En principio, esta comparación puede parecer extraña. ¿Qué
tienen en común el dirigente de la revolución de Octubre y un sombrío crítico
literario alemán, reticente a toda forma de militancia política? Nunca se
encontraron en vivo y en persona, pero 1940 pone en relación sus muertes. La
noticia del asesinato del antiguo dirigente del Ejército Rojo recorre el mundo,
mientras que la muerte de Benjamin pasó totalmente desapercibida, incluso para
sus amigos más íntimos que no lo supieron sino con retraso.
Se podría decir que ellos dos eran marxistas, aunque ciertamente Benjamin no escribió jamás una obra de análisis social y político como La Revolución traicionada, ni Trotsky un texto profundamente impregnado de mesianismo y de religión como las Tesis sobre la filosofía de la historia. Se podría entonces agregar que ellos dos eran judíos, pero ¿qué había en común entre los campesinos judíos de un pueblito de Ucrania y la familia israelita de un vendedor de arte berlinés? Este elemento era notable sólo para las autoridades nazis que odiaban al "judeo-bolchevique" de Trotsky y perseguían a Benjamín, culpable de ser al mismo tiempo judío y marxista.
Sus orígenes, sus formaciones culturales, sus experiencias
políticas, en una palabra, sus vidas fueron profundamente diferentes. Sin
embargo, es posible establecer ciertas correspondencias importantes en su forma
de pensar y, en general, en su pensamiento político. El nombre de Benjamin
nunca figura en los escritos de Trotsky y no sabemos si el revolucionario ruso
exiliado tuvo alguna vez la oportunidad de leer las páginas literarias de
Frankfurt 'Zeitung; en cambio, sabemos que Benjamín leyó atentamente varias
obras de Trotsky que lo marcaron profundamente. En 1926, Benjamin había leído ¿A dónde va la Gran Bretaña? y, al
año siguiente, en un artículo consagrado a " La nueva literatura rusa
", él citaba con mucha admiración la crítica de Proletkult, desarrollada por Trotsky en Literatura y Revolución, que coincidía en varios aspectos con la
suya.[2] Ellos compartían la opinión de que la tarea de la revolución no era
crear una nueva "cultura proletaria", sino más bien la de permitir a
los explotados asimilar la cultura acumulada durante la historia, a lo largo de
un pasado marcado por el sello de la dominación de clase (es decir, en este
sentido, una cultura "burguesa"). En su juventud, habían rendido
homenaje a la tradición literaria clásica consagrando estudios notables y
críticos respectivamente a Goethe y a Tolstoi. Más tarde, ellos compartieron un
interés común por el freudismo y la vanguardia artística y literaria,
particularmente por el surrealismo. En su célebre Manifiesto por un arte revolucionario independiente redactado
en México en colaboración con André Bretón, Trotsky insertaba un pasaje en el
que afirmaba con fuerza el principio de una libertad total en la creación
artística: "toda licencia en arte"[3]. Esto recuerda de cerca las
consideraciones que hacía Benjamín en 1929 a propósito del surrealismo, un
movimiento en el que él reencontraba "un concepto radical de
libertad" que Europa parecía haber perdido después de Bakunin.[4]
En una carta que data de la primavera de 1932 dirigida a
Gretel Adorno, Benjamin escribía, a propósito de la Autobiografía y de Historia
de la Revolución Rusa de Trotsky, que, "desde hace años", no
había asimilado nada "con una tensión igual, capaz de dejar sin
aliento."[5] Al momento de su viaje a Moscú, entre diciembre de 1926 y
febrero de 1927, el Partido Comunista de la Unión Soviética era sacudido por la
lucha de la Oposición de Izquierda contra Stalin. Benjamin no se había
