- “Entre los errores que hemos cometido todos, el más importante error fue creer que alguien sabía de socialismo, o que sabía de cómo se construye el socialismo.” | Fidel Castro, Universidad de la Habana, 17/11/2010
Simonde de Sismondi ✆ Oldrich Kyn |
Umberto
Mazzei | El socialismo del siglo XXI – como diría
Pirandello- es un personaje en busca de autor. Cuando lo encuentre, seguro que desplazará
la presente versión del capitalismo, que más que salvaje, parece enloquecido.
Por ahora, el todo lo que se dice sobre
el socialismo del siglo XXI parece más una aspiración que una propuesta
concreta. Aspiración balbuciente, pero profunda, urgente, telúrica. Necesita
hilar la filosofía de sus valores y la doctrina de su acción. Ambas son necesarias
para forjar una propuesta política coherente, que guíe hacia un cambio de
sistema evitando esa improvisación que genera desorden y trae descrédito.
Capitalismo y especulación han existido
siempre juntos, desde la antigüedad. Cuentan de la astucia de Tales de Mileto
- si, el del teorema- que compró a futuro todas las olivas de su ciudad y se hizo rico fijando luego su precio. La influencia del dinero en la política también: el riquísimo Marco Licinio Craso financió las campañas electorales de Julio Cesar en la Roma republicana. Más cerca de nosotros tenemos a los banqueros de las repúblicas medievales italianas y alemanas que, como los Medici, que convirtieron su poder económico en dinástico. Los Rothschild, desde el siglo XVIII …
- si, el del teorema- que compró a futuro todas las olivas de su ciudad y se hizo rico fijando luego su precio. La influencia del dinero en la política también: el riquísimo Marco Licinio Craso financió las campañas electorales de Julio Cesar en la Roma republicana. Más cerca de nosotros tenemos a los banqueros de las repúblicas medievales italianas y alemanas que, como los Medici, que convirtieron su poder económico en dinástico. Los Rothschild, desde el siglo XVIII …
El capitalismo actual –liberal o neo liberal,
como se prefiera- evolucionó durante desde los siglos XIX y XX, pero los
resultados están claros ahora, en el siglo XXI: el gobierno de los ricos para
los ricos. Su origen se le atribuye al filósofo escocés Adam Smith, pero no es
cierto. Smith lo advirtió y lo rechazó: “Dondequiera que hay grandes
propiedades, hay grandes desigualdades” y añadió “ Todo para nosotros y nada
para los demás, he allí la vil máxima que parece haber sido desde siempre la de
los dueños de la especie humana.”.[1] Su madre es el
aduanero y corredor de bolsa David Ricardo, quien en su época pidió eliminar la Corn Law[2]
y abrir la importación de cereales para que al abaratarse el pan se pudieran bajar
más aún los salarios y aumentar la ganancia de los patrones[3].
Actualidad
de Sismondi
Hay un historiador y economista adversario de David
Ricardo y de su seguidor Jean Baptiste Say que también desarrolló la tesis de
Adam Smith, pero con visión social y fue mucho más allá. Se trata de Jean
Charles Sismondi, un pensador ginebrino que los neoliberales tratan de hacer
olvidar, cuya filosofía económica admite la propiedad privada, pero canalizada
por la utilidad social.
La esencia de su pensamiento es que el
capitalismo sólo puede ser próspero y estable si se pagan buenos salarios,
porque esos ingresos de los trabajadores son el mercado indispensable para vender
los productos. Dice que si los ricos ingleses acaparan toda la riqueza nacional
(época de la revolución industrial)
tendrán que buscar mercados afuera (imperialismo) y que si no se equilibra la
producción y la demanda, el sistema está destinado a vivir de crisis en crisis.
Sismondi es el único economista que Karl Marx
cita en el Manifiesto Comunista (1848), un honor caro, porque, como dice Jean
Weiller[4], se suelen olvidar las trece líneas
donde lo elogia y retener sólo las últimas 6, donde lo llama “utópico” y
socialista “pequeño burgués”. Creo que, a pesar de lo que dijera Marx, que
veinte años después, en El Capital, lo cita en asuntos básicos con frecuencia, hay que rescatar los
aportes de Sismondi para un socialismo moderno. Un socialismo para el siglo XXI
tiene que ser una síntesis de las experiencias anteriores, que aprenda de sus
errores y de sus aciertos. Las experiencias socialistas con éxito económico y social,
de los socialismos entumecidos por falta de dinamismo o de aquellos que colapsaron.
Otro motivo de estudio deben ser las versiones
europeas de la Social Democracia cuyo valioso contenido social resultó de una
confluencia de ideas Keynesianas, poder sindical y temor a la Unión Soviética. En América
Latina esas mismas ideas no pasaron de ser una pose política. En Estados Unidos
funcionaron a desgano con el New Deal. Su legado es un válido sistema de
protección social, que ahora se desmantela por falta de dinero, porque los políticos entregaron los
fondos públicos a unos banqueros en apuros.
