“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

16/5/12

Caricaturas, Sociología & Marketing

Eduardo Zeind Palafox

Especial para La Página
Muchos estudios y análisis se han hecho sobre las caricaturas. Hombres como Horkheimer o como Louis Althusser se han dedicado a estudiar los efectos que producen los Mass Media.

Para no entrar en minucias doctas y tediosas, hablemos sobre Tom y Jerry, sobre el Correcaminos, sobre Bugs Bunny y sobre Piolín. Resulta que Jerry es ilegal (no está en su casa) y que vive en una especie de cueva. Tom está en su hogar, tiene dinero y es alto. El Coyote, por su parte, también tiene dinero y domina la ciencia, la planificación arquitectónica y la inteligencia bélica (como Jefferson). Pero el cosmos está en su contra.

El Coyote pinta e inventa túneles sobre las piedras, meras ficciones, meros espasmos de la percepción. Cuando el Correcaminos avanza hacia la piedra, es decir, hacia el falso túnel o hacia la muerte, éste logra atravesar o cruzar la materia, y lo logra gracias a la magia o al favor de los dioses olímpicos.

En cambio, en cambio el Coyote se estrella sin piedad contra el embeleco, contra su propia trampa. Saltemos a Bugs Bunny. Elmer, armado, corretea al desarmado y hambriento Bugs Bunny debajo de la nieve, y una piedra en el camino nos anuncia que el conejo se romperá la cara y los dientes.

Pero algo sucede y el mortal conejo bifurca su cuerpo para esquivar el obstáculo. En parangón y disparatadamente, Elmer se revienta la boca con la piedra, pues no tiene el poder alquímico para dividir su cuerpo.

Volemos hasta Piolín, que está encerrado en una jaula y que es asediado por un tal y silvestre Silvestre. Veamos. Jerry, Piolín, el Correcaminos y Bugs Bunny, son perseguidos y tienen que usar la astucia, el físico y la magia para salvar su animal pellejo.

Silvestre, Tom, Elmer y el Coyote, sabios y letrados, manejan las leyes. Elmer tiene uniforme, el Coyote hace planos, Silvestre es agresivo y Tom es demoniaco (el gestuario de Tom lo delata). Tal vez los niños lleguen a pensar que ser altos, inteligentes, científicos, ordenados o disciplinados, es algo inicuo, algo malo.

Tal vez los niños aprendan el paternalismo y el milenarismo al ver caricaturas (Walt Disney decía que las caricaturas sirven para complacer nuestros caprichos). Tal vez los niños se acostumbren a la pasividad ("hijo, estudia para que te `defiendas´ en la vida").

¿Quién traza los caminos e impone las señales? El Coyote, el malo (Foucault diría que lo hacen las instituciones logocentristas). ¿Quiénes son los ilegales en las caricaturas? Los buenos, o al menos los "buenos" de las caricaturas mencionadas.

¿Será casualidad que las clases bajas prefieren ser deportistas en vez de ser científicos? Esconderse, sonreír (las sociedades oprimidas aprenden el disimulo metódico, decía Reyes y decía Francisco de Quevedo), justificarse, correr o huir, son actos imitados por los niños, siguiendo las enseñanzas de Piaget.

Las caricaturas sacan a la luz nuestras estructuras sociales, estructuras invisibles para el ojo burgués, ojo que está acostumbrado a los binomios y que ya no los percibe (jefe-empleado, compra-venta, sacerdote-pecador, etcétera).

Podemos conocer cómo fue el hombre del pasado analizando los gustos del hombre del presente, enseña Marx (vino para el francés y cerveza para el alemán). Y el hombre del presente gusta de las caricaturas, de la magia, de la irrealidad. Y tales gustos tuvieron sus orígenes en el campo, en los rituales campesinos pensados para forzar lluvias, soles y frutos.

Las marcas, sabiéndolo, podrían argumentar mejor sus campañas. Hace varias semanas puse en mi pequeño automóvil la Rhapsody in Blue, del magnífico, genial y judío G. Gershwin. Un compañero, al oír la pieza, me dijo: "Eso suena a Tom y Jerry".

Dando clases en cierto y jesuita posgrado, un alumno me dijo que Beethoven era un perro, que Garibaldi era un grupo musical y no un político italiano, y que la frase que dice "que hay cosas del corazón que la razón no entiende" es de Fey y no de Pascal.

Estos fenómenos sociales sólo pueden ser detectados con ojos sociológicos, o mejor dicho, con ojos "constructores de objetos formales" ("what immortal hand or eye/ could frame thy fearful symmetry?", dice Blake).

No es necesario recorrer el mundo para saber que por todos lados el cielo es azul (Goethe), y tampoco es necesario hacer miles de encuestas para conocer cómo y cuáles son nuestras jerarquías sociales. Gracias.