interesado mucho por los asuntos internos de Rusia. Radek y Lunacharsky no le
causaron una gran impresión, y no podía seguir las discusiones animadas de sus
amigos sobre los conflictos fraccionarios que desgarraban al partido en el
poder, porque se celebraban en ruso. Sin embargo, él debía retener algunos ecos
ya que observaba, en su Diario de Moscú,
que en la Unión soviética el régimen trataba “de parar la dinámica del proceso
revolucionario” y concluía que el país estaría en lo sucesivo, "se quiera
o no entre en la restauración."[6] En 1937, leyó La Revolución Traicionada, que había sido objeto de un informe
elogioso por Pedro Missac en los Cuadernos del Sur y la reflexión sobre
Trotsky fue abordada repetidas veces durante sus discusiones con Bertolt Brecht
en Dinamarca. Bajo la influencia de Karl Korsch, Brecht manifestaba cierta
simpatía hacia la crítica trotskista del estalinismo y de la teoría del
"socialismo en un solo país". En el momento de una conversación,
Brecht calificaba a la URSS de "monarquía obrera", y Benjamin la
comparó con las "fantasías grotescas
de la naturaleza que son extraídas del fondo de los mares bajo la forma de un
pez cornudo o de algún otro monstruo."[7] Su desconfianza respecto del
estalinismo se acentuó con la decepción engendrada por el Frente popular
francés y por la derrota de la República española, para transformarse en un
rechazo radical después del pacto germano-soviético de 1939, estigmatizada en
las Tesis por la denuncia
de los políticos que "agravan su derrota traicionando su propia
causa."[8] La simpatía de Benjamin por Trotsky también es subrayada por
diferentes testigos que lo encontraron durante los años treinta. Según Werner
Kraft, Brecht estaba "contra Stalin, y Benjamin por Trotsky." Jean
Selz, que conoció a Benjamin en 1932 en las Islas Baleares, precisa que era
partidario de un "marxismo abiertamente antistalinista; él manifestaba una
gran admiración por Trotsky".[9]
Pero esta extraña afinidad, entre dos figuras tan diferentes
como el fundador de la Cuarta Internacional y el autor de París capital del siglo XIX, no se
limitaba a la simpatía hacia el surrealismo y a la crítica de la URSS
burocratizada bajo Stalin, sus escritos ocultan un análisis de varios aspectos
similar al de la socialdemocracia y del marxismo positivista de la II
Internacional. Ellos no escatiman palabras para rechazar y refutar una concepción
evolucionista y objetivista que veía el socialismo como el producto ineluctable
de las "leyes naturales" de la historia y atribuía al movimiento
obrero sólo la tarea de consolidar sus conquistas, en la espera pasiva del
advenimiento automático de un nuevo orden. Esta pasividad pronto se había
transformado en conservadurismo burocrático de los aparatos y en el temor feroz
de toda ruptura revolucionaria. Antes de la Primera Guerra mundial, los
socialdemócratas rusos, alemanes y austríacos criticaban la teoría de Trotsky
sobre la revolución permanente por su carácter "utópico",
reprochándole sobre todo no respetar las "leyes objetivas" del
desarrollo social y de querer transformar la revolución rusa —democrática,
antiabsolutista y "antifeudal"— en revolución socialista. Contra la
banalidad evolucionista de la gran mayoría de los marxistas rusos, Plejanov a
la cabeza, Trotsky pensaba que ninguna ley de bronce de la historia condenaba a
la sociedad rusa a sufrir una larga época de crecimiento económico capitalista
antes de la conquista proletaria del poder. A pesar de su aparente inmovilismo,
la formación social rusa estaba sometida a un desarrollo desigual y combinado
que yuxtaponía el universo arcaico de los mujiks y la modernidad industrial.
