No es habitual que un medio de comunicación escrita dedique
un espacio tan relevante a un
artículo de opinión como el que dedicaba en su cuadernillo “Domingo” el
periódico El País (04/03/2011), al encabezado por el académico Ignacio Bosque y
suscrito por un buen numero de académicos de la RAE, que doy por reproducidos y
que figuran como firmantes. Tampoco lo es, que las opiniones vertidas en el
mismo vengan avaladas por el estudio previo de distintas guías para la
utilización no sexista del lenguaje publicadas por otras tantas instituciones.
Sin duda ese trabajo previo confiere un rigor a lo manifestado, aunque bien es
verdad que tiempo han tenido.
El informe está llamado a crear polémica, por el tema que
aborda, que trasciende las formas y por la declaración de intenciones que
formula ya en el encabezado al manifestar, que las guías estudiadas “proponen que se difundan usos lingüísticos
ajenos a las prácticas de los hispanohablantes, con la intención de dar mayor
visibilidad a la mujer en el idioma”.
La formulación misma lleva implícitas las preguntas que el
diario El País ha formulado a continuación en aras a extender el debate. ¿Se
confunde el sexo y el género en el idioma? ¿Es necesario o vale la pena alterar
la gramática?
A mi juicio, las respuestas están claras. Probablemente.
Rotundamente sí.
Se está convirtiendo en habitual en el debate público en
España la enorme polvareda que levantan las distintas Academias con sus
actuaciones, tanto en su competencia profesional como en las opiniones que de
forma más o menos colegiada emiten sobre temas con una clara proyección social.
La Academia de la Historia, la de las Ciencias Audiovisuales, ahora la RAE. Es
probable que su empeño en tratar corporativamente problemas que tienen una
clara raíz política esté en el origen de todas las controversias.
En el caso que nos ocupa es meridianamente claro, el debate
no es lingüístico y lo más sorprendente es que los académicos confundan lengua
con lenguaje.
La lengua identifica la realidad, el lenguaje la construye
y, si la construye tiene el poder de perpetuarla o modificarla, una distinción
que modestamente interesa al debate. De haber hecho esta distinción,
posiblemente los firmantes no hubieran cometido el error de analizar el todo
por la parte, es decir en vez de sesgar su posición hacia la descalificación
global de las guías por su uso no siempre correcto del desdoblamiento de los
géneros, o por su excesivo celo, a veces imposible, por la corrección del
genérico masculino en aras a una mayor visibilización de la mujer, si hubieran
seguido el camino inverso de analizar la parte por el todo, probablemente
hubieran contribuido con su sabiduría a mejorar el conjunto de las guías
analizadas, cuya intención era, contrariamente a la opinión de los académicos,
dar mayor visibilidad a la mujer en la realidad, no en el idioma.
Pero elegir el camino de la parte por el todo, hubiera
exigido que la Academia de la lengua se preguntara cual es su parte de
responsabilidad en la primera de las premisas que formula brillantemente el
profesor Bosque, donde habla con alarma de discriminación de las mujeres, de
violencia domestica , de acoso sexual, de diferencias de trato salarial, de
desigualdad en la distribución de las tareas domesticas, problemas de los que
no parece sentirse concernido, al menos como miembro de la institución que
representa, permitiéndose el lujo de endosar alguno de ellos a la “autoridad
competente”.
¿Es que la Academia no tiene nada que decir de la
utilización del lenguaje como instrumento de poder y de dominación, común a
cualquiera de las culturas conocidas? ¿Es que el lenguaje no asigna espacios
centrales o periféricos, posición, status y prevalencia social? ¿Dónde están
los documentos que, fieles a la pureza de la lengua, contribuyan a erradicar la
discriminación a la que el lenguaje somete a las mujeres en España?
Precisamente porque el debate no es lingüístico, lo que
empieza siendo un artículo de enorme interés, se convierte en algo tedioso, en
el que a partir del punto 7 el profesor Bosque insiste una y otra vez en elevar
la anécdota a categoría, desde que “Juan y María viven juntos” hasta
que Margarita Salas se sienta orgullosa de pertenecer a la nómina de los “cientificos”.
Al mismo tiempo, algo se ha señalado en el encabezamiento de
este articulo, volver sobre la polémica a estas alturas resulta a todas luces
extemporáneo, la controversia ya se produjo y con cierta intensidad, con motivo
de la publicación de las guías, ahora objeto de estudio por parte de la
Academia, hace aproximadamente diez años.
El retraso solo puede deberse a la pereza con que la RAE
suele reaccionar a la hora de incorporar a sus debates y a sus resoluciones,
aspectos que en la calle hace mucho tiempo adquirieron notoriedad. Lo realmente
útil hubiera sido dirigir la investigación a analizar si las guías para la
utilización no sexista del lenguaje, excesos incluidos, han contribuido en
alguna medida y como lo han hecho, a una mayor visibilización de la mujer en el
espacio público relacional, un objetivo irrenunciable de las mujeres españolas
en su justa lucha por la igualdad.
Lo cierto es que hoy a resultas de esa polémica de hace diez
años, se han producido tímidos avances en ese esfuerzo de la visibilización y
su relación con el lenguaje.
Cuesta menos trabajo hablar de juezas porque lo son, o de
científicas porque también lo son, o de investigadoras y de trabajadoras.
Algunos medios de comunicación, se han ocupado del tema, seguro que de manera
insuficiente y todavía sesgada, pero con algún signo de intentar al menos, un
tratamiento más respetuoso hacia las mujeres en sus informaciones. Y todo ello
sin menoscabo de la calidad literaria, como ha podido constatar el señor Bosque
en el repaso que ha hecho de los textos de escritoras, periodistas y
científicas españolas de reconocido prestigio.
Un informe de esa naturaleza hubiera sido el pertinente en
marzo de 2012, en vísperas de la celebración del día internacional de la mujer
trabajadora.
Pero no se le pueden pedir peras al olmo. Los académicos
siguen a lo suyo afectados por el mal del SQUM (sensibilidad química múltiple),
una especie de alergia a multitud de agentes, que la OMS todavía no reconoce
como patología, pero que impide a quienes la padecen tomar contacto con el
exterior.
Eso siendo muy generosos, si fuéramos malintencionados
pensaríamos que el momento elegido por la RAE para publicar este informe no es
casual y viene a coincidir con una corriente reaccionaria de puesta en cuestión
de las conquistas de las mujeres en España durante los últimos 40 años. Los
ministerios de Justicia y Sanidad han corrido para abanderarla, ¿Por qué razón
Cultura iba quedar a la zaga?, la veda está abierta.
Señores de la Academia, para muchos de ustedes puede ser
traumático no tratar el articulo como realmente se merece, pero
desgraciadamente no estamos en esas, la cosa es un poco mas apremiante y
decisiva, la visibilización real de las mujeres todavía cuesta vidas en España,
demasiadas, la pureza del lenguaje que ustedes defienden, en estas
circunstancias, se convierte es una coartada más en la que se refugian quienes
se resisten a aceptar una realidad de plena igualdad entre hombres y mujeres.
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