Especial para La Página |
Pareciera que la “guerra contra el
terrorismo” pronto se extenderá más allá de la que se está llevando en este
momento contra Siria. Así sospecho, tomando en cuenta
los últimos acontecimientos en el mundo islámico y Europa.
A partir de la estrategia de provocación lanzada
contra el Islam por medio del filme de baja categoría y calidad “La inocencia
de los musulmanes”, las publicaciones ofensivas en algunos tabloides y revistas
francesas y alemanas se han sumado al corifeo guerrerista que insta a
estigmatizar negativamente a los ciudadanos de origen musulmán o aquellos que
hayan optado por su religión.
A ello se suma la orden de un juez neoyorquino que ha fallado a favor de que se desplieguen en el metro de Nueva York, al menos en 10 de sus estaciones, anuncios proisraelíes que rezarán: “En cualquier guerra entre un hombre civilizado y un salvaje, apoye al hombre civilizado. Apoye a Israel. Derrote a la yihad”. Cada aviso estará decorado con dos estrellas de David. [1]
A ello se suma la orden de un juez neoyorquino que ha fallado a favor de que se desplieguen en el metro de Nueva York, al menos en 10 de sus estaciones, anuncios proisraelíes que rezarán: “En cualquier guerra entre un hombre civilizado y un salvaje, apoye al hombre civilizado. Apoye a Israel. Derrote a la yihad”. Cada aviso estará decorado con dos estrellas de David. [1]
La incitación al odio contra el Islam que ya se
había fraguado desde antes de la tristemente “guerra contra el terrorismo”
lanzada por el George Bush padre, con la operación “Tormenta del Desierto”
contra el Irak de Sadam Hussein y continuada por su genocida hijo, George
Walker Bush, ha sido reforzada por las quemas del Corán por parte de un
fanático pastor evangélico en Miami y por los soldados yanquis acantonados en
Afganistán. Eso, sin contar el irrespeto hacia los cuerpos caídos de
combatientes –o civiles- sobre los cuales soldados imperiales orinaron, lo
grabaron y lo “colgaron” en las redes sociales. O, las miles de muertes de
civiles inocentes y desarmados que han provocado los bombardeos “humanitarios”
de las fuerzas occidentales en los diversos pueblos del Oriente Medio y África.
Dentro de ese marco de protestas
anti-occidentales por dichas provocaciones, la muerte del embajador
estadounidense en Libia a manos de “yihadistas” lo cual se ha comprobado que
había sido planificado y de cuya inminencia sabía la misma inteligencia yanqui,
pereciera ser un elemento premonitorio de lo que podría suceder en otras
embajadas gringas o de otros países occidentales, alrededor del mundo.[2]
Lo cual vendría a trocarse en el pretexto perfecto para justificar una
intervención militar a mayor escala contra otras naciones “rebeldes” como Irán,
por ejemplo.
Hay que atisbar lo que verdaderamente se esconde
en las continuadas amenazas que el gobierno sionista de Israel no ha cejado de
realizar, en contubernio con su par estadounidense, en contra de la nación
persa, con la excusa de querer neutralizar su empresa nuclear. Los argumentos,
que no han sido sustentables hasta el momento en el plano internacional,
podrían revestirse de legitimidad si otra “embajada” gringa o israelí, como
extensión soberana de la territorialidad de los países dentro del Derecho
Internacional, es atacada y sus funcionarios agredidos o, peor que eso, muertos
por “fanáticos musulmanes”. Similares a los que hoy están a sus órdenes y gozan
de su financiamiento con la consigna y misión de derrocar a Bashar Al-Assad en
Siria.
En esas condiciones, si a Bengazi, Libia, país
bajo control imperial luego de recuperarlo de las manos de Gaddafi, Obama envió
200 marines para que fortalecieran la seguridad de su embajada, cuantos más
podría enviar a cualquier rincón del planeta so pretexto de estar en peligro de
correr la misma suerte sus funcionarios que el embajador Stevens en la nación
norafricana. Los chivos expiatorios siempre son útiles cuando de lograr los
objetivos imperiales se trata.
Si en Siria se ha topado el Imperio con la
oposición del pueblo, el veto de Rusia y China, bien la estrategia de la
provocación antireligiosa contra el Islam podría funcionar para desatascar sus
planes de conquista del Medio Oriente. No obstante, el tiro puede salirles por
la culata.
Jugar con fuego siempre es un riesgo muy alto.
La estrategia imperial de provocar al Islam
utilizando a sus portavoces mediáticos y a sus “terroristas aliados” como los
aglutinados en Al Qaida, puede dar al traste con lo que la humanidad ha ganado
en derechos civiles y regresarnos a tiempos de la intolerancia intercultural.
El fascismo siempre se ha alimentado del
fanatismo y la unilateralidad de pensamiento. No admite divergencias en las
ideas y las opiniones que es un tesoro abonado con sangre. Mucha sangre, dolor
y lágrimas.
A los musulmanes, a lo largo de la historia, se
les ha tachado de fanáticos, sin embargo, los verdaderos son los que hoy gobiernan
la cabeza del Imperio tanto en América como en la vieja Europa. Contra esos son los que tenemos que luchar y a los que
tenemos que derrocar si no queremos de nuevo hundirnos en la noche oscura del fascismo
apenas 7 décadas, aproximadamente, después de pensar que lo habíamos superado.
Notas