Los más "occidentalistas " entre los intelectuales de Moscú y San
Petersburgo consideraban herética la idea de edificar el socialismo en la Rusia
de los zares y de las isbas, y depositaban todas sus esperanzas en una
burguesía liberal inexistente. La Revolución de Octubre, que dio razón a la
teoría de la revolución permanente de Trotsky, fue percibida por muchos
socialistas formados en la escuela de la II Internacional como una aberración
histórica. En 1921, en el momento del III Congreso de la Kominterm Trotsky escribía
que "la fe en la evolución automática es el rasgo más importante y más
característico del oportunismo."[10] Él afirmará más tarde, al referirse a
la obra de Kautsky que el marxismo de la II Internacional se había formado en
una época de desarrollo "orgánico " y pacífico del capitalismo, grosso
modo entre la derrota de la Comuna de París y la Primera Guerra mundial, y
llevaba dichos estigmas. La guerra, la crisis del capitalismo y el ascenso de
la reacción habían puesto fin precipitadamente a las ilusiones ciegas de un
crecimiento ininterrumpido de las fuerzas productivas y de un avance
irresistible de la socialdemocracia.
Benjamin, que no había aprendido el marxismo en los libros
de Kautsky sino más bien gracias a una obra heterodoxa como Historia y conciencia de clase de
Lukacs, formuló por primera vez su crítica de la socialdemocracia en un estudio
de 1937 sobre el historiador y coleccionista alemán Eduard Fuchs. A finales del
último siglo, escribía Benjamin, una forma de determinismo evolucionista y una
fe ciega en el progreso se habían apoderado de la socialdemocracia que, en lo
sucesivo, concebía la historia como un desarrollo orgánico y continuo, que no
se puede detener, ironizaba sobre el positivismo ingenuo del socialista
italiano Ferri, que derivaba la táctica del movimiento obrero de las
"leyes naturales", distinguía los procesos sociales entre
"fisiológicos" y "patológicos" y atribuía las
"desviaciones anárquicas" de la izquierda a un conocimiento errado de
la geografía y de la biología. "La concepción determinista, añadía
Benjamin, va por tanto, a la par de un optimismo indestructible." Por
consiguiente, el "partido estaba muy poco dispuesto a arriesgar lo que
había conquistado. La historia tomó rasgos ‘deterministas’. La victoria no podía
faltar."[11] Esta crítica de la idea de progreso y del fatalismo
reformista será acabada en 1940 en las Tesis con las palabras siguientes:
Tal como lo imaginaba el cerebro de los socialdemócratas el progreso era en primer lugar, un progreso de la misma humanidad (no simplemente sus aptitudes y sus conocimientos) era, en segundo lugar, un progreso ilimitado (correspondiente al carácter infinitamente perfectible de la humanidad), en tercer lugar, se lo veía esencialmente continuo (automático y siguiendo una línea recta o una espiral). [12]
Es contra el fetichismo de la técnica, el fatalismo
histórico, el naturalismo y el cientificismo de la socialdemocracia, que
Benjamin redescubría la figura de Auguste Blanqui, cuya actividad
revolucionaria no suponía "de ninguna manera la fe en el progreso"
sino se fundaba más bien sobre el deseo "de eliminar la injusticia
presente."[13]
Foto: Enzo Traverso |
Los sabios liberales, escribía él, describieron comúnmente el conjunto de la historia de la humanidad como la continuación lineal y continua de progreso. Eso era falso. La marcha del progreso no es rectilínea es una curva quebrada zigzagueante. Tan pronto como la cultura progresa tan pronto ella decae. [14]
En una interpretación célebre y alegórica del cuadro de Paul
Klee, Angelus Novus, Benjamin
comparaba el progreso con una acumulación continua de escombros y de ruinas,
una catástrofe ininterrumpida que el ángel de la historia, arrastrado por la
tempestad, con las alas desplegadas, miraba acrecentarse delante de él,
impotente y horrorizado. Lo que se tenía a considerar como una marcha triunfal
de la humanidad hacia el progreso era en realidad sólo una marcha triunfal de
los vencedores que desemboca en el fascismo y la guerra. Hacia el fin de los
años treinta, y sobre todo en 1940, los escritos de Trotsky contienen alusiones
