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El desastre de Fukushima: Terremoto, tsunami y explosión nuclear |
Hace un año, el 11 de marzo de 2011, un terremoto y tsunami
azotaron la costa del noreste de Japón, lo que dejó un saldo de 15.000 muertos,
3.000 desaparecidos y miles de heridos. Japón aún intenta salir de la
devastación ambiental, económica, social y política. El entonces Primer
Ministro japonés Naoto Kan declaró en julio del año pasado: “Intentaremos
desarrollar una sociedad que pueda existir sin energía nuclear”. Kan renunció
en agosto luego de cerrar varias plantas de energía nuclear. Afirmó que una
catástrofe similar podría forzar una evacuación masiva de Tokio e incluso
pondría en riesgo la “propia existencia de Japón”. Tan solo dos de las 54
plantas nucleares que estaban en funcionamiento en el momento en que se produjo
el desastre de Fukushima continúan produciendo energía. El sucesor de Kan, el
Primer Ministro Yoshihiko Noda, apoya la energía nuclear pero se enfrenta a la
creciente oposición pública a la misma.
Muy distinto de lo que sucede en Estados Unidos, donde
apenas un año antes de Fukushima el Presidente Obama anunció que entregaría
8.000 millones de dólares en garantías de préstamo a la empresa Southern
Company, la mayor productora de energía del sureste de Estados Unidos, para la
construcción de dos nuevos reactores en la central nuclear Vogtle en
Waynesboro, Georgia, en el límite con Carolina del Sur. Desde que se produjo el
accidente nuclear de Three Mile Island en 1979 en Pensilvania y luego de la
catástrofe de Chernóbil en 1986 no se han construido nuevas plantas nucleares
en Estados Unidos. Las 104 plantas existentes están cada vez más viejas y
muchas de ellas se acercan al fin de su expectativa de vida de 40 años.
En su campaña presidencial de 2008, Barack Obama prometió
que la energía nuclear seguiría siendo parte de la “combinación energética” de
Estados Unidos. Su principal asesor, David Axelrod, había sido consultor de la
empresa energética de Illinois ComEd, empresa subsidiaria de Exelon, una de las
principales generadoras de energía nuclear. El ex jefe de Gabinete de Obama,
Rahm Emanuel, desempeñó un papel fundamental en la creación de Exelon. En los
últimos cuatro años, los ejecutivos y empleados de Exelon aportaron más de
244.000 dólares a la campaña de Obama, sin contar aportes más pequeños a
Comités de acción política (PAC, por sus siglas en inglés) o aportes directos
de la empresa a los nuevos y cuestionados “súper PAC”. Mientras muchos lamentan
que Obama haya roto promesas importantes de su campaña (como cerrar Guantánamo
o no aceptar dinero de los súper PAC), el Presidente está cumpliendo la promesa
de promover la energía nuclear.
Por este motivo varios grupos presentaron una demanda contra
la Comisión Reguladora de Energía Nuclear el mes pasado. La Comisión otorgó la
aprobación a la empresa Southern Company para la construcción de los nuevos
reactores en la planta de Vogtle a pesar de que el presidente de ese organismo,
Gregory Jaczko, votó en contra. Jaczko se opuso al otorgamiento de la licencia
por falta de garantías para aplicar las recomendaciones realizadas tras el
desastre en Japón. Jaczko afirmó:
“Se han recomendado mejoras considerables a la seguridad como consecuencia de las lecciones que aprendimos de Fukushima y aún queda mucho trabajo por hacer. Al estar en conocimiento de esta situación, no puedo apoyar la emisión de este permiso como si Fukushima nunca hubiera sucedido”.
Stephen Smith, director ejecutivo de la Alianza del Sur para
la Energía Limpia, uno de los actores en el juicio contra la NRC explicó cómo
los defensores de la energía nuclear “distorsionan
las fuerzas del mercado”, ya que los inversores privados simplemente no
quieren tocar el tema nuclear:
“La energía nuclear no
sería viable si no fuera por todas las subvenciones y el financiamiento que
tiene y el gobierno federal desempeña un papel fundamental en ello. Le han
pedido garantías de préstamo al gobierno para que apoye su proyecto y no han
revelado las condiciones de esa garantía de préstamo. Básicamente equivale a
socializar el riesgo y privatizar las ganancias”.
El Servicio de Recursos e Información Nuclear comparó el
préstamo otorgado a Southern Company con el ataque de los republicanos contra
la garantía de préstamo que el Presidente Obama otorgó a Solyndra, una empresa
de energía solar que se declaró en quiebra: “Este
préstamo podría significar pérdidas tan grandes para los contribuyentes que
eclipsaría la debacle de Solyndra. Sería 15 veces más grande que el préstamo a
Solyndra y probablemente 50 veces más riesgoso”, afirmó.
Mientras nuestros políticos bailen al ritmo de sus donantes,
la amenaza de un desastre nuclear continuará acechando.
Texto en
inglés traducido por Mercedes Camps. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now!
en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman |
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2012 Amy Goodman