Vladimir Lenin ✆ Inobras |
Vamos a aleccionarnos en menesteres antropológicos. El
hombre es tal, el hombre es cual, el hombre es este o el de allá, decimos. Pero
jamás concluimos una definición que nos sirva para conocer al hombre. Y si no
lo hacemos, es porque el hombre tiene la gran capacidad de recrearse o de
renovarse. Somos como los niños, que terminando de ver una película de vaqueros
quieren ser vaqueros. Cuando los niños ven una película acerca de astronautas,
quieren ser astronautas. Y si todos los días vemos idiotas, deseamos ser
idiotas.
Estos ejemplos confirmarían las teorías de los que afirman
que el medio ambiente configura al hombre. Pero otros, como Carlyle, nos
refutarían. Es el héroe el que transforma el medio ambiente, el cual
transforma, a su vez, a las masas. Hablar así es hablar de estirpes y de razas,
aunque los conceptos raciales sean desechados actualmente por prudencia y por
amor a la santa paz. ¿Qué estudia, al final, un antropólogo? Estudia las formas
de producción materiales y culturales que practica el hombre.
Entendámonos: un antropólogo inicia en el folklore y termina
en las ciencias, baja y sube. La antropología no mira de izquierda a derecha,
sino de arriba hacia abajo. ¿Por qué? Porque mirar de izquierda a derecha es
arbitrario, es una costumbre, es el resultado de un proceso histórico. En
cambio, todas las culturas reconocen lo alto y lo bajo. El folklore, o el alma
de un pueblo, o el "geist" de una nación o el "soul" de un barrio, está hecho de palabras, de imágenes
y de ritmos (Cassirer).
El antropólogo tiene que esforzarse mucho para convertir
todas estas representaciones e intuiciones en conceptos, según Ralph Ellison y
según mi dilecto Louis Althusser. Nuestro escritor de raza negra, el señor
Ellison, nos cuenta que sus novelas son codificaciones, son mitos traducidos.
Sus personajes emergen del Sur para llegar al Norte, y lo hacen como
ascendiendo, y lo hacen como para mejorar su condición social.
¿El Norte es superior al Sur? Sí. Sí, al menos,
culturalmente. William Faulkner ha retratado el Sur de Norteamérica con
excelencia poética, con palabras que son líneas y con líneas que son imágenes.
¿Qué representa la historia de los hombres negros en la gran historia forjada
por Jefferson o por Washington? Carlyle nos diría que nada.
Norteamérica fue colonizada por forajidos, por forajidos que
enarbolaron ciudades, ciudades que adoptaron a los hombres de color. Podemos
ver claramente que la antropología estudia estructuras en lo alto y en lo bajo,
y no en los lados. Un buen investigador del hombre se hace la siguiente
pregunta antes de iniciar sus averiguaciones: ¿cómo puedo cribar el saber
esencial del saber concreto?
Los mejores antropólogos, los que han alumbrado la noche
antropológica creada por Feuerbach, son los marxistas, pues no ven en el hombre
un ser divino, eterno e inamovible, sino un ser cambiante, corruptible y capaz
de inmensas virtudes. En antropología vale más Heráclito que Parménides. Que
los entendidos se entiendan con estos hombres.
Prosigamos. El conocimiento esencial del ser humano yace en
las "teorías" que éste produce, mientras que el conocimiento concreto
yace en las "cosas" que el ser humano genera. Ciencia, religión y
filosofía, son parte del conocimiento esencial. Técnica, método y ropa, son
parte del conocimiento concreto. No confundamos, como decía B. Spinoza, la
"idea" del círculo con el "círculo".
Ralph Ellison nos narra que leyendo a Eliot se dio cuenta de
que la "literatura negra" era laxa. ¿Por qué, se pregunta Ellison,
los negros de Norteamérica no escriben así, así como Eliot? Los antropólogos
con tendencias sociológicas dirían que los negros no escriben bien porque
tienen decadencias genéticas, pero los antropólogos marxistas dirían que los
negros no escriben bien por culpa de la estructura social que los rodea. La
mediación entre ambas teorías palia, pero no soluciona el problema.
Pensemos, lector. Encenderé un cigarrillo y haré sonar algo
de jazz. Listo. ¿El hombre puede perder su esencia o su capacidad creadora por
culpa del medio ambiente? ¿Un escritor bueno deja de escribir si el medio
ambiente es maligno? Gramsci diría que no y Luther King diría lo mismo.
Entonces Carlyle tiene razón cuando dice que el ser humano vive bajo las botas
de los héroes.
La creación cultural, sea musical, literaria o teatral, nace
de una necesidad, del necesario impulso comunicativo. Comunicarse es
actualizarse, es comprobar con el vecino que no estamos locos y que el
relámpago de la media noche sí destruyó el molino principal. Y para enseñarle a
los niños que los molinos tienen que poseer un pararrayos, los vecinos podrían
escribir una canción, una fácil de memorizar.
Y no olvidemos que tal vez el molino sea la fuente de
ingresos de dicho pueblo. Y no olvidemos que dicho pueblo probablemente no
quiera que sus competidores se enteren de su secreto eléctrico. Y tal vez la
canción infantil se escriba en forma de parábola o de alegoría. Y tal vez la
canción diga algo así:
"Tenías las supremas aristocracias:
sangre azul, alma huraña,
vientre infecundo".
sangre azul, alma huraña,
vientre infecundo".
