En el año 1994, Giovanni Arrighi [1] relataba que el ciclo sistémico de
acumulación capitalista iniciado en las últimas décadas del siglo XIX y al que
él denominó como “el largo siglo XX”, comenzaba a dar muestras evidentes de
estar llegando a su fin. La revolución neoliberal que surge como respuesta del
capital a la crisis en los años 70 del modelo de acumulación predominante desde
la Segunda Guerra Mundial, condujo a una expansión global del capital y una
nueva división internacional del trabajo y la producción. Con esto, el capital
concentrará cada vez más recursos en el ámbito financiero en busca de una mayor
y más rápida rentabilidad, lo que contribuirá a una expansión financiera global
que dominará buena parte de la economía mundial capitalista. Este proceso de
financiarización se ha de entender como resultado de las contradicciones
intrínsecas del sistema capitalista sucedidas en el ámbito real durante este
periodo y nos ayuda a comprender la crisis actual como una crisis del modelo de
acumulación neoliberal y una puesta inicial en cuestionamiento de la hegemonía
estadounidense.
Arrighi, consideraba que desde el origen del capitalismo se
han sucedido 4 ciclos sistémicos de acumulación dominados por una potencia, la
misma que controlaba los flujos financieros internacionales en ese momento
histórico. La muestra de que un ciclo está llegando a su fin es el
predominio de la economía financiera sobre la economía real como manifestación
de las contradicciones intrínsecas del sistema. Caracterizando de este modo a
la financiarización de la economía, no como la fase final del capitalismo, sino
como una fase recurrente que muestra la etapa final de un determinado ciclo
sistémico de acumulación.
El cambio de ciclo implica cambios en el orden
geofinanciero global que ponen en cuestionamiento las hegemonías de los
procesos de acumulación anteriores. Cuando Arrighi publicó su obra
consideró que el nuevo ciclo de acumulación estaría capitaneado por Japón. Sin
embargo, en el posfacio de la segunda edición publicada en 2009, ya consideró a
la República Popular de China como el nuevo centro del poder geoeconómico
mundial.
Este marco que nos aporta la obra de Arrighi nos permitirá
comprender el surgimiento de la República Popular de China como contrapoder en
lo que se refiere a la capacidad financiera a nivel internacional. En este
contexto, vamos a centrar nuestro documento en una de las últimas iniciativas
institucionales que surgen bajo el impulso chino, el Banco Asiático de
Inversión en Infraestructuras (BAII) y el papel que este nuevo organismo
internacional puede tener para los países de América Latina y el Caribe[2].
El Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, BAII.
El BAII, con sede en Pekín y un capital de 100.000 millones
de dólares, cuenta con 57 países miembros y nace fruto del esfuerzo chino por
modificar la correlación de fuerzas presente en las instituciones financieras
internacionales que se fundaron tras la segunda guerra mundial. Instituciones
caracterizadas por el dominio de Washington junto con algunos países aliados.
China posiciona al BAII como una institución de carácter multilateral que surge
como alternativa a estas instituciones hegemónicas. Su principal objetivo se
centra en el fomento y desarrollo del comercio y la cooperación económica en
Asia y Oceanía, así como entre éstas y Eurasia. Esto a través de la inversión
en infraestructuras, principalmente aquella relacionada con el transporte y las
telecomunicaciones, aunque también puede financiar proyecto de otros ámbitos
como energía, desarrollo de zonas rurales, vivienda, y otros sectores
productivos…
Como hemos dicho, su principal ámbito de actuación
geográfica se centra en la región asiática y en Oceanía, siendo considerados
los países de estas regiones que integran el BAII como países “Regionales”. A
estos países se les reserva al menos el 75% de los votos del organismo. El otro
25% lo constituyen los países “No Regionales”, entre los que destacan la
presencia de Alemania o Reino Unido y las ausencias de Estados Unidos y Japón.
En términos geoeconómicos, el objetivo del BAII es el de consolidar un contrapoder con sede en Asia para reducir la presencia de los EEUU en la región. Del mismo modo, hay que tener en cuenta dos consideraciones importantes en términos geopolíticos que llevan a estrechar las relaciones de Asia con los dos continentes más cercanos: 1) La consideración de miembros “Regionales” a los países de Oceanía. Esto no es ni mucho menos casual y busca expandir las relaciones de influencia hacia el vecino próximo, destacando la buena sintonía con Australia, un país tradicionalmente en la esfera de influencia de los Estados Unidos. Esto nos puede recordar a las viejas teorías de Karl Haushofer y la división del mundo en Panregiones controladas por un país que actúa como hegemón de las mismas. Y 2) no sólo se pretende las buenas relaciones con Oceanía. sino que además uno de los objetivos es mejorar la comunicación con los países europeos a través de Eurasia, dando cuenta así de la intención China de reconstituir una nueva “ruta de la seda del siglo XXI” y que vincule tanto a los países europeos como euroasiáticos a la esfera de influencia de China a través de la mejora en la infraestructura de transporte terrestre.
