Con la caída del Muro de Berlín la historia entró de lleno
en todo el bloque oriental. Lo hizo como capitalismo dinámico y como
«destrucción creativa». Es una parte de la historia de Europa que no figura en
los libros de texto, ni de la que los medios de comunicación escriben artículos
conmemorativos, porque, como recordarán, se había producido «el fin de la
historia», aquella perversión hegeliana acuñada por Francis Fukuyama y
explotada a la perfección por los think tanks estadounidenses. La
proclamación de la “victoria de la Guerra fría” nunca fue suficiente para los
ganadores. Había que clavar la cabeza del enemigo en una lanza y pasearla por
todos los rincones del país chorreando sangre. En la mejor y más ancestral
tradición germánica, se sobreentiende. Y eso fue exactamente lo que hicieron
las élites políticas y económicas alemanas. Cuando un periodista le preguntó a
Lothar Späth, a la sazón miembro del Presidium de la CDU, si la terapia de
choque económica para la República Democrática Alemana era una forma de
capitulación incondicional, éste respondió lacónicamente: «le contestaré
brutalmente: sí». [1]
El mayor matadero de
Europa
Desde hace unas semanas se proyecta en algunas pequeñas
salas de Alemania Goldrausch – Die
Geschichte der Treuhand, un documental basado en el reportaje de
investigación de Dirk Laabs, Der
deutsche Goldrausch – Die wahre Geschichte der Treuhand [La fiebre del oro alemana – La verdadera
historia de Trehuand] (Múnich, Pantheon, 2012). El documental –algo lastrado
por su realización para televisión– es desde luego oportuno: cuando Alemania
está, un día sí y al otro también, en el punto de mira de los articulistas de
todo el sur de Europa, nos recuerda que las primeras víctimas de la élite
política y empresarial alemana no fueron otros que sus propios compatriotas.
¿Qué fue Treuhand? ¿Qué significó para miles de alemanes?
Inmediatamente antes de su desintegración y con la intención de facilitar el
proceso de reunificación, el último gobierno de la RDA creó una agencia para la
privatización (Treuhandanstalt) de las empresas estatales de Alemania oriental
(Volkseigener Betriebe, VEB). La sede se estableció en la Alexanderstraße de
Berlín, a tiro de piedra de la celebérrima Alexanderplatz. El 1 de julio de
1990 Treuhand asumió la gestión de 8.400 empresas, 25.000 comercios al por
menor, 7.500 restaurantes y hoteles y 1'7 millones de héctareas de tierra
cultivable. Todas estas empresas, grandes y pequeñas, daban empleo a más de
cuatro millones de trabajadores. Y a todo ello aún había que sumar el capital
confiscado al Ministerio de Seguridad del Estado y parte de las propiedades del
Ejército de Alemania oriental (Nationale Volksarmee). Uno de los primeros
directores de Treuhand estimó en 1990 en 600 mil millones de marcos el valor
total de su catálogo de empresas. La propiedad de titularidad pública de la
RDA, un estado en vías de desaparición, debía, a propuesta de Werner Schulz
(Alianza 90/Los Verdes) y otros representantes del movimiento ciudadano en
Alemania oriental, distribuirse de manera equitativa entre sus ciudadanos,
quienes, al fin y al cabo, habían contribuido a su construcción y desarrollo.
Si los ciudadanos de la RDA habían de convertirse en ciudadanos de derecho de
la nueva Alemania tal y como pedían sus vecinos occidentales, a la fuerza
habían de poseer un capital propio. Treuhand tenía que ser el organismo
encargado de dárselo, pero de este modelo no quedó más que la idea y Treuhand
acabó convirtiéndose en todo lo contrario a lo que supuestamente tenía que ser.
Como primera señal de lo que los antiguos ciudadanos de
Alemania oriental habrían de ver en los próximos años, los puestos directivos
de Treuhand se reservaron a alemanes occidentales. Tras la dimisión de Rainer
Maria Gohlke por disputas con el consejo administrativo, Detlev Karsten
Rohwedder asumió la presidencia del organismo. Rohwedder era un empresario
socialdemócrata que se había hecho un nombre en Alemania occidental saneando y
privatizando empresas del sector industrial, labor por la que recibió en 1983
el premio de Directivo del año. Rohwedder asumió el cargo convencido de
que 40 años de “socialismo real” habían perjudicado más al tejido industrial de
Alemania que la Segunda Guerra Mundial. [2] Pero su presidencia duró
poco: Rohwedder fue asesinado en la noche del 1 de abril de 1991 por los
disparos de un francotirador cuando se encontraba en su casa de Düsseldorf. El
crimen se atribuyó al “comando Ulrich Wessel” de la Fracción del Ejército Rojo,
pero los autores nunca pudieron ser identificados, en uno de esos crímenes
envueltos de misterio y los vahos del alcantarillado estatal que pueblan la
historia contemporánea de la República Federal. Rohwedder fue sustituido por
Birgit Breuel (CDU) el 13 de abril de aquel año y ocupó el cargo hasta la
disolución de Treuhand. Elmotto de Breuel: «privatizar rápido, porque
somos de la opinión que la privatización es la mejor forma de saneamiento.»
