Foto: Cheikh Nimr al-Nimr |
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El tipo de coalición formada para la “Tempestad decisiva” -que ha provocado miles de muertos civiles,
destruido ciudades históricas y provocada una de las llamadas crisis
humanitarias más terribles, por retomar el lenguaje orwelliano de la ONU- habla
por si misma: 30 aviones de combate proporcionados (inicialmente) por los
Emiratos Unidos; 15 por Bahréin, donde la mayoría chiíta es reprimida con
firmeza, 15 por Kuwait y 10 por Qatar. Bombardeos gestionados por las firmas
que los vendieron que aseguran el servicio “técnico”.
Y luego, los “combatientes” de esta coalición subcontratan
“su” guerra en el terreno yemenita -que está en el cruce de una capa petrolera
que no respeta los límites de los mapas geográficos- a mercenarios colombianos
que han hecho su aprendizaje en un ejército que ha combatido a las FARC (Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia) y el ELN (Ejército de Liberación Nacional)
y que han servido también de sicarios para permitir a los grandes propietarios
de Colombia -entre los cuales hay numerosos militares de alta graduación-
extender su propiedad expulsando a los campesinos pobres. El New York Times del 25 de noviembre
de 2015 daba de ellos una buena descripción.
La firma que organiza esta subcontrata militar para
príncipes “guerrilleros” estaba dirigida por un antiguo miembro de Blackwater,
rebautizada desde los escándalos demasiado mediatizados Academi (sic), Erik Prince. Desde entonces, esta firma privada de
mercenarios ha pasado a estar bajo la dirección del ejército de los Emiratos.
Los salarios son de alrededor de 3000 dólares. En lo que se refiere al personal
incluido en los “contratos de asistencia” garantizados por los vendedores de
armas y el aparato militar de los países proveedores, no se mencionan los
salarios en la cuentas del Reino de los Saud. Es cierto que son tan
transparentes como los de Nestlé o Amazon. Pues, en el camino de la democracia,
el Reino de los Saud ha asumido el riesgo de permitir conducir o incluso votar
a las mujeres: mercenarios con galones de un poder que se les escapa. Sin
olvidar infligir penas capitales, ejecutadas limpiamente, a unas 135 personas (Les Echos, 15/10/2015).
Este poder de los Saud ha anunciado, el sábado 2 de enero de
2016, la ejecución de 47 personas condenadas por “terrorismo”. Al margen del
carácter masivo de estas ejecuciones, ha sido un nombre entre todos los
ejecutados el que ha tenido un efecto de “explosivo” en una región en llamas:
el del clérigo al-Nimr. Un jefe religioso chiita, opositor tenaz y no violento
al régimen saudí encarnado por la dinastía sunita de los Al-Saud. Tan pronto como
se ha hecho pública, su ejecución ha provocado manifestaciones en Bahrein,
condenas en el Líbano así como en Irak. La reacción de Teherán no se ha hecho
esperar: “El gobierno saudí apoya por un lado a los movimientos terroristas y
extremistas [alusión a Siria y a Yemen, aquí Al Qaeda en el sur de Yemen] y al
mismo tiempo utiliza el lenguaje de la represión y la pena de muerte contra sus
opositores internos (…). Pagará un precio elevado por estas políticas”. Estas
palabras han sido pronunciadas por el ministro de Asuntos Exteriores Hossein
Jaber Ansari; un dirigente que no pronuncia tales términos sin el acuerdo de
las más altas instancias de la molarquía.
Una ejecución estrictamente política
De 56 años, al-Nimr era un ardiente defensor de la minoría
chiita en un país en el que la población es sunita en un 90%. Este dignatario
dirigió en 2011 la protesta popular que estalló en el este del reino, siguiendo
la onda de las “primaveras árabes”. “El clérigo al-Nimr era una de las
responsabilidades religiosas más respetadas de la comunidad chiita. Era un
opositor bastante determinado. Contrariamente a otros dirigentes que a partir
de 1993 habían abierto un diálogo con las autoridades, él era hostil a ese
diálogo. Pero por lo que se sabe, no estaba implicado en acciones violentas
contra el régimen”, describe Alain Gresh, director del periódico en línea Orient XXI y periodista de Le Monde Diplomatique.
Al producirse su detención el Jeque al-Nimr —no violento
reconocido— había sido acusado de haber abierto fuego sobre las fuerzas del
orden, sin que esta acusación haya sido verificada. Él mismo fue herido por
bala, con la consecuencia de varios meses de hospitalización. Las autoridades
sauditas le reprochaban “esencialmente
provocar la división entre los musulmanes y poner en cuestión la unidad
nacional […]; se le reprochaba, evidentemente, tener relaciones con Irán, lo
que sin duda era cierto, pero en el sentido en que numerosos religiosos chiitas
tienen relaciones con ese país”, añade A. Gresh.
En 2014 este jefe religioso fue condenado a la decapitación
seguida de crucifixión por “terrorismo”, “sedición”, “desobediencia al soberano”
y “tenencia de armas” por un tribunal de Riad especializado en los asuntos de
terrorismo. “En su proceso, la acusación se basó fundamentalmente en sus
predicaciones. Así pues, ha sido condenado sobre todo por sus sermones”,
subraya Adam Coogle, especialista de Medio Oriente en Human Rights Watch (HRW).
Según HRW: “Su proceso
ha estado marcado por numerosas irregularidades. Además, no ha tenido representación
legal en sus interrogatorios y las autoridades no le han dado la oportunidad de
disfrutar de una defensa digna de ese nombre. No se puede considerar que haya
tenido derecho a un juicio imparcial”.
Callar a toda la oposición
La ejecución del jeque al-Nimr expresa las pretensiones
regionales del nuevo rey Salman. Una decisión propia, según Gresh, de quienes
han “tomado el poder desde la muerte del rey Abdalá, en particular el rey
Salman y sobre todo su hijo y el ministro del Interior Mohammed Ben Nayef. Así
pues dos de los tres principales dirigentes son muy jóvenes y han dado pruebas
de una agresividad en el plano regional que no era habitual en los sauditas.
Esto se ha comprobado cuando han desencadenado la guerra contra Yemen (…).
Muchos se hacen preguntas, incluso entre los aliados de Arabia Saudita, como
los Estados Unidos, sobre la sensatez de este equipo”.
Washington camina sobre una alfombra de llena de cristales
rotos, sin ser exactamente un fakir.
John Kirby, antiguo contralmirante de la marina de los Estados Unidos y
portavoz del Pentágono ha declarado que “en
numerosas ocasiones hemos hecho saber al más alto nivel a las autoridades
sauditas nuestras inquietudes, y llamamos de nuevo al gobierno a respetar los
derechos humanos y a garantizar juicios honrados”. ¿Como en Guantánamo?
Salman ha aprendido la lección. Más allá de la declaración, el Departamento
militar comprende que el Reino de los Saud está empantanado en Yemen, “en mala
posición” en Siria y que el Estado Islámico llama a la población a levantarse
contra el poder. Esto en un contexto en que la caída drástica de los precios
del petróleo ha llevado a numerosos dirigentes a imponer una política de
austeridad a la que la población saudita no está acostumbrada, por utilizar un
eufemismo. La crisis regional, a la que se añaden las guerras, golpea la puerta
del llamado Occidente.
Traducción del francés por Faustino Eguberri para Viento Sur
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