Sismondi
para el futuro
Sismondi tiene dos tipos de aporte para el
siglo XXI, que son complementarios. Uno sobre el sistema político y otro sobre
el sistema económico. En este escrito apenas haremos un guiño a su política
institucional; el énfasis lo pondremos en dar unos trazos que resalten lo importante
de su estudio para una economía socialista más realista, más estable… y menos
trágica.
a) Aportes al Sistema
Político
Su aporte político es como historiador.
Sismondi describió y analizó varios temas históricos, pero para un enfoque institucional
nos interesa su análisis sobre las republicas comunales italianas, muertas bajo
el absolutismo real y pontificio. Su último exponente –Venecia- pereció con
Napoleón y volvió a morir en el Congreso de Viena. Ese sistema comunal nos sacó
de la Edad Media y
gestó la revolución cultural y económica que conocemos como el Renacimiento. De
aquel modelo comunal quedan vestigios en el sistema cantonal suizo.
Ese modelo comunal italiano es más reciente y adhiere
mejor a las realidades sociales orgánicas que el cacareado modelo ateniense,
que ni siquiera fue igualitario[5]. Su estudio deja
ideas para un sistema republicano que sea más representativo de la aspiración política
general. Ha sido muy señalado que las repúblicas actuales no funcionan sobre las
aspiraciones de las comunidades, sino sobre masas anónimas movilizadas, a las
que es fácil pastorear según mande el dinero en grande y sus medios de
comunicación[6].
b) Aportes al
Sistema económico
La principal obra económica de Sismondi es “Nuevos
Principios de Economía Política o de la riqueza en su relación con la
población”, publicada en 1819. Comencemos por mirar a Sismondi desde la
perspectiva de Marx, porque nadie puede negar la influencia de Sismondi en la
tesis marxista. Cuando Marx le dice utópico, recordemos que fue Marx quien
hablo de solidaridad de la clase trabajadora. La solidaridad de clase claro que
existe, ¡pero entre los ricos! La condición típica del pobre es el sálvese
quien pueda. Sismondi lo dice y no espera la redención de los trabajadores de una
revolución proletaria sino del control estatal.
Lo más pertinente de Sismondi para estos días
es su temprano anuncio de que las crisis son cosa implícita en el sistema capitalista
por su incoherencia. Sobre eso dice Marx, “El análisis de Ricardo es con
frecuencia absurdo. Sismondi en cambio señala los limites (de adaptar la
producción a las necesidades) que son obra del propio capital, que choca con sus
contradicciones”[7] y añade “Las crisis
no son para él accidentes, como dice Ricardo, sino explosiones esenciales”[8]. La opinión de Marx sobre ambos es clara
“La historia de la economía política moderna (…) se completa con Ricardo y
Sismondi, dos antípodas”[9].
En el libro primero de El Capital, Marx cita a
Sismondi elogiosamente y con mucha frecuencia.[10]
En el libro segundo también lo sigue,[11]
pero súbitamente lo ataca y dice que su aporte al estudio de la relación entre
capital e ingreso “no tiene una sola palabra científica”[12].
En lo económico-social Sismondi da el paso
intermedio entre Francois Quesnay[13] y Marx. Fue Sismondi
quien remplazó la división en tres clases de Quesnay, (productiva, propietarios
y estéril) por una que refleja la revolución industrial: capitalistas y asalariados.
Es un esquema funcional y abstracto, que pone por un lado los ingresos del
capital (rentas, ganancias, intereses) y del otro a su contraparte necesaria, el
consumo. Un consumo que divide en dos: a) el consumo indispensable (de supervivencia)
y b) el consumo de lujo.
Es Sismondi quien resucita el término romano “proletario”
y lo usa para definir a los trabajadores manuales, a los pobres, a los que el
sistema atribuye la función de asegurar con su prole la provisión de fuerza de
trabajo. “La nación inglesa encontró más económico … reducir todos los obreros
al salario más bajo con el que puedan vivir y los obreros, que son proletarios,
profundizan su miseria criando familias siempre más numerosas.”[14]
El pensamiento de Sismondi tuvo afinidades con
otros pensadores conocidos. Coincide con Thomas Malthus en defender a los
pequeños propietarios agrícolas y los sectores amenazados por la revolución
industrial. Dice que sus ingresos son parte importante de la “demanda efectiva”
que es necesaria para el equilibrio entre producción y consumo. Sus quejas de entonces son
modernas: “No hay mas campesinos en los campos,… no hay mas artesanos en las
ciudades o jefes independientes de pequeñas industrias, solo fábricas”; pero no
acompaña a Malthus en la idea de frenar la industrialización. En ese tema tiene
más afinidad con Claude de Saint-Simon, porque aprecia la utilidad de las
máquinas, la ciencia y la tecnología: “No es contra las máquinas, ni los descubrimientos,
no es contra la civilización que apuntan mis objeciones, es contra la
organización moderna de la sociedad”[15].
