Decio Machado | Un anquilosado sistema político y la falta de libertades que
este conllevó, generaron inconformidad y críticas tanto al interior de la
antigua Unión Soviética como en los países europeos del bloque socialista. Este
clima de descontento social se agudizó, cuando el crecimiento económico[1] y
los niveles de vida quedaron estancados, a partir de la década de los setenta.
La inversión en el desarrollo de la industria militar,
condición a la que la URSS se vio abocada ante la carrera armamentística que se
suscitó durante toda la “guerra fría”, tuvo un costo altísimo para la población
soviética, lo que no permitió un adecuado desarrollo de la oferta de productos,
la innovación en los bienes de consumo y el confort de la población.
La paralización de la producción mundial y el consiguiente
hundimiento del comercio internacional consecuencia de la “Crisis del Petróleo”
(1973-1975), agravó la situación interna del sistema soviético, dado que se
redujeron sus exportaciones a la par que se dificultaron las importaciones de
productos básicos –cereales y otros- que eran necesarios para cubrir la demanda
alimentaria interna.