Sin embargo, y a pesar de que estos objetivos se enfrentan
claramente a la visión de dominación de los Estados Unidos, la República
Popular de China se ha cuidado y ha actuado con suma inteligencia y cautela
para evitar la desestabilización del sistema financiero internacional. De esta
forma, las primeras operaciones de financiación desarrolladas por el BAII se
han realizado en dólares estadounidenses, así como también son en dólares los
depósitos de capital realizados por los países miembros. Además, de los cuatro
primeros préstamos aprobados, tres se han realizado en colaboración con alguno
de los organismos financieros internacionales controlados por las economías
occidentales. El objetivo a medio plazo si será operar de forma mayoritaria con
Yuans, sin embargo, no se busca cambiar la correlación de fuerzas de forma
traumática, lo que a su vez tendría efectos desestabilizadores para la economía
china[3].
Implicaciones del BAII para América Latina y el Caribe.
En primer lugar, es necesario aclarar que aunque el objetivo
principal del BAII es la financiación de proyectos en Asia y en Oceanía,
también tiene la capacidad de financiar proyectos fuera de estas regiones. Para
que esto sea posible se deben dar dos condiciones: 1) que el país extra
regional sea integrante del BAII, y 2) que la infraestructura a financiar
reporte interés para el desarrollo de Asia u Oceanía.
Por el momento, en la región, tan sólo Brasil ha sido
aceptado para formar parte del BAII. Sin embargo, hay otros países que
igualmente se están planteando el acceso a dicho organismo.
Entre las principales ventajas, que para los países de la
región puede tener su participación en el BAII, se encuentra que la membresía
supondrá nuevas alternativas de financiación para los sectores estratégicos que
aún se encuentran en expansión en buena parte de los países de la región. La
presencia del BAII en la región puede suponer nuevas alternativas de
financiación a los mecanismos tradicionales.
Esto puede permitir alejarse de las clausulas de
condicionalidades, tanto políticas como económicas, ligadas a la obtención de
financiación por parte organismos multilaterales. Del mismo modo, la presencia
del BAII en la región puede permitir profundizar en la consolidación del orden
multipolar y multicéntrico perseguido por algunos de los gobiernos de la
región.
Sin embargo, sí es necesario resaltar que aunque la
financiación de los proyectos a través del BAII no está ligada a las
condicionalidades clásicas que imponen otros mecanismos de financiación
multilaterales, una de las condiciones para otorgar el financiamiento está
sujeta a que sean proyectos que tengan un interés para la región asiática u
Oceanía[4]. Con esto, es importante advertir el
riesgo que hay de impulsar proyectos que no sean los más convenientes para el
desarrollo nacional y regional.
Otro de los temores que surge ante la presencia del BAII en
la región es que se desista por completo del intento de crear un organismo
financiero regional, que no esté dirigido por ningún país foráneo y que busque
sólo y exclusivamente el interés de la propia región latinoamericana y
caribeña. Hablamos de la puesta en marcha efectiva del Banco del Sur y del Fondo
del Sur.
A esto se puede agregar que unos de los principales destinos
de financiación del BAII son las instituciones de carácter privado para llevar
a cabo los proyectos. De aquí el temor de que, como se espera, el BAII
favorezca principalmente a las grandes empresas de capital chino, lo cual
podría generar una sobreexposición a grandes empresas de capital extranjero en
detrimento de empresas más pequeñas de capital nacional y/o regional.
A pesar de estas cuestiones que ponemos de manifiesto para
no caer en la falsa creencia de que esta institución vendrá a solventar las
relaciones de dependencia del financiamiento internacional que ha tenido la
región, consideramos que el BAII representa una oportunidad, sobre todo para
aquellos países con una relación tensa con Washington, y que puede dotar de
recursos financieros manteniendo la soberanía en cuanto a la conducción
política y económica, sin cartas de intenciones por medio. Eso sí, siempre
teniendo en cuenta la limitación que supone que se financiarían proyectos de
interés para las economías asiáticas. Por lo que esta mayor soberanía y la
financiación de este desarrollo económico soberano estarán condicionadas, en
última instancia, por estos intereses, que si bien pueden ser comunes a
Latinoamérica, estarán muy acotados bajo el paraguas de estos objetivos
exteriores.
En conclusión, la pertenencia al BAII puede suponer cierto
alivio a las condiciones de ahogo financiero que tienen algunos países de la
región. Sin embargo, una mayor presencia de instituciones financieras
multilaterales en la región no debe suponer un freno a la construcción de
instituciones propias, que impulsen la soberanía y no estén atadas a ningún
otro interés que el desarrollo y la mejora de las condiciones de vida de los
pueblos latinoamericanos y caribeños.
Notas
[1] Arrighi, G. (1999). El largo siglo XX.
Madrid, España. Akal.
[2] Conviene resaltar que el BAII es tan
solo una de las instituciones financieras impulsadas por la República Popular
de China y que tienen una importante presencia internacional. Otras iniciativas
son el Export Import Bank of China (Eximbank), el China Development Bank (CDB),
el Bank of China Limited, el Banco de los BRICS o el Fondo CELAC-China, este
último enfocado en la región latinoamericana y caribeña.
[3] Esto es una muestra más de la actuación
China en política exterior que rehúye del conflicto y busca la “coexistencia
pacífica”. Principio éste que rige su política exterior, con la excepción clara
de las escaramuzas cada vez más beligerantes que se están produciendo en el Mar
de China Meridional.
[4] Debe tenerse en cuenta que los “países
regionales” tienen una amplia mayoría para decidir el destino de los fondos del
banco.
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