“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

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24/4/14

Kant y la amenaza de la civilización


Leszek Kolakowski
✆ David Levine
Leszek Kolakowski  |  Mis observaciones también podrían llamarse ¿en qué medida Kant nos es útil en la lucha contra la esclavitud?, o: "contra la jerga del hombre concreto". Debo confesar que no soy investigador, ni conocedor de Kant, tampoco puedo considerarme kantiano. Soy, si así puede decirse, un simpatizante, sobre todo en lo que se refiere, en cuestiones epistemológicas y éticas, a un aspecto del conflicto entre el pensamiento kantiano y el pensamiento histórico radical. No pretendo sugerir para cada una de estas cuestiones mi propia interpretación de Kant. Más bien prefiero plantearme el siguiente problema: ¿todavía tiene la antropología filosófica kantiana una importancia real en el esclarecimiento de los problemas claves de nuestro tiempo y en preocupaciones más perturbadoras? ¿Podemos, tal vez, evocarla cuando intentamos reflexionar sobre las tensiones de nuestra civilización? No se trata aquí de discutir las opiniones políticas o sociales de Kant en el sentido de considerarlo como un demócrata radical que quizá había anticipado en algunos puntos el pensamiento socialista, tal como lo sostienen Wriander y otros kantianos socialdemócratas. No nos interesa aquí la manera en que Kant reaccionó

19/9/12

Sobre la envidia / La envidia es una pasión que afanosamente va en pos de todo lo que causa sufrimiento

Leszek Kolakowski

Leszek Kolakowski
De los siete pecados capitales, tal vez sean la pereza y la gula los más fáciles de perdonar, mientras el que más daños y desgracias, crímenes y guerras provoca, según me imagino, es la envidia. En cuanto a la pereza, nos es perfectamente lícito mostrarla en diferentes circunstancias, y la gula —siempre y cuando sea la ajena—, más que escandalizar, nos produce risa. Por lo que a la envidia se refiere, en cambio, no nos gusta manifestarla abiertamente, aunque, a decir verdad, cuando hacemos algo que es guiado por la envidia, no podemos evitar el propio desenmascaramiento, y los espectadores enseguida notarán nuestra pequeñez moral.