cada vez más frecuentes a los peligros de una destrucción global de todas las
conquistas fundamentales de la humanidad en caso de victoria definitiva del
nacionalsocialismo en Europa. El resultado no podía ser más "que un
régimen de decadencia que significaría el crepúsculo de la
civilización."[15] Muy similar era también su reflexión sobre el uso
profundamente antihumanista y socialmente perjudicial de la técnica en el marco
del capitalismo. Ya en 1930, en una crítica del libro de Ernst Jünger, Krieg
und Krieger, Benjamin subrayaba que el nacionalismo concebía la técnica como un
"fetiche del crepúsculo" en lugar de hacerla una "llave para la
felicitad."[16] Por su parte, Trotsky remarcaba en el Programa de
transición que el capitalismo tardío tendía cada vez más a transformar las
fuerzas productivas en fuerzas destructivas. En 1940, al inicio de la guerra,
escribía que "entre las maravillas de la tecnología que había conquistado
para el 'hombre el cielo como la tierra, la burguesía había conseguido
transformar nuestro planeta en una prisión abyecta."[17]
Benjamín y Trotsky consideraban la revolución como una
ruptura profunda de la continuidad histórica. A los ojos del crítico alemán,
ésta aparecía como "un salto de tigre" en el pasado capaz redimir a
los oprimidos y los vencidos de la historia, permitiéndoles actuar en el
presente. El pasado debía ser penetrado dialécticamente y devuelto a sus
víctimas; la tarea de la revolución era reactivar el pasado y arrancarlo
del continuum de la historia. De la misma manera, para Trotsky, la
revolución no tenía nada que ver con el tiempo "homogéneo y vacío"
del historicismo. En el prefacio a Historia
de la Revolución Rusa él la caracterizaba como "una irrupción
violenta de las masas en el dominio de la historia donde toman entre sus manos
sus propios destinos".[18] Las correspondencias entre esta concepción y la
de Benjamin son definidas con mayor claridad por Isaac Deutscher en las líneas
consagradas a Trotsky historiador:
La revolución es para él, ese momento breve pero cargado de sentido, donde los humildes y los oprimidos tienen la última palabra, y a sus ojos este momento redime los siglos de opresión. Y él vuelve con una nostalgia que prepara para su reconstitución un relieve intenso y brillante. [19]
Podemos pues, encontrar en estos dos autores una concepción
cualitativa de la temporalidad, opuesta a la temporalidad uniforme de los positivistas.
Sin embargo, la crítica del historicismo y de la idea de progreso en el caso de
Benjamin era mucho más radical. Para Trotsky, así como para Marx, y toda la
tradición del marxismo clásico, la revolución debía hacer avanzar la historia.
Él la comparaba con un motor, en el cual las masas en acción representaban el
vapor y los bolcheviques su dirección, el cilindro, Benjamin, en cambio,
concebía la revolución como el advenimiento de una nueva era que habría
interrumpido el transcurso de la historia. En lugar de hacer avanzar el camino
de la historia, ella debía detenerlo". A diferencia de Marx, que definía
las revoluciones como las "locomotoras de la historia", Benjamin veía
en ellas el "freno de emergencia" que podía parar la carrera del tren
hacia la catástrofe.[20]
Esto nos lleva a una diferencia fundamental que subsiste
entre las visiones del mundo de Benjamín y Trotsky: la religiosidad y el
mesianismo del filósofo alemán, el ateísmo radical del revolucionario
ruso. Este último, que declaraba en su testamento que moriría siendo "un
marxista, materialista dialéctico y por consiguiente ateo
irreconciliable"[21], nunca habría concebido la revolución como la derrota
del " anticristo" o como el advenimiento de una era mesiánica. El
enfoque de Benjamin consistía en quebrar toda barrera entre religión y
política, para reinterpretar el materialismo histórico a la luz del mesianismo
judío. A sus ojos, Marx había secularizado, en la utopía comunista de una
sociedad sin clases la imagen de la humanidad redimida en una "era
mesiánica" (messianische Zeit)[22]. El comunismo no era el cumplimiento
sino la superación dialéctica de la historia.
