Casi todas las definiciones de diccionario
de «mercado» connotan una oportunidad: como lugar concreto o como institución,
un mercado es un lugar en el que existen oportunidades de comprar y vender;
como abstracción, un mercado es la posibilidad de venta. Los bienes «encuentran
un mercado», y decimos que existe un mercado para un servicio o un producto
cuando hay demanda de él, lo que significa que es posible venderlo. Los
mercados están abiertos a quienes desean vender. El mercado representa
«condiciones relativas a la compra y la venta, la oportunidad de comprar y
vender» (The Concise Oxford Dictionary).
El mercado implica oferta y posibilidad de elección.
Así
pues, ¿qué son las fuerzas del mercado? ¿Acaso fuerza no implica coerción? En
el lenguaje convencional de la ideología capitalista, el mercado no implica
coacción, sino libertad. Al mismo tiempo, esa libertad la garantizan ciertos
mecanismos regulatorios que aseguran la racionalidad de la economía, por la que
la oferta se ajusta a la demanda, y se ofrecen mercancías y servicios que la
gente escoge libremente. Tales mecanismos constituyen las «fuerzas»
impersonales del mercado, y si estas son en algún sentido coercitivas es solo
en el sentido de que obligan a los actores económicos a actuar «racionalmente»
a fin de maximizar la posibilidad de elección y la oportunidad.
Todo esto implica que el capitalismo, la «sociedad de mercado» por excelencia, presenta las condiciones óptimas para existencia de oportunidades y posibilidades de elección. Se ofrecen más bienes y servicios; son más las personas que son más libres de vender y sacar provecho de ellos, y son más las personas que son más libres de elegir entre ellos y adquirirlos.
Entonces, ¿qué es lo que falla en esta
descripción? Un socialista es probable que responda que el principal
ingrediente que falta es la mercantilización de la fuerza de trabajo y la
explotación de clase. Hasta aquí, bien. Pero lo que no siempre está tan claro,
ni siquiera en las explicaciones socialistas del mercado, es que el rasgo
distintivo y primordial del mercado capitalista no es la oportunidad o la
posibilidad de elección, sino la coacción. En el capitalismo, la vida material
y la reproducción social están universalmente mediadas por el mercado, de modo
que to-dos los individuos deben establecer relaciones de mercado de una forma u
otra para tener acceso a los medios de vida, y los dictados del mercado
capitalista, sus imperativos de competencia, acumulación, maximización de
ganancias y aumento de la productividad del trabajo, no solo regulan todas las
transacciones económicas, sino las relaciones sociales en general. Dado que las
relaciones entre los seres humanos están mediadas por el proceso de intercambio
de mercancías, las relaciones sociales entre las personas se presentan como
relaciones entre cosas: el «fetichismo de las mercancías», según la conocida
fórmula de Marx.
Ellen Meiksins Wood |
Algunos lectores es probable que objeten
que eso es algo que todo socialista —o al menos todo marxista— sabe, pero yo
tengo mis dudas. A continuación, sostendré que la mayoría de las explicaciones
históricas del capitalismo, tanto de izquierdas como de derechas, han tendido a
ignorar lo que este tiene de históricamente específico, la peculiaridad de que
el mercado capitalista supone una coacción, más que una oportunidad. Creo que,
en consecuencia, nuestra comprensión del capitalismo actual y de las
posibilidades políticas de que dispone una oposición socia-lista se verá
afectada por nuestro modo de entender la historia, las formas concretas en que
el capitalismo supone una ruptura histórica con formas sociales anteriores y lo
que estas nos dicen acerca de lo que tiene de específico el mercado
capitalista.
Este
artículo cuyo contenido integral pude leerse a continuación en formato PDF, fue
publicado originalmente en la revista Monthly
Review, Vol. 46, N° 3, julio-agosto de 1994, pp. 14-40. Traducción del inglés
por Joan Quesada. Cuando fue publicado el
presente artículo, Ellen Meiksins Wood era profesora de Ciencia Política en la
Universidad de York, en Ontario, Canadá
Leer en PDF — 33 pp. |
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