Esteban Valenti | En esta oportunidad, pero en forma recurrente el tema en debate son las causas del golpe de estado. Algunos representantes de los partidos tradicionales vuelven a la carga con la afirmación de que la acción de los Tupamaros fue el determinante del golpe. No es un debate solo sobre el pasado, tiene que ver con temas de actualidad, como por ejemplo la permanente batalla por la verdad y la justicia que tiene en la propia izquierda interpretaciones y opiniones muy diferentes y a veces contradictorias. Era obvio que proponer la construcción de un monumento conmemorativo de aquellos enfrentamientos fundiendo los metales de las armas tanto de los tupamaros como de las FF.AA. desataría no solo un debate sino todas las pasiones. Partamos del principio material, se trataría de un monumento con una gran cantidad de metales militares y unos pocos kilos de metales de la guerrilla. Y no es esta una afirmación cualquiera.
En el Uruguay nunca, absolutamente nunca
estuvo amenazado el poder de los sectores dominantes en los años de la
guerrilla por las acciones militares de los Tupamaros, ni por sus
características, ni por su alcance, ni por su potencial militar. Eso lo saben
perfectamente los dirigentes de los partidos políticos, todos, los militares de
todas las épocas y los tupamaros. La historia lo ha confirmado hasta el
cansancio.
Nunca nos vamos a poner de acuerdo en el
Uruguay sobre aquel periodo de nuestra historia, como no lo hemos hecho sobre
las guerras civiles del siglo XIX y XX, pero sobre algunas cosas deberíamos al
menos tratar de razonar con seriedad. Sobre mi anterior afirmación, sobre el
hecho de que nunca los Tupamaros rozaron siquiera la posibilidad de alcanzar el
poder, deberíamos definirnos.
Si alguien piensa lo contrario que lo diga
claramente. Es posible que algunos defensores del discurso del golpe obligado o
determinado por las acciones militares de la guerrilla no lo quieran reconocer
o lo relativicen, pero los hechos que demuestran mi afirmación son abrumadores.
Es posible que en medio de tantos libros,
biografías, crónicas y materiales de todo tipo algunos tupamaros o personas que
simpatizan con ellos quieran hacernos creer que pusieron en peligro el poder
oligárquico. Estos intentos refuerzan la concepción de los dos demonios, y la
política de que hay que reconciliar a los dos demonios combatientes. Se basan
en una falsedad absoluta.
Los tupamaros tenían en el momento más alto de
sus acciones militares un poder de fuego y una capacidad militar y operativa
que podía mínimamente inquietar a una policía mal armada y preparada pero de
ninguna manera los acercó en ningún momento al poder. Cuando decidieron dar un
salto de calidad en sus acciones el 14 de abril de 1972 y los sectores
dominantes decidieron hacer intervenir directamente a las fuerzas armadas, el
conflicto militar duró muy pocos meses más y tanto la organización política,
logística y ni que hablar la militar del MLN prácticamente dejó de existir
durante más de 12 años en el Uruguay. Si alguien quiere discutir esa
afirmación, me interesaría mucho conocer sus argumentos.
En esta afirmación de fondo, porque la táctica
y la estrategia del MLN se basaba en la política de las armas y en la toma del
poder por la vía armada, hay una componente de análisis político de mi parte
pero además un simple análisis de la capacidad de fuego, el armamento y las
estructuras armadas a disposición de esa fuerza, aún en sus mejores momentos y
de sus acciones más audaces. Y hay conocimientos básicos de las fuerzas que el
MLN ponía a disposición para enfrentar un eventual intento de golpe de estado.
El plan elaborado para enfrentar por parte de un amplio espectro de fuerzas
políticas y militares un eventual intento de golpe de estado lo conocen unas
cuantas personas y sería interesante reconstruir las responsabilidades y las
unidades que cada organización disponía para ese plan. Más de uno se llevaría
grandes sorpresas. Tan grandes como un puente
La literatura, la mística, la litúrgica no
pueden sustituirse a la realidad, a las tropas disponibles, a las armas, a las
capacidades. Y hablamos de fierros y combatientes, si hablamos de política
partamos de la base que la inmensa mayoría, la abrumadora mayoría del pueblo
uruguayo estaba en contra de la guerrilla y que ni siquiera en la izquierda
eran una fuerza mayoritaria y que su influencia en la sociedad se reducía a
algunas sectores estudiantiles e intelectuales y poco más. Y si quieren
discutir de esto, también sería muy útil.
¿Es incomodo decir estas cosas? ¿Hay que
callarse y dejar que la historia se construya a la buena de dios y a gusto de
las últimas necesidades políticas y sobre todo las más cómodas? Yo no estoy de
acuerdo. La verdad y la justicia comienzan por casa.