Otra divergencia importante concernía, a mi entender, en sus
concepciones de la relación entre sociedad y naturaleza. En este dominio, el
pensamiento de Trotsky fue impregnado de una forma de productivismo que ya
estaba presente en ciertos escritos de Marx y había marcado profundamente toda
la tradición del "socialismo científico" de la II Internacional. En
las páginas de Literatura y Revolución Trotsky reivindicaba con
fuerza la vocación del hombre que domina la naturaleza:
El emplazamiento actual de las montañas, de los ríos de los campos, y cerca de las estepas de los bosques y las costas no puede ser considerado como definitivo. El hombre ya opera ciertos cambios no desprovistos de importancia sobre la naturaleza; simples ejercicios de alumno en comparación con lo que vendrá (...) El hombre socialista dominará la naturaleza entera, incluso sus faisanes y sus esturiones, por medio de la máquina. Él designará los lugares donde las montañas deben ser derribadas, cambiará el curso de los ríos y encausará los océanos. [23]
Se trata simplemente de observaciones embrionarias y no
desarrolladas, que no obstante son reveladoras de un pensamiento en el cual la
dimensión ecológica está radicalmente ausente.
La reflexión de Benjamin sobre esta problemática se nos
presenta mucho más actual y rica. Contra la concepción socialdemócrata del
trabajo como el instrumento que apunta hacia "la explotación de la
naturaleza" él no vacilaba en valorar las potencialidades de las utopías
fourieristas que, a pesar de su ingenuidad, revelaban ante sus ojos un sentido
común sorprendente,” él había descubierto con pasión los escritos de Johann
Jakob Bachofen, el teórico del matriarcado, que le permitían percibir en las
sociedades sin clases del pasado —el comunismo primitivo —los rastros de una experiencia
cósmica-natural que había desaparecido en la modernidad. Interpretado en un
sentido místico, la herencia intelectual de Bachofen había sido apropiada por
el nacionalismo alemán (Stefan George y Ludwig Klages), pero también había
inspirado las elaboraciones de numerosos autores marxistas desde Friedrich
Engels a Paul Lafargue, de August Bebel hasta Erich Fromm. Situándose de este
modo en esta línea, Benjamin pensaba que la sociedad comunista del futuro no
debía ni explotar ni dominar la naturaleza, sino más bien restablecer un
equilibrio armónico entre el hombre y su medio ambiente.[24]
No se trata, pues de anexar a Benjamin al trotskysmo o de
borrar las diferencias teóricas e intelectuales que lo separaban del
revolucionario ruso. Sin embargo, a pesar de estas diferencias, sus
pensamientos presentaban también afinidades asombrosas y permanecen portadoras
de una riqueza que es necesario valorar. Según Terry Eagleton:
Las Tesis son un documento soberbio y revolucionario, sin embargo ellas evocan la lucha de clases en términos de conciencia, de imágenes, de memoria y de experiencia, guardando un silencio casi total sobre el problema de sus formas políticas. [25]
Eagleton concluye al afirmar que "lo que queda como una imagen en el caso de Benjamin aparece como
una estrategia política en Trotsky". Hay sin duda allí un elemento de
verdad en esta observación, pero ver las concepciones políticas del
revolucionario ruso como la prolongación de la filosofía del crítico alemán
significa resolver el problema de manera un tanto simplista. Me parece más útil
y correcto considerar a Benjamin y Trotsky como dos figuras distintas en
la constelación del marxismo. Las correspondencias que tratamos de establecer
en sus escritos prueban que el marxismo puede enriquecerse a la vez de una
crítica romántica del progreso y de un análisis científico y racional del
capitalismo (así como de sociedades postcapitalistas), sobre todo cuando ellas
se unen en la perspectiva comunista de la superación de la realidad presente.[26]
Benjamin y Trotsky permanecen como dos fuentes fundamentales de inspiración
para un pensamiento crítico y revolucionario que pretende intervenir en el
mundo de hoy, a finales del siglo XX.
