, sino ¡porque
aquellas direcciones mismas evitaban a toda costa el triunfo!