México está inmerso en una sucesión interminable de
catástrofes. Día a día las noticias de nuevas injusticias y atroces muertes nos
envuelven. Las redes sociales, físicas y virtuales, se llenan de indignación
para después paulatinamente decaer. Estos hechos, algunos claramente
interconectados y otros aparentemente distantes, pueden ser explicados de forma
sistemática a través del trabajo de David Harvey.
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[…] buscaré explicar el torbellino de catástrofes que vivimos desde una mirada guiada por el trabajo de Harvey. En particular, utilizaré su concepto de “acumulación por despojo” para comprender cómo la producción de drogas, algunas reformas jurídicas (en particular la energética), los cambios en la propiedad de la tierra y la liberalización del comercio pueden producir procesos de despojo que son necesarios para la acumulación de capital. Mirar México a través de los ojos de David Harvey nos da, además, la posibilidad de entender cómo se configuran resistencias actuales y posibles frente al despojo, la catástrofe y la muerte que nos sobrecogen.
La historia moderna del territorio que se constituye como México arranca con un proceso de despojo. El folclore nacional lo retrata bien: detrás de la caricaturización del indígena impoluto y el español que encarna el mal, procesos de saqueo bien documentados arrancan la vinculación de estos territorios a un sistema global interconectado que se fundamenta en la acumulación y circulación de capital (Wallerstein 1988). La producción de la Nueva España es parte esencial del colonialismo, un proceso que, mutado, perdura hasta hoy.
Este despojo acontece por siglos. No se refiere solo a los
recursos llevados a tierras europeas, al oro que ingresa a las arcas de las
grandes potencias. El despojo es también interno. Es el de la expulsión forzada
de campesinos y pueblos originarios; el de la pérdida de los derechos sobre lo
común; el de la transformación de las diversas relaciones de propiedad a una
sola: la privada; el de la supresión de formas de producción y consumo
alternativas; el de la monetización del intercambio; el de la esclavitud y su
comercio; el de la deuda, y, finalmente, el del sistema crediticio (Harvey, “The ‘New’ Imperialism: Accumulation by
Dispossession”).
El despojo, que Marx conceptualizó como acumulación
originaria, es continuo. No pertenece a un momento primitivo, previo, único
(Bonefeld 2001). De ahí que Harvey prefiera llamarle acumulación por despojo y
pensarlo como un mecanismo esencial para la reproducción del capital. Además,
las distintas formas en las cuales este proceso sucede no son lineales. Es
decir, no siguen una lógica de progreso inexorable: el despojo a través de la
deuda coexiste, por ejemplo, con la pérdida de los derechos sobre lo común.
Así, el proceso de despojo es esencial para la continua
reproducción del capital. En escenarios de sobreacumulación, donde la mano de
obra y el capital son abundantes pero no pueden ser utilizados de forma
productiva, es un mecanismo que permite transportar la crisis que aparece como
inminente. Es decir, el capital excedente y la mano de obra desempleada son
utilizados en procesos de producción de nuevos espacios de acumulación y
reproducción de capital, evitando la destrucción del capital y la rebelión de
la mano de obra. Este movimiento, necesario para el capital, conceptualizado
por Harvey como un “ajuste espacio-temporal” (Harvey 1982), es doble. Por un
lado, implica la apertura de nuevos mercados, a menudo por la fuerza. Por el
otro, requiere la producción a gran escala de infraestructura –la urbanización
contemporánea es un ejemplo impecable de ello (Harvey 1985, 1989, 2013).
El ajuste espacio-temporal modifica el territorio. La
producción de nuevos espacios que sean útiles para la acumulación y
reproducción del capital es cambiante. El capitalismo produce espacios de
acuerdo con sus necesidades temporáneas, para después destruirlos cuando estos
se vuelven insuficientes (Harvey 1982). Los altos edificios que cada vez con
más frecuencia se levantan en la Ciudad de México son un ejemplo claro de cómo
el capital destruye espacios previamente producidos, transforma su fisionomía y
modifica el tejido urbano y sus dinámicas.
David Harvey |
La liberalización económica puede también generar y
precipitar procesos de despojo. El ingreso de México al TLCAN aceleró la
transformación de la estructura productiva del campo. El cultivo de
autosubsistencia decayó con fuerza; los campesinos se vieron desplazados y
migraron. En San Quintín vemos a indígenas triquis sometidos a un estado de
casi-esclavitud, forzosamente desplazados por la pobreza y el abandono de las
políticas estatales. Los mecanismos de servidumbre legal que la Reforma
Energética plantea (la obligación de propietarios de tierras útiles para la
producción y transporte de hidrocarburos a ‘rentarlas’ por periodos de 50 años
a las empresas que las requieran) pueden agudizar este proceso de
desplazamiento territorial obligado, incrementando la oferta de mano de obra y,
por lo tanto, abaratándola.