Traducción del francés por Gerardo S. Rayo
Notas
* Enzo Traverso, “Walter Benjamin et Trotsky: ‘Sur une
relation d’afinité elective’”, en: Cahiers Léon Trotsky, Institut Léon
Trotsky, Grenoble, N.47, Enero 1992, pp.56-63, https://www.marxists.org/francais/clt/1991-1995/CLT47-Jan-1992.pdf
[1] Agradecemos a Enzo Traverso y a la revista Quatrième
International por autorizarnos publicar este artículo.
[2] W. Benjamin, Gesammelte Schriften (GS) Suhrkamp.
Frankfun /M. 1977, II, pp. 755-762.
[3] L. Trotsky, Littérature et révolution, 10/18,
Paris, 1974, p. 196. [Literatura y revolución]
[4] W. Benjamin, Mythe et violence, Denoël, Paris,
1971, p. 310. [Mito y violencia]
[5] W. Benjamin, Correspondance, Aubier-Montaigne,
Paris, 1979. p. 68. [Correspondencia]
[6] W. Benjamin, Journal de Moscou, L'Arche, Paris,
1983, p.81. [Diario de Moscú]
[7] W. Benjamin, Ecrits autobiographiques, Bourgois. [Escritos
autobiográficos]
[8] W. Benjamin, Essais (1935-1940), Denoël/Gonthier,
Paris, 1983. p 200. [Ensayos]
[9] Cf. W. Kraft, "Ueber Benjamin" in Sigfried
Unseld (Hrsg.), Zur Aktualitiit Walter Benjamins, Suhrkamp. Frankfurt/M,
1972, p. 69; J, Selz, "Un incontro con Benjamin" in W, .Benjamin,
Sull'hascisch, Einaudi, Torino, 1980, p. 151.
[10] L.Trotsky, The First Five Years of The Communist
international, Pathfinder Press, New York, 1972, vol. I, p. 211. [Los primeros
cinco años de la Internacional Comunista]. Sobre la ruptura de Trotsky con el
marxismo de la II Internacional, ver Ernest Mandel, Trotsky, Maspero,
París, 1979.
[11] W.
Benjamin, GS II 2, p. 465-505. Sobre la crítica benjaminiana de la
socialdemocracia ver sobre todo Krista Greffrath, "Zur metaphysischen
Konstellation von Zeit und Fortschritt in Benjamins geschichtsphilosophischen
Thesen", in Peter Bulthaup (Hrsg.), Materialen zu Benjamins Thesen Ueber
den Begriff der Geschichte, Shurkamp, Frankfurt/M., 1975.
[12] W. Benjamin, Essais (1935-1940), p.203.
[13] W. Benjamin, Charles Baudelaire, Payot. Paris, 1982, p. 247.
[14] L.
Trotsky, Littérature et Révolution, p.353.
[15] Citado por Pierre Broué, Trotsky, Fayard, Paris,
1988, p.917.
[16] W. Benjamin, GS lll, p. 250
[17] L. Trotsky, Œuvres, vol. 24, pp. 28-29. [Obras]
[18] Trotsky, prefacio a Historia de la Revolución Rusa, Le Seuil, Paris, 1975, vol. 1
[19] Isaac
Deutscher, Trotsky, 10/18, Paris, 1980, vol. 5, pp. 319-320.
[20] W. Benjamin, GS 1, 3, p. 1232
[21] Citado por P. Broué, Trotsky, p. 947
[22] W, Benjamin, GS
1, 3, p. 1231
[23] L.
Trosky, Littérature et Révolution, pp. 286-287.
[24] W.
Benjamin, GS II, 1, pp. 219-233
[25] T. Eagleton, Walter Benjamin or towards a
revolutionary criticism, Verso, London, 1983, pp. 176, 178. [Walter Benjamin o
hacia un criticismo revolucionario]
[26] Ver: Michael Lowy, "The romantic and the marxist
critique of modem civilization", in Theory and society, 1987, n° 16,
pp. 891-904. [El romántico y marxista crítico de la civilización moderna].
https://www.marxists.org/francais/clt/ |
http://heraldosnegros.wix.com/ |