Si parto de esta premisa de que las clases
dominantes de la época estaban incomodas, cansadas, molestas y que llegado el
momento recurrieron a todo el aparato armado del estado y a violar su propia
legalidad liberal para terminar con la guerrilla y que en pocos meses lo
lograron, tengo bien claro, que el golpe de estado no estuvo determinado por los
tupamaros, aunque su accionar haya fortalecido a los sectores más agresivos,
más antidemocráticos en la estructura de las FF.AA. Pero no fue ese el motivo
del golpe.
La serie de golpes de estado cívico-militares
que comenzó en 1964 con el derrocamiento en Brasil del gobierno de Joao Goulart
y cerró el ciclo con el cruento golpe de Argentina de 1976 pasando por el
brutal golpe de Chile en 1973 contra Salvador Allende, en ningún caso tuvieron
como motivo principal la acción guerrillera, en ninguno de los casos. Mucho
menos en Uruguay donde había sido derrotada totalmente, en el momento del golpe
de junio de 1973.
La ola de golpes de estado fue impulsada por
el gobierno de los Estados Unidos de la época o sectores determinantes del
Departamento de Estado como respuesta estratégica al avance de las fuerzas
populares, de izquierda y como parte de la confrontación mundial de la Guerra
Fría. El Plan Condor fue posible también y sobre todo, por este origen común de
las dictaduras y no solo por causas ideológicas.
El golpe cívico-militar en Uruguay formó parte
de esa ola, con sus peculiaridades obvias. No fue solo un golpe militar, con
diversos grados de complicidad participaron sectores reaccionarios y de derecha
de ambos partidos, con preeminencia de los sectores colorados, aunque el cargo
más alto dentro de la dictadura lo ocupo un blanco, Aparicio Méndez. La
historia de los últimos 30 años democráticos, la casi desaparición de las
fracciones golpistas o pro golpistas en todos los partidos políticos uruguayos,
tampoco debe ocultar esta connivencia entre civiles y militares. El golpe se
dio con la directa participación del presidente electo Juan María Bordaberry y
de sectores muy importantes de su gobierno.
Hay un tema polémico y que seguirá siendo muy
polémico para la reconstrucción histórica: el papel, los aciertos, los errores
de cada actor político y social previo al golpe de estado, pero no voy a
cometer el grave error y la injusticia de poner esa realidad en la misma
balanza de los que apoyaron y participaron del golpe de estado. Es una
discusión diferente, que hay que darla adecuadamente, no hay nada más injusto
que revolver todo y entreverarlo y me refiero a todos los partidos políticos.
La furia de la represión dictatorial, la
tortura masiva de los prisioneros políticos, las decenas de miles de detenidos,
condenados, expulsados, desaparecidos, exiliados, despedidos, perseguidos, se
concentró en las organizaciones populares, sindicales, estudiantiles, en
algunos sectores profesionales, de la cultura y de fuerzas políticas del
Frente Amplio y con particular violencia y tenacidad en el Partido Comunista.
Las cifras son elocuentes, aunque golpeó de diversas maneras a amplios sectores
de todos los partidos.
No hubo dos demonios, en lo fundamental porque
el golpe de estado contra el orden democrático y que sufrió la gran mayoría de
la sociedad uruguaya fue ejecutado por el aparato del estado uruguayo,
utilizando sus estructuras militares, policiales y de inteligencia, su realidad
jerárquica militar rigurosamente respetada y sólida y los lazos diplomáticos,
operativos y de inteligencia con los regímenes dictatoriales de Argentina,
Brasil y Paraguay especialmente y, con pleno conocimiento del gobierno de los Estados
Unidos a través de sus embajadas y sus servicios de inteligencia.
Hablar de forma directa o ayudar a generar la
idea de los dos demonios que se enfrentaron en el campo de batalla y disputaron
una guerra, falta de manera flagrante a la verdad más elemental. Es un atentado
a la verdad, la memoria y la justicia histórica y política. Lo diga quien lo
diga y lo diga hace 10 años, hoy o dentro de un siglo.
Se cumplen 42 años del golpe de estado cívico
y militar en Uruguay, la peor, la más brutal página de nuestra historia y se
cumple la misma cantidad de años del inicio de una resistencia permanente, que
comenzó con una huelga general de 14 días, con una enorme manifestación
democrática el 9 de julio en el centro de la ciudad y que en los subterráneos de
la libertad, se desarrolló durante toda la existencia del régimen y que tuvo
páginas realmente imborrables. Son muchas no voy a arriesgarme a olvidarme de
alguna. Y esa resistencia no fue del otro demonio, fue del pueblo uruguayo.
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