El estado de las empresas en la antigua Alemania oriental
dejaba ciertamente mucho que desear, pero el atraso tecnológico quedaba
compensado por la economía planificada, cuya súbita desaparición ponía
seriamente en riesgo a las empresas de la RDA en una economía de mercado libre.
Por si fuera poco a todo ello aún se había de sumar la desaparición de la
demanda de su principal mercado hasta la fecha, un bloque oriental sumido en el
caos económico. Como es notorio, la receta neoliberal no sólo no vigorizó al
enfermo –¿alguna vez lo ha hecho?–, sino que empeoró su dolencia: en
1992 la tasa de paro de Alemania oriental subió hasta el 14'2% (1'2 millones de
desempleados), una tendencia que continuó en los años posteriores. La promesa de
«paisajes florecientes» de Helmut Kohl en 1990 se convirtió en una broma de mal
gusto a medida que en los nuevos estados federados se multiplicaban las
fábricas abandonadas, el deterioro de las infraestructuras y las colas de
desempleados sin ninguna perspectiva de reinserción en el mercado laboral. La
nueva situación económica descompuso el tejido social y trajo consigo fenómenos
hasta entonces marginales o incluso desconocidos en la República Democrática
Alemana como la mendicidad, la drogodependencia o la criminalidad, y la extrema
derecha encontró en los jóvenes carentes de perspectivas y los trabajadores no
cualificados marginados del nuevo mercado laboral un terreno abonado para su
crecimiento electoral. En Hoyerswerda (Sajonia) y Rostock (Mecklemburgo-Pomerania
occidental) se
incendiaron los centros de refugiados que buscaban en Alemania asilo
político en uno de los incidentes racistas más graves de la Europa
contemporánea. En los muros de toda Alemania oriental aparecieron pintadas como
“Treuhandmafia” o “Treuhand: el mayor matadero de Europa”. Las oficinas de
Treuhand en Berlín llegaron a ser incendiadas por desconocidos.
El expolio de la República
Democrática Alemana [RDA]
Treuhand nunca fue una agencia de privatización que
trabajase con criterios de transparencia, pero superó incluso la opacidad
habitual de las instituciones de un país que internacionalmente se precia de la
honradez y buena conducta de sus empresarios. Muchas de las pequeñas empresas
en el catálogo de Treuhand cayeron en manos de empresarios de dudosa
reputación. De hecho, según Christoph Partsch, gestor de Treuhand entre
1992-1994, para la adquisición de pequeñas empresas no se necesitaba «más que
tener un buen contacto con alguien en Treuhand. Se les daba cita y podían
comprar lo que querían. Inversores a los cuales yo no habría vendido ni
siquiera un coche usado fueron atendidos con una amistad fuera de lugar.» El
caso más sonado de corrupción fue el de Michael Rottmann, quien, después de
comprar haciendo uso de información confidencial la VEB Wärmeanlagenbau,
transfirió con la ayuda de sus cómplices 150 millones de marcos de las cuentas
de la compañía a sus cuentas personales en el extranjero antes de darse a la
fuga. El desfalco de Rottmann ocasionó la bancarrota y ulterior cierre de la
empresa, dejando a 2.000 trabajadores en la calle. [3] Entre 1991 y
1994 se denunciaron 1.801 casos de crimen de guante blanco relacionados con
Treuhand, pero hasta 1996 sólo se condenó a penas de prisión a 6 personas y se
multó a otras 180, una cifra a todas luces baja en comparación con los casos
denunciados. En 1998 una comisión investigadora del Bundestag intentó cifrar
los daños económicos causados por los casos de corrupción. La comisión no pudo
ofrecer resultados claros y señaló los tres mil millones de marcos como cifra
más baja y los diez mil millones de marcos como más elevada. El desinterés de
las autoridades alemanas por investigar las irregularidades de Treuhand incluso
a día de hoy es claro: Klaus Klamroth, director de Treuhand en Halle entre 1990
y 1992, almacena las actas de Treuhand en el garaje de su casa, como muestra la
película. En cualquier caso, una ventaja para los investigadores, teniendo en
cuenta que, a diferencia de las actas de la Stasi, la mayor parte de las actas
relacionadas con Treuhand serán secretas hasta el año 2050. [4]
Por su parte, la mayoría de las grandes empresas fueron
adquiridas por sus competidoras en Alemania Occidental con dos objetivos. El
primero de ellos fue ganar acceso a los nuevos mercados en Europa oriental y
Rusia, fusionando las empresas recién adquiridas con la matriz
germano-occidental. El segundo no tenía nada que ver con criterios financieros.
