La tensión entre proteccionismo y globalización se pone de
manifiesto como uno de los emergentes más significativos del escenario que toma
cuerpo con particular entidad en los países centrales. Este dualismo expresa a
su vez el despliegue quizá más contradictorio y concreto de otra bifurcación,
la que fluye entre
la economía y la política.
Enfocando la arista económica, puede verificarse que un
escenario de disminución del crecimiento del comercio mundial está impulsando
un cierto repliegue de la globalización, un suave incremento de medidas
proteccionistas y una desaceleración del ritmo de liberalización del comercio.
Estos factores que poseen por ahora un impacto limitado, prometen adquirir un
impulso mayor en un escenario
económico que amenaza volverse más crítico. Contra esta tendencia, los
tratados de libre comercio –como el TLC, el Acuerdo Transpacífico o el
Transatlántico, entre otros- representan la espada privilegiada de la cruzada
globalizadora de los sectores hegemónicos del capital.
Pero si se enfoca la arista política, se observa que la
desazón y la pérdida de confianza en las élites dirigentes dio lugar a una
oleada de repudio a la globalización expresada tanto en el ascenso del fenómeno
Trump por derecha, como en su momento en el voto por izquierda a Bernie Sanders
y hasta en las promesas
“antitratados” a las que se vio obligada Hillary. Este suceso en su
conjunto, incluyendo un nacionalismo xenófobo referenciado en amplios
sectores de la población–que alcanza también fracciones del capital no
hegemónico, ligadas al mercado interno- podría transformarse en una de las
peores contrariedades de las élites económicas, globalofílicas por definición.
La suerte de los tratados comerciales –principal arma de las multinacionales y
las élites económicas para la “protección” de sus negocios- se juega en
territorios tortuosos como el del Reino Unido después del Brexit o el de
Estados Unidos luego de la gran definición del próximo martes
–independientemente, en gran parte, de quien se quede con la victoria.
En otro aspecto que distingue el actual “estancamiento secular” de aquel de los años ’30, el
proteccionismo se referencia hoy en el desencanto de amplios sectores de la
población mientras que los sectores hegemónicos del capital declaman un amor
sin barreras por la “aldea global”. Una verdadera novedad histórica que tendrá
mucho que decir en el período próximo.
Debilidades de la globalización
Bajo el título “El lento crecimiento del comercio mundial llegó para quedarse”,
Martin Wolf se pregunta desde Financial Times si la globalización se está
revirtiendo. Su respuesta general es no, aunque asume que se registra una
pérdida de dinamismo especialmente en el comercio, motor de la integración
económica global durante las últimas décadas. Tal como lo haremos aquí y para
profundizar el asunto, Wolf acude al último reporte sobre Perspectiva económica mundial del FMI. A partir de los
gráficos proporcionados por el organismo, compara la dinámica del crecimiento
del PBI mundial y el comercio del período 1960-2015 tomado en su conjunto con
el período pos Lehman (2008-2015) en su especificidad. Evalúa que entre 1960 y
2015, mientras la producción creció a una tasa media anual del 3,5%, el
comercio mundial lo hizo a una tasa del 6,6% en términos reales. Sin embargo,
entre 2008 y 2015, mientras la producción mundial se incrementó a una tasa
media anual del 2,4%, el comercio lo hizo a un 3,4% en términos reales. No sólo
el crecimiento del comercio se desaceleró, sino que la brecha entre el
crecimiento del comercio y el de la producción también disminuyó drásticamente,
concluye.
Por su parte el FMI contrasta el período 1985-2007 con los últimos
cuatro años que se extienden entre 2012 y 2015. Concluye que mientras en la
primera etapa -bajo el impulso sustancial de la globalización y el crecimiento
económico- el incremento promedio del comercio mundial en términos reales se
producía a un ritmo dos veces mayor que el crecimiento del PBI, durante los
últimos cuatro años, apenas acompaña el ritmo del crecimiento del producto.
Desde 2012 la tasa de crecimiento del comercio mundial ronda el 3% anual o sea,
el equivalente a menos de la mitad de la tasa media de expansión durante las
tres décadas previas. Se trata de un lento y prolongado crecimiento del
comercio en relación con el incremento del producto que goza de pocos
precedentes durante las cinco pasadas décadas y que de continuarse, según BBC Mundo,
se convertiría en el peor período de estancamiento comercial relativo desde la
Segunda Guerra Mundial.