Educar a los niños para ser pedantes, callados y necios,
sirve para que los infantes no compartan sus secretos. Para mí, así se practica
la antropología, que es una metodología urdida para desanudar secretos. El buen
antropólogo reconoce pasiones, propósitos y percepciones (uso las teorías de
Burke), es decir, afectos, intenciones y métodos. Y para conocer tales cosas,
es necesario aprender el arte de la traducción.
Traduzcamos. Un afecto es un sentimiento, y de sentimientos
está hecho el arte. Una intención es un objetivo, y de objetivos está hecha la
ciencia. Y un método está hecho de valores morales, y la moral es la raíz de la
ética. Y la ética, la estética y la lógica, dependen de la Historia, que a su
vez está hecha de héroes, de guerras y de folklore.
Un dios bélico o intelectual lanza al piso sus tesoros, y
dos pueblos guerrean por ellos. De esta guerra nacen héroes, y de los héroes
nacen aristocracias, que terminan siendo oligarquías, oligarquías que con los
años se visten de democracia, según la hermosa teoría de Polibio.
El antropólogo tiene que estudiar en dónde están las
coyunturas teóricas y prácticas de toda esta raigambre de información. Cuando
pretendemos explicar una revolución intelectual echando mano de una leyenda, o
cuando queremos explicar una religión a través del mito, estamos mirando de
izquierda a derecha, causalmente. Un mito no engendra más mitos, así como la
poesía no engendra poesía.
No hay saberes puros, dice Althusser, al que hemos aplicado
en todo el texto. Decir que un dios escandinavo es hijo de otro dios bélico nos
"suena hueco", citando a Macherey. El oído del antropólogo tiene que
estar entrenado para oír tales "huecos", tales vacíos
epistemológicos. ¿Qué es un vacío epistemológico? Es un "lugar" en el
que la necesidad se impuso, es un sitio en el que algo pasó "porque
sí" (uso metáforas espaciales porque son las únicas universales, según los
análisis literarios de Borges).
La literatura negra, por ejemplo, es alegórica, pues tuvo la
necesidad de hablar en código, en secreto, en alegoría. No hay una
"explicación esencial" que nos haga comprender por qué los libros de
los negros son así, pero sí hay una "explicación concreta" y material
del asunto. ¿Nos estamos entendiendo? Es difícil que los lectores se adentren
con confianza en Marx, pues Marx ha sido relegado de las universidades
capitalistas, que sólo enseñan a actuar, pero no a pensar.
La antropología marxista busca saberes concretos, pues cree
que el ser humano heroico es un caso excepcional y no común y corriente. Poner
al proletario en la cabeza de la Historia no le gusta al pensador burgués,
extremeño adulador de la "personalidad". A Napoleón no le gustaría
saber que sus proezas fueron reactivas, no proactivas.
Continuemos con esta humilde meditación. El antropólogo
entrenado en el marxismo sabe discernir entre los textos de combate y los
textos científicos. La literatura negra es literatura de combate, literatura
similar a la escrita por Lenin o por Stalin. No podemos afirmar que los
escritos de Garvey son inferiores a los de Eliot, pues Eliot escribía para
intelectuales blancos, mientras que Garvey escribía para encender a las masas
negras.
Los antropólogos burgueses, blancos, confunden esta
taxonomía y califican los textos que escrutan con herramientas inadecuadas. El
objeto de estudio determina qué instrumento usaremos, y no al revés, según dice
Bourdieu. Si en Europa se han redactado grandes textos científicos marxistas,
en el Tercer Mundo se han redactado los mejores textos marxistas de combate.
En la selva y bajo la metralla uno no puede pensar en la
dialéctica de Hegel, ¿verdad? Pero en la selva sí se pueden escribir octavillas
que lleven implícitas las sabidurías de Marx. Casi toda la literatura de Lenin
está hecha de manuales y de instrucciones.
No caigamos en el vicio burgués, no veamos a Europa en la
parte izquierda y provocando la parte derecha, la parte tercermundista. Europa
está en la parte superior, en la parte filosófica, en el Materialismo
dialéctico, en tanto que el Tercer Mundo está en la parte inferior, en la parte
científica, en el Materialismo histórico.
El antropólogo sabe cribar o extraer de los textos de
combate nuevas ideas, ideas para alimentar los textos filosóficos… y viceversa.
De los folletines negros tenemos que aprender a sacar nuevas ideas, nuevas
percepciones, nuevas representaciones, y todo para crear nuevos conceptos
filosóficos. No confundamos, como decía Stalin, la teórica "economía
política" con la práctica de las "políticas económicas".
El territorio de la ciencia está en el Tercer Mundo. Es el
Tercer Mundo el laboratorio del marxismo. El mal antropólogo pretende que la
realidad se adaptará a sus teorías, parafraseando a Hegel. En cambio, el buen
observador es como Miguel Ángel, es un hombre que quita lo que sobra, que
encuentra la belleza en donde esté y por más cubierta que esté.
La buena antropología, para concluir, busca configuraciones
(Verbindung), busca lo que ya está ahí pero que "no se ve". ¿Cómo?
Aceptando que el folklore humano no es una materia de estudio inocente o nueva,
sino una materia trabajada y retrabajada, transformada y capaz de mentirnos o
de distraernos.
¿Por qué creemos que nuestro objeto de estudio es inocente?
¿Por qué creemos que todos los pueblos exponen sus sabidurías al público, que
lo hacen a guisa de galería de arte? ¿Por qué creemos que podemos verlo todo?
Creemos que el círculo del altar observado representa un dios secular, y
creemos que la literatura negra siempre es oscura. Creer todo lo anterior es
digno de religiosos, no de científicos. Es hora de leer a Lenin.