“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

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4/7/16

Realismo capitalista: nuevo diagnóstico, viejo tratamiento

Ariane Díaz

Año 2008: ante la caída de Lehman Brothers y sus posibles consecuencias en cadena en las economías más importantes del mundo, los Estados más poderosos (y más comprometidos) coordinaron, no sin tensiones, una serie de rescates megamillonarios a sus respectivos bancos. Esto provocó, para Mark Fisher, otra caída: el “colapso del marco conceptual que proveyó de cobertura ideológica a la acumulación capitalista desde la década de 1970” [117]1, según deja asentado en su primer libro, Realismo capitalista, publicado en 2009 y recientemente traducido al castellano por Caja Negra, que incluye también el texto que destinó a la compilación de 2012 What are we fighting for: a radical collective manifestó [Por qué estamos peleando: manifiesto radical colectivo] donde intelectuales y activistas, con suerte desigual, trataron de caracterizar y dar una alternativa a la crisis capitalista en curso.

Sin embargo, para este crítico cultural y académico inglés que trabajó estas ideas y las nutrió del intercambio en su blog K-punk (hoy un poco abandonado), los neoliberales que presumían de su antiestatalismo y celebraban la destrucción del espacio público (y que demostraron ser más bien defensores de ciertos usos de los fondos públicos y del Estado –los securitarios– en su favor), son apenas unos de los emergentes (los más entusiastas) de una particular configuración del capitalismo que habitamos, y que se remontaría hasta la caída de los “socialismos reales” a fines de los ochenta.

9/11/15

Vladimir Maiakovsky, el poeta agitador

Vladimir Maiakovsky ✆ Hidra Cabero
Ariane Díaz   |   Testigo de la revolución de 1905, Vladimir Maiakovsky se enroló en la fracción bolchevique, actividad por la que, como tantos otros, terminó en la cárcel; allí comenzó a escribir. Protagonista de la bohemia literaria de principio del siglo XX, su obra fue una de las más poderosas fuentes de la renovación de la poesía rusa –que pronto sería soviética–. La revolución de Octubre lo encontró ya fuera del partido, al que nunca volvió formalmente, pero que cuando mucha de esa bohemia emigraba, lo contó como uno de sus fervientes defensores, como propagandista en la agencia rusa de noticias, como editor de libros y revistas, y como miembro de los distintos agrupamientos artísticos nacidos con la revolución. Como tal, fue parte de los debates que cruzaron la década de 1920 sobre la política que el nuevo Estado obrero debía tener hacia la producción cultural y los artistas.