La ley puede ser entonces un mecanismo para avalar y
fomentar estos procesos. En Colombia, por ejemplo, la norma 9.70 de su Tratado
de Libre Comercio con los Estados Unidos retira a los campesinos el derecho de
plantar sus propias semillas. No solo los obliga a comprar las que han sido
aceptadas por el gobierno, sino que les exige adquirirlas cada año, al ser
ilegal la práctica milenaria de separar las mejores semillas y reutilizarlas.
El TPP, que acaba de ser detenido en Estados Unidos, al menos temporalmente,
establece provisiones similares que afectarían al campo mexicano. Los
procesos de despojo se aceleran, penetran a espacios insospechados, y pueden
contribuir a agudizar las contradicciones entre trabajo y capital, entre vida y
muerte.
Así como las formas de despojo no son lineales, las maneras
de explotación tampoco lo son. Si bien el capitalismo orienta su lógica en
torno de la relación capital-trabajo asalariado, existen otras formas de
dominación con las que cohabita (Quijano 2000). La organización de la
desigualdad en torno a líneas de raza y género es muestra de la insuficiencia
de la relación primordial del capitalismo para explicar todo lo que ocurre en
el sistema. Es decir, que sean indígenas triquis quienes sufren la explotación
y represión del Estado en Baja California no es fortuito. Es resultado del
racismo inherente a la colonialidad del poder (Quijano 2000). Que el
feminicidio sea un proceso estructural que azota a todo el territorio, con focos
notables en espacios donde la industria manufacturera prevalece, como Ciudad
Juárez, es parte del mismo conjunto de procesos.
La muerte y la acumulación también se entrelazan en
territorios que están sembrados de cuerpos. Las fronteras entre el crimen
organizado, la empresas que operan en la legalidad y las instituciones del
Estado se difuminan. La minería, el cultivo de amapola y la supresión de la
disidencia se entrelazan. En Guerrero, por ejemplo, se ha perseguido,
encarcelado y asesinado a quienes han comenzado una lucha contra este
llamado necrocapitalismo (Banerjee 2008).
Ahora bien, la acumulación por despojo configura escenarios
de lucha que se alejan de los cánones de la lucha proletaria del marxismo
clásico (Harvey 2003). Las alianzas que ocurren en reacción a este capitalismo
son de una forma distinta y se orientan a luchar contra la desposesión. Así, es
posible entender que cada vez más luchas autonómicas se organicen. Cherán, las
policías comunitarias en el estado de Guerrero, las comunidades zapatistas en
Chiapas y ejemplos internacionales, como el de la región autónoma kurda de
Rojava (Graeber y Öğünç 2014), ilustran las formas en las cuales la expansión
de la acumulación a los espacios de reproducción de la vida cotidiana genera
nuevas formas de organización y resistencia frente al capitalismo.
Una conclusión que se obtiene mirando México a través de los
ojos de David Harvey es, entonces, que la construcción de una sociedad que
produzca vida digna y no muerte pasa por una lucha compleja, creativa,
horizontal y plural frente al capitalismo. La era de las fórmulas ha terminado.
Referencias
Banerjee, Subharata Bobby. 2008. Necrocapitalism. Organization Studies,1541-1563.
Bonefeld, Werner. 2001. The
Permanence of Primitive Accumulation: Commodity Fetishism and Social
Constitution. The Commoner.
Graeber, David, y Pinar Öğünç. 2014. Ésta es una revolución genuina. David Graeber sobre su visita a
Rojava. A las barricadas, 29 de diciembre.
Harvey, David. 1982. The Limits to Capital. Londres: Routledge.
—. 1985. The
Urbanisation of Capital. Baltimore: Johns Hopkins Press.
—. 1989. From
Managerialism to Entreprenurialism: The Transformation in Urban Governance in
Late Capitalism. Geografiska Annaler. Series B, Human
Geography, 3-17.
—. 2003. The New
Imperialism. Oxford: Oxford University Press.
—. 2004. The ‘New’
Imperialism: Accumulation by Dispossession. Socialist
Register, 63-87.
—. 2013. Rebel
Cities. From the Right to the City to the Urban Revolution. Londres:
Verso.
Quijano, Aníbal. 2000. Colonialidad
del poder y clasificación social. Journal of World-Systems
Research, 342-386.
Wallerstein, Immanuel. 1988. El capitalismo histórico. México: Siglo XXI.