Vladimir Lenin ✆ Mario Tosto |
En el calendario europeo se habían sucedido grandes
revoluciones, como la del 14 de julio de 1789, donde surgió la bandera tricolor,
los Derechos del Hombre y el Ciudadano y el trípode en el cual se asentó el
ideario de la naciente república: Libertad, Igualdad y Fraternidad.
A la República la sustituirá el Imperio Napoleónico, luego
de su caída vendrá la restauración monárquica en Francia, y estallarán las
revoluciones de 1830, 1848 y la Comuna de París en 1871, todas ellas con su
heroísmo, sus enseñanzas, sus leyendas de martirologio, así como avances en la
proliferación de ideas revolucionarias. Europa se sacudía envuelta en grandes transformaciones.
Rusia dormía la larga siesta de una monarquía absoluta, milenaria, caracterizada por millones de campesinos analfabetos y apenas unos pocos millones de obreros situados en Moscú y San Petersburgo, y algo en Kazán.
En 35 años (de 1870 a la revolución de 1905) se fue cultivando en la intelectualidad, en los estudiantes y en círculos políticos estrechos pero muy vinculados a los obreros (particularmente el Partido Obrero Social Democrático Ruso) una resistencia al poder absoluto.
Rusia dormía la larga siesta de una monarquía absoluta, milenaria, caracterizada por millones de campesinos analfabetos y apenas unos pocos millones de obreros situados en Moscú y San Petersburgo, y algo en Kazán.
En 35 años (de 1870 a la revolución de 1905) se fue cultivando en la intelectualidad, en los estudiantes y en círculos políticos estrechos pero muy vinculados a los obreros (particularmente el Partido Obrero Social Democrático Ruso) una resistencia al poder absoluto.
Será la 1º Guerra Mundial, en la cual participa Rusia,
aliada de Inglaterra y Francia contra Alemania, que generará el desgaste y el
desplome de una autocracia corrupta, permisiva, sin capacidad de conducción de
los nuevos desafíos que significaban los cambios.
En 1917 se produce lo previsible: el estallido; y él tiene
un conductor, el bolchevique Vladimir Lenin, quien luego de décadas de
clandestinidad fue capaz de liderar la revolución más grandiosa del S XX. Pero
dejemos que sobre Lenin hable un grande de la historia, Don José Batlle y
Ordóñez, quien al morir éste, en 1924, escribió:
“El fallecimiento del jefe del comunismo ruso es un acontecimiento que pone de inmediato en segundo término a todos los demás que ocurren en el mundo.Podrán tenerse ideas muy adversas a las que sustentaba este apóstol de mejores aunque irrealizables devenires, pero no se podrá negar que con él se extingue un magnífico ejemplar humano, uno de esos personajes apasionantes que dan significación a toda una época y sirven para fijarla en la historia.Lenin era en estos momentos la palabra de sensatez y de cordura, la mirada avizora y penetrante, la mano que no temblaba en el timón. No juzgamos sus ideas con las que no podemos estar de acuerdo, sino sus condiciones de orientador de muchedumbres y de saberse adaptar a las exigencias del momento sin encapricharse tercamente en rígidos dogmas…Mejor de lo que podemos hacerlo nosotros hoy, lo juzgará la posteridad ya que pasará un tiempo todavía antes de que puedan verse claros los resultados de su obra. De cualquier modo, desaparece con Lenin un hombre excepcional, ante cuya tumba, prematuramente abierta, sería pueril no descubrirse con respeto”. (El Día, 26 de enero de 1924, “De pie, murió Lenin”).
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