En la lucha por la independencia, es crucial
ganar batallas diplomáticas como la escenificada en la Cumbre de
las Américas de Panamá, pero la victoria definitiva solo será posible,
garantizando la gobernabilidad y la estabilidad económica interna, para
impedir que se vayan a pique las expectativas del pueblo respecto del proceso.
De lo contrario, la mesa estaría servida para que avance el proyecto
restaurador neocolonial, de la mano del gran capital transnacional. Por
ello, hay que atacar las causas estructurales de la crisis, ante el evidente
agotamiento de una política económica que está corroyendo aceleradamente los
logros sociales de la revolución. El gobierno debe encarar la grave
situación de inseguridad y violencia social que compromete la paz y
la soberanía de la Nación. Es crucial enfrentar la corrupción que está minando
la estructura del Estado desestabilizando las finanzas públicas y
erosionando la credibilidad del gobierno.
La revolución ha sobrevivido al golpe continuado y a la
guerra de IV generación que le plantó el Imperio desde sus albores, porque
concitó un amplio respaldo popular alrededor del liderazgo del Comandante
Chávez, sustentado en un proyecto nacional que tiene como norte la concreción
de la democracia participativa y la justicia social, para darle acceso a las
grande mayorías históricamente excluidas, al bienestar económico y social. El
“golpe de timón” urgente e impostergable que exigió el Presidente
fundador de la V República en el ocaso de su vida, anticipó la
terrible tempestad que amenaza con hacer naufragar el proyecto
bolivariano. Estamos a tiempo de retomar el rumbo.
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