Eric Hobsbawm ✆ Allan Macdonald |
Sus estudios de Historia los cursó en el prestigioso King’s
College de la Universidad de Cambridge pero, al momento de dedicarse a la
docencia, optó por el Birkbeck College de la Universidad de Londres, que
ofrecía horarios de tarde y de
noche para facilitar los estudios a los alumnos
que trabajaban. Fue precisamente en su oficina del Birkbeck College donde lo conocí
en octubre de 1977, luego de que aceptara supervisar mi tesis de PhD. En los
cuatro años que asesoró mi tesis, antes de graduarme, lo pude tratar como
maestro, apreciar sus gestos de amistad y, sobre todo, aprender de su ejemplar
profesionalismo. El año que me gradué, 1982, coincidió con su jubilación del
Birkbeck College, pero Hobsbawm continuó con su carrera docente en New School
for Social Reseach de New York. La verdad que, aunque tenía 65 años, fue una jubilación
prematura, pues estaba en la cúspide de su carrera y de su producción
intelectual. New School se benefició de su experiencia y sus años maduros.
Hay quienes consideran a Eric Hobsbawm el padre de la
historia social, corriente que compartió con otros historiadores británicos
como E. P. Thompson y Christopher Hill; además de escribir conjuntamente con su
colega francés Georges Rudé el libro Capitán Swing, poco difundido en nuestro medio.
Las relaciones académicas de Hobsbawm con Francia siempre fueron fuertes, y
gozaba del reconocimiento de sus colegas franceses, pues viajaba con frecuencia
a París. En América Latina fueron reiterados sus viajes a Argentina y Brasil,
aunque su producción se centró en estudiar la guerrilla colombiana y las tomas
de tierras en el Perú. Su paso por este último país debió resultarle grato,
pues él y su esposa Marlene llamaron a la gata que los acompañaba en casa
Ticlia, en homenaje a Ticlio, paraje de la sierra central peruana que debió
impresionarlos por su altura.
El tema de las revoluciones fue central en la producción
intelectual de Eric Hobsbawm, conocida por su originalidad y la claridad de sus
argumentos. Sus libros sobre la Revolución francesa y la revolución industrial británica
marcaron un hito en su carrera y alcanzaron difusión e impacto a nivel mundial.
En ese sentido, es famosa su trilogía: La era de la revolución (1962), La era
del capitalismo (1975) y La era del imperio (1987), a la que luego agregaría La
era de los extremos (1994). Pero, su interés no solo se focalizó en las
revoluciones sino también en los revolucionarios, en los actores sociales. Bajo
este prisma produjo Rebeldes primitivos (1959), Bandidos (1969) y Revolucionarios:
ensayos contemporáneos (1973). Además de dedicar también parte de su producción
al movimiento obrero. Uno de los libros que me resulta particularmente estimulante
y al cual regreso una y otra vez es La invención de la tradición, que si bien
Hobsbawm lo basa en la tradición europea, haciendo hincapié en Inglaterra y sus
colonias, también se puede aplicar para otros casos, como el de la tradición
Inca y su reinvención en el período virreinal y de la republica peruana.
Además de su dedicación por la historia, Hobsbawm tenía dos
pasiones: la política y el jazz. Sobre este último, escribió regularmente como
columnista del New Statement, bajo el seudónimo de Frances Newton. Por otro
lado, su compromiso político fue consistentemente con el Partido Comunista.
Primero se unió en 1931 a la Liga Comunista de Alemania, en Berlín, y luego al
Partido Comunista en 1936. Diez años después, ya en Inglaterra, pasó a integrar
el grupo de Historiadores del Partido Comunista y se convirtió en el presidente
de la Asociación de Historiadores Socialistas, cargo que mantuvo hasta su
muerte.
En un reciente artículo publicado por su hija Julia Hobsbawm
en el Financial Times, que se titula “Recordando a papá”, ella nos relata que
las cenizas de su padre, a quien cremaron en el Golden Green Crematory, reposan
en el cementerio Highgate de Londres, muy cerca a la casa donde vivió el famoso
historiador marxista y, además, han sido sepultadas al lado derecho de la tumba
de Carlos Marx, también enterrado en el mencionado cementerio. Con esto sus
familiares cumplieron con un explícito deseo de quien ha sido uno de los más
connotados historiadores del siglo XX, cuyos libros se han traducido a una
treintena de idiomas y cuya influencia historiográfica es gravitante. Comentaba
su esposa que lo más conmovedor al anunciarse
el fallecimiento del profesor Hobsbawm fue la lluvia de correos
electrónicos que llegaron enviados por sus alumnos, de varias partes del mundo,
que expresaban el pesar que sentían y el privilegio que experimentaban de haber
sido pupilos de una persona con tantas cualidades académicas y humanas. Me
adhiero a este recuerdo de Eric Hobsbawm, quien supo ser maestro y amigo
generoso. Muchas gracias a la notable obra que ha dejado para mi generación y
las venideras.