“Yo no quiero regresar a lo que ha sido, pero quiero una cosa mejor de lo que
hay”. Es como si hablara a nosotros.
Hay un párrafo que debo citar, porque describe
con trazos impresionistas un cuadro familiar: “Con pocos años de intervalo, dos
crisis terribles arruinaron una parte de los banqueros y extendieron la
desolación en todas las manufacturas inglesas; al mismo tiempo otra crisis
arruinó a los granjeros e hizo bajar el comercio al detalle. Para colmo, ese
comercio a pesar de su gran extensión dejó de atraer a jóvenes que quieran
hacer carrera; todas las plazas están ocupadas y tanto en los rangos superiores
de la sociedad como en los inferiores, un gran número ofrece en vano su trabajo
sin poder obtener un salario.”[16] ¿Suena conocido?
Mi propósito es proponer el estudio de
Sismondi, como una fuente para la nueva visión socialista. Marx usó sus ideas, aunque
lo hubiese llamado “socialista pequeño burgués”. Lenin le reprochó el incluir
el sub-consumo como causa de las crisis capitalistas, pero Nikolai Boukharin – entre
los mejores economistas marxistas- aprobaba la explicación de Sismondi y decía
que sin el sub-consumo la interpretación marxista del capitalismo sería
absurda.
El poeta y economista venezolano Ydelfonso
Finol sintetiza la ruta a seguir cuando afirma que “Es falso que el socialismo
tenga que estar asociado a escasez”. La China socialista es hoy la segunda
economía del mundo y sigue creciendo; pero su mayor éxito es que sacó de la
pobreza a 400 millones y sigue sacando. Es un ejemplo de política económica desde
que Deng Chao Ping inició la política de dejar espacio a la iniciativa
individual, pero siempre dentro de un marco dirigido al beneficio colectivo.
Es innegable que el marxismo-leninismo fracasó
como productor de bienestar humano, sin olvidar que estuvo obligado a invertir
más recursos en cañones que en pan y mantequilla. Creo que para el siglo XXI lo
realista es pensar en un socialismo menos épico; un socialismo que luche por la
seguridad de los trabajadores haciéndolos propietarios de algo, que estabilice
su empleo, que nos haga a todos … socialistas pequeños burgueses.
Notas
[1] Adam Smith, Investigación sobre la
naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones. Volumen II. Fondo de
Cultura Económica, México, 1958.
[2] La
Corn Law
protegia la producción inglesa de cereales. Su derogación creo desempleo y
pobreza en las zonas rurales y una emigración hacia las ciudades que abarataba
la mano de obra. Leer a Charles Dickens.
[3] “He tratado de demostrar, a través de toda esta obra, que la tasa de
utilidades no podrá ser incrementada a menos que sean reducidos los salarios, y que no puede existir una baja permanente de
salarios sino a consecuencia de la baja del precio de los productos necesarios
en que los salarios se gastan” David
Ricardo, Principios de economía y tributación, Fondo de Cultura Económica,
México, 1959, p. 101.
[4] Ean Weiller. Preface a Nouveaux Principes de Economie Politique,
Calmann – Levy, Paris, 1971.
[5] Aristóteles, cuando analiza la constitución de Atenas, dice que eran
considerados ciudadanos sólo aquellos que no ejercían labores manuales. En esa
época – más aún que ahora- eso excluía a la gran mayoría de la población. Por
eso luego informa que eran ciudadanos unos 20 mil habitantes, sobre una
población de medio millón.
[6][6] Leer autores tan dispares como: José Ortega y Gasset, La rebelión de las
masas; Jack London, El talón de hierro; Maurice Duverger, Los partidos
Políticos; Giuseppe Maranini, La constitución de Venecia; Tönnies, y tantos
otros más.
[7] Karl Marx,
Principes d’une critique de l’Economie politique, Ouvres I, Pléiade, pag. 261 y
262. Traducción propia.
[9] Karl Marx, Ibid. pag. 175. Traducción
propia.
[10] Para definir: el capital, el precio de la fuerza de trabajo, la plusvalía
relativa, la reproducción simple, el proceso de producción capitalista, la
acumulación de capital, la conversión primitiva del dinero en capital, el
carácter antagónico de la producción capitalista y la noción del asalariado.
[11] Para definir capital constante y capital variable, movimiento circular del
ingreso, la teoría de las crisis y el papel del crédito en los procesos de
producción.
[12] Kart Marx, Ouvres II, pag. 751.
[13] Economista francés, fundador de la
primera escuela sistemática de economía política y médico de Luis XV.
[14] Jean Charles Sismondi, Nouveax Principes de Economie Politique,
Calmann-Levy, 1971, France. Pag.
54
[15] Jean Charles Sismondi, Sobre el
equilibrio del consumo con la producción. Revue Encyclopédique, 1824.