Dentro de las causas explicativas de la desaceleración, el
FMI distingue la debilidad general de la actividad económica y en particular la
desaceleración del crecimiento de la inversión, como restricciones
fundamentales al aumento del comercio desde 2012. Señala que los análisis
empíricos sugieren que para el mundo tomado en su conjunto, hasta tres cuartas
partes de la declinación del crecimiento de las importaciones de bienes en
términos reales comparando los períodos 2003/7 –no casualmente el lapso que
sigue a la entrada de China a la OMC- y 2012/15 se pueden atribuir a la debilidad
de la actividad económica y más especialmente al débil crecimiento de la
inversión. Si el ritmo de aceleración del comercio cayó tanto en bienes como en
servicios, el 85% de la caída se concentra en bienes y en especial en bienes de
capital e intermedios. El FMI adjudica este resultado específico a dos factores
fundamentales. Por un lado a una modificación en la producción global según la
cual la inversión devino particularmente intensiva en importaciones, cuestión
que a la vez contribuiría a explicar la mayor desaceleración del comercio
mundial respecto de la producción. Por otro lado el asunto se asocia a un bajo
incremento de la inversión privada tanto en los países avanzados como
en los “emergentes”, incluyendo en un plano muy destacado el proceso
chino de rebalanceo desde la inversión hacia un crecimiento impulsado
mayormente por el consumo.
Por último el Fondo pone de relieve que la evolución del
comercio en los años recientes adquiere fisonomías sorprendentemente distintas
según se la mida en dólares reales –o, lo que es lo mismo, en volumen- o en
dólares nominales. En términos de dólares reales –criterio utilizado por el
FMI- se observa una disminución del crecimiento del comercio mundial desde
fines de 2011 a un ritmo aproximado del 3% anual. Pero si el asunto se evalúa
en términos nominales, el comercio sufre una abrupta caída en términos
absolutos a partir de la segunda mitad de 2014 y el valor de los bienes y
servicios comerciados se reduce en un 10,5% en 2015. La apreciación del dólar y
la abrupta caída de los precios del petróleo son los factores que explican la discrepancia
entre los resultados. A diferencia del FMI, la Organización Mundial del
Comercio confiere a dichos factores una significativa importancia tendencial
tal como ilustramos en La
Reserva Federal entre Donald Trump y la economía real.
Amor sin barreras
En cuanto a las medidas proteccionistas, los aranceles de
importación son los que permiten observar de manera más clara la evolución de
los costos del comercio. Según los datos del FMI, las negociaciones comerciales
y las liberalizaciones unilaterales redujeron las tarifas arancelarias promedio
en casi un punto porcentual al año entre 1986 y 1995. Luego las reducciones
continuaron a una tasa algo disminuida de aproximadamente medio punto anual
hasta 2008 pero a falta de acuerdos arancelarios desde el inicio de la crisis,
las reducciones de costos resultaron mínimas.
Por otra parte el movimiento más significativo se observa
–de acuerdo al FMI- en las barreras no arancelarias que incluyen restricción de
flujos comerciales tales como cuotas, rescates, ayudas estatales y medidas de
defensa comercial como derechos preferenciales a los productos locales. Si este
tipo de barreras registra una tendencia creciente ya desde 1990, muestra un
aumento constante desde 2012 y un importante salto en los años 2014 y 2015.
Según Global Trade Alert los gobiernos aprobaron en 2015
un 50% más de normativas dirigidas a favorecer a sus industrias locales y los
países del G-20 concentraron el 81% de esas disposiciones. Si bien las medidas
que restringen el comercio no muestran -de acuerdo a la gráfica de la OMC-
una tendencia claramente creciente desde 2009 hasta la fecha, registran un pico
pronunciado en 2015 frente a 2014. El FMI considera que este tipo de
disposiciones afecta a una pequeña proporción de productos aunque su incremento
podría encontrarse entre las razones explicativas de la detención del proceso
de reducción de costos en el comercio global.
Por su parte y también según el FMI, la proliferación de
acuerdos de libre comercio resultó particularmente pronunciada en el curso de
la década del ’90, promediando alrededor de 30 acuerdos anuales. Mientras en el
período previo a la crisis desatada por la caída de Lehman la cantidad de
acuerdos se redujo ligeramente, a partir de 2011 la tasa cayó abruptamente a
alrededor de los 10 acuerdos firmados al año. Sin embargo y también según el
Fondo, los acuerdos recientes abarcarían un espectro más amplio que los
anteriores incluyendo mayor cantidad de socios comerciales.
Estos factores también contribuyen a obstaculizar el
comercio internacional de mercancías, aunque según el FMI su impacto
cualitativo hasta el momento ha sido relativamente limitado. No obstante el
organismo señala –como es bastante evidente- que de generalizarse, estos
aspectos podrían pesar significativamente en la perspectiva del comercio global.