Muchas empresas se adquirieron para poner fin a la competencia
germano-oriental. Detlef Scheunert explica en el documental el caso de la VEB
Werk für Technisches Glas Ilmenau de Turingia. En su opinión, las catorce
líneas de producción de esta empresa germano-oriental de vidrio «podían
abastecer a todo el bloque oriental.» «La visité con la compañía Schott de
Maguncia y otros competidores: “¡Por el amor de Dios, fíjese en qué
capacidad!”, dijeron, “¡Si se pusieran a distribuir en serio, íbamos a tener
que cerrar!”» «El reconocimiento del competidor occidental había al fin
llegado», comenta Scheunert con ironía. El caso de Ilmenau no fue único:
Pentagon, una fábrica de cámaras fotográficas de Alemania oriental –cuyo
funcionamiento mecánico era impecable, pero que no podía competir con los bajos
costes de producción de las empresas japonesas que entonces lideraban el
sector–, cerró dejando a 5.000 trabajadores en la calle pocos días antes de la
Reunificación.
El gobierno de Kohl no dudó en utilizar Treuhand para
chantajear a sus vecinos. Según Walter Romberg (SPD), el último ministro de
Finanzas de la RDA, el gobierno de Alemania occidental se negó a dar el dinero
necesario para la modernización de su industria: «O todo o nada. No os daremos
ni un marco si no renunciáis a la soberanía de vuestra moneda y aceptáis
nuestro modelo económico.» ¿Quién hizo esta reclamación? Un viejo conocido de
todos ustedes: el actual ministro de Finanzas de Alemania, Wolfgang Schäuble,
que entonces lideraba las negociaciones con el último gobierno de la RDA como
ministro de Interior de la República Federal Alemana. Los resultados son de
sobra conocidos. Günter Lorenz, secretario general en Halle del sindicato IG
Metall (industria), ha declarado que la función real de Treuhand fue «la desposesión de los alemanes orientales
de su economía y de su propiedad estatal en beneficio de la industria
occidental. […] En última instancia a costa del contribuyente. Tanto en el Este
como en el Oeste.» [4]
El 31 de diciembre de 1994 Treuhand se disolvía, poniendo
fin a cuatro años de frenesí privatizador en el que ni siquiera se descansaban
los fines de semana. El 85% de las empresas de Alemania oriental en su catálogo
acabaron en manos de alemanes occidentales, un 5% fue adquirida por alemanes
orientales y el resto por inversores internacionales. Tras cuatro años de
actividad, se clausuraron 4.000 empresas y se destruyeron dos millones y medio
de puestos de trabajo. El expolio de la República Democrática Alemana había
quedado consumado. Los enormes costes económicos y sociales de la Reunificación
–Treuhand generó una deuda al estado de 256 mil millones de marcos–, que aún
hoy los contribuyentes alemanes han de pagar de sus salarios mediante el
llamado “impuesto de solidaridad” (Solidaritätzuschlag),
hicieron que la coalición entre socialdemócratas y verdes aprobase años después
la Agenda 2010, el mayor recorte del Estado social, con el fin de solventarlos.
Pero aumentar la dosis del medicamento no hizo más agravar la situación: las
reformas del gobierno roji-verde han incrementado en Alemania la brecha social
entre ricos y pobres, hundido los salarios y empeorado las condiciones de
trabajo del mercado laboral alemán, en el que las figuras del trabajador
precario y el working poor han dejado de ser una excepción para
convertirse en norma. Sin embargo, el presidente del Eurogrupo, Jean-Claude
Juncker, sorprendió a todos al proponer en el 2011 para Grecia la misma fórmula
de Treuhand. [5] Una fórmula que ahora, precisamente, se trata de
exportar a toda Europa.
Notas
[1] Achim Engelberg, “Auftritt
der Zyniker”, Der Freitag, 4 de junio de 2012.
[2] Íbid.
[3] “Kaufhaus des Ostens”, Der
Spiegel, 8 de noviembre de 2012.
[4] Achim Engelberg, art. cit.
[5] “Juncker
fordert Treuhand-Modell für Griechenland”, Der Spiegel, 21 de mayo de
2011.