“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

6/10/14

Juego trancado

Gustavo Márquez Marín
En el primer mes de ejecución del “plan especial de choque contra el contrabando”, se decomisaron 2.237.370 litros de combustibles. Son resultados tangibles de una labor encomiable de la FANB. Pero, a pesar del gran despliegue militar, apenas se contuvo un pelo la sangría, al evitar en un mes la fuga de 0.47 % (469.05 b/d) de los 100.000 b/d que se llevan ilegalmente a Colombia. No debemos engañarnos sobre las enormes dimensiones y el alcance de un problema que compromete la soberanía y la paz, cuyo meollo es el desplazamiento de la economía real por una economía ilícita. Sólo en 2013 el contrabando llegó a 5 mil millones de dólares, mientras el intercambio comercial bilateral fue de 1.817 millones de dólares.

En el ínterin, el gobierno colombiano calla y mantiene su tradicional pasividad cómplice, habiendo llegado al colmo del cinismo en la gestión de “Varito Corleone”, al promover y facilitar el delito al usar a ECOPETROL, a través de los “centros de acopio fronterizo”, como receptor y exportador del combustible venezolano mal habido, al legitimar gremios de contrabandistas y permitir el liderazgo en la actividad de paramilitares y BACRIN y, al tolerar la aplicación de impuestos ilegales a los bienes procedentes del contrabando.

El contrabando se convirtió en un problema de Estado para Venezuela y también para Colombia, a partir del poder que dio el Estado colombiano a las casas de cambio fronterizas, para fijar el valor del bolívar respecto del peso con independencia del valor de este último con relación al dólar. De esa forma pasaron a determinar el valor del dólar paralelo y a controlar a discreción la brecha entre este y el dólar oficial, abriéndola progresivamente para acelerar el volumen y ampliar la variedad de bienes contrabandeados, impulsando la escasez y la inflación del lado acá y, la recesión del lado allá. En estas circunstancias no es posible consolidar una relación económica estable entre ambos países. Ello obliga a sincerar la situación porque el juego está trancado y para desbloquearlo se debe avanzar en una negociación que apunte a lograr una coordinación macroeconómica que propenda al equilibrio cambiario y al desmantelamiento del andamiaje mafioso construido por Uribe para promover el contrabando.