“Emerging markets moment”
Pero entre los años 1990 y 2007 –período apoteótico de
tratados de libre comercio y reducciones arancelarias- las importaciones chinas
explicaban el 44% de la pérdida de empleo en manufacturas en EEUU según apunta
el Instituto de Estudios del Trabajo de Bonn, Alemania, citado por Mark Broad de
la BBC. Incluso el FMI -sin ahorrar loas al impulso global- menciona el
impacto de la competencia de las importaciones chinas sobre el mercado de
trabajo norteamericano. Resalta que el crecimiento de los productos
provenientes de China generó un incremento del desempleo, un debilitamiento de
la participación de la fuerza de trabajo y una reducción salarial en los mercados
locales cuyas industrias manufactureras compiten con los productos de
importación. Cuestión que -casi de más está mencionar- se explica en gran parte
por importaciones de firmas norteamericanas (des)localizadas en China. El
subperíodo de los años 2003-7 fue –de acuerdo a la definición del FMI- un
momento de crecimiento inusualmente rápido de la inversión del capital en las
economías “emergentes” y “en desarrollo”, incluida China. A su vez, en el lapso
que abarca los años 1999 y 2011 –mientras todavía la reducción de tarifas
arancelarias continuaba por el “camino del bien”- el sector manufacturero
norteamericano perdía 6 millones de puestos de trabajo, de acuerdo a la Oficina
de Estadística de Empleo de Estados Unidos, citada por el autor arriba
mencionado.
Bajo el título La frontera que Donald Trump no puede romper, Sonia
Corona recuerda en el diario El País
que en el año 1994, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA,
por sus siglas en inglés), catapultó a la maquila –industria manufacturera que
importa insumos y exporta productos terminados- en la frontera. Se refiere a la
expulsión de las fábricas industriales desde el Paso (Texas, Estados Unidos)
hacia Ciudad Juárez (Chihuahua, México). En conjunto –señala- componen un
centro urbano de más de 2,2 millones de habitantes separados por el Río Bravo y
una valla de acero infinita, pero unidos por una relación comercial simbiótica
de millones de dólares. En Chihuahua están las naves industriales y a sus
espaldas –ilustra- los cristales espejo de los rascacielos corporativos de
Estados Unidos. La razón indiscutida para asentar una planta en estos 12
parques industriales que albergan 330 fábricas –la mayoría de origen
estadounidense- y de los que pueden salir televisores, lavarropas, ropa, partes
de aviones o autos, reside en el costo de los salarios, nada más ni nada menos
que ocho veces más altos del otro lado de la frontera, afirma. La consecuencia
al otro lado -según Econmy Policy Instituye- ascendía en 2014 a 700 mil
empleos menos correspondientes fundamentalmente a industria automotriz y
electrónica norteamericana. La ciudad abandonada de Detroit en el estado de
Michigan es un ícono de la combinación de superexplotación de un lado y
deslocalización desindustrializadora al otro. Una de las páginas más destacadas
del proceso de globalización del capital de las últimas décadas.
La conjunción de una desocupación endémica, ascenso de la
desigualdad, pérdida de empleos ligada a la inmigración utilizada como mano de
obra barata contra los núcleos de las clases obreras tradicionales y al cambio
tecnológico -todos fenómenos de las décadas recientes- terminó combinándose con
la debilidad económica de los años pos Lehman que le agregó estancamiento
salarial, precarización de los nuevos trabajos creados, fuertes límites a la
posibilidad de endeudamiento personal, arrojando lo que definimos desde esta
columna como el “fracaso
del éxito” neoliberal. Este cóctel es la sustancia de la localización en el
centro de los fenómenos de derecha más bizarros, como fenómeno altamente
novedoso. Analizamos este aspecto hace ya un tiempo en La
“furia populista” que conmueve al mainstream. Hace unos días la columnista
de Financial Times, Tina Fordham, definía que las economías avanzadas están viviendo un
“emerging markets moment” (momento mercados emergentes): la brillante línea
entre la política en las economías avanzadas y los mercados emergentes puede
haber desaparecido y una nueva normalidad en las economías avanzadas se parece
mucho a la vieja normalidad de los mercados emergentes, pero con apuestas
considerablemente más altas para la economía global, dispara.
Este momento político simbólico que llegó para quedarse y
asistirá a una mera instancia en la jornada muy particular del próximo martes,
representa quizás el límite más extremo que enfrenta la cruzada globlalizadora
y antiproteccionista de las élites económicas. No está descartado que las derivaciones
políticas de la economíapuedan golpear antes que la economía misma. El
destino de los ampliamente repudiados acuerdos transpacífico y transatlántico
-armas más filosas de las élites económicas y “víctimas”
de la demagogia electoral de los contendientes- mostrará probablemente las
primeras escenas de la película que comienza con aquello que Martin Wolf
definía hace algún tiempo como la crisis
del matrimonio entre la democracia liberal y el capitalismo global.
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