Friedrich Nietzsche ✆ Phrame |
Aunque la apropiación de Foucault tardará algunos años en
consolidares no deja de ser constante, desde sus primeros trabajos, una
preocupación sincera por algunos problemas planteados por el filosofo alemán.
Es en “Nietzsche, la genealogía, la
historia”, texto de 1971, que nos encontramos con un desarrollo muy
particular que será determinante en el trabajo de Foucault pues descubrimos en
este texto un antes y un después en su obra. Es a partir de este breve trabajo
que su perspectiva dejará de ser nombrada por él como arqueológica, esto es,
centrada únicamente en el análisis del discurso, para pensarse como un
acercamiento de corte genealógico.
En el texto mencionado encontraremos una síntesis del
pensamiento nietzscheano que tendrá por eje el influyente libro La
genealogía de la moral. Es a partir de ese texto que podemos rastrear en la
obra posterior de Foucault una serie de guiños al trabajo de Nietzsche.
La primera impronta es la que apunta a una investigación
alrededor del presente desde una mirada histórica. Esa investigación inspirada
por unespíritu histórico, dice Nietzsche, dará paso a lo que Foucault
llama una ontología del presente. Nietzsche expresaba así la necesidad de una
genealogía de la moral:
[…] Necesariamente permanecemos extraños a nosotros mismos, no nos entendemos…en nosotros se cumple por siempre la frase que dice “cada uno es para sí mismo el más lejano” en lo que a nosotros se refiere no somos “los que conocemos.[1]
El trabajo del filósofo de Poitiers quedará definido por
esta necesidad nietzscheana de conocer lo que somos, es por ello que
encontraremos como objeto principal de sus trabajos la elaboración de una
ontología del presente o, como también la llegó a nombrar, una ontología
crítica de nosotros mismos.[2] En consonancia con Nietzsche, Foucault pretende reconocer
lo que somos en el presente para dilucidar el horizonte de posibilidades. Pero
más allá de esta intuición que podría quedar solo como un propósito común, la
metodología foucaultiana, permítaseme llamarla así para efectos prácticos,
retoma una mirada genealógica nietzscheana para el acercamiento de este presente.
La genealogía foucaultiana, como antes la nietzscheana, no
se pierde en el Azul del cielo,[3] esto es, no busca el origen de la moral humana en los
valores cristianos de la compasión. En contraposición al azul Nietzsche propone
la metáfora del gris, grises son los documentos, gris lo que encontraremos
después de esa tarea que busca desentrañar la emergencia de la moral después de
esa “larga y difícilmente descifrable escritura jeroglífica del pasado de la
moral humana“.[4] Gris, porque en el análisis histórico de nuestros sentimientos
morales solo podemos encontrar claroscuros, emergencias y no orígenes
metafísicos.
Para Nietzsche era fundamental hacer problema
(problematizar, en palabras de Foucault) el valor de la compasión y la moral de
la compasión. Es así que rechazará las hipótesis de la utilidad que Paul Rée
había propuesto como el origen de la moral. La utilidad, el olvido, el
hábito para Nietzsche solo representan el error.[5] Se cuidará entonces la genealogía de cualquier dejo
darwiniano de la utilidad, “como si las
palabras hubiesen guardado un sentido, los deseos su dirección, las ideas su
lógica…”. [6] omitiendo que este mundo “…de cosas dichas y queridas no hubiese conocido invasiones, luchas,
rapiñas, disfraces, trampas”. [7]
Foucault inicia su labor genealógica con la obra de
Nietzsche pues, así como el segundo nos descubrió la distinción entre malo (schlecht)
y malvado (böse) para dar cuenta de la transvaloración elaborada por la casta
sacerdotal,[8] el primero retomará los conceptos “origen” (Ursprung),
“procedencia” (Herkunft) y “emergencia” (Entstehung) de la obra nietzscheana
para reconocer las bases de la genealogía. El trabajo de Foucault genealogista
consiste en encontrar dentro de la obra del mismo Nietzsche un antes y un
después para estos términos. Es evidente para Foucault la necesidad
nietzscheana de diferenciar las palabras pues cada una de ellas tiene un
contenido distinto que hace la diferencia cuando de abordar con un espíritu
histórico se trata.
El origen (Ursprung) como
la raíz metafísica de las ideas será desdeñada por Nietzsche frente a la
emergencia (Entstehung), nos explica
Foucault. El origen es, en la tradición, el lugar de la verdad, de lo
originario. Para Foucault, seguidor del espíritu histórico nietzscheano, no hay
un lugar para lo originario. Las verdades, tiene su historia, aparecen en el
contexto histórico “¿Todo esto no es una historia, la historia de un error que
lleva por nombre verdad?”.[9] La idea del origen implica que detrás de todas las cosas
podríamos encontrar la esencia de las mismas. El origen es el lugar previo a la
corrupción, lugar esencial, previo a la caída, al cuerpo, al mundo, y, nos dice
Foucault, al tiempo.
Un espíritu histórico, como el del Nietzsche y Foucault,
rechazará todos los comienzos, incluso el del hombre pues éste también tiene un
comienzo irrisorio “…pues a la puerta a la puerta del hombre está el mono”[10] y no un origen divino. Foucault, radicalizando a
Nietzsche, apuntará al espíritu histórico para dar argumentos que permitan
rechazar todo sueño antropológico, todo sujeto trascendental en el que están
basadas nuestras certezas para plantear una muerte del hombre.[11]
La genealogía nos revela que detrás de nuestra fe metafísica
se encuentra el azar. Desde el postulado de una historia efectiva Nietzsche
rechaza los movimientos teleológicos y los encadenamientos naturales para hacer
surgir el acontecimiento en su calidad de único. No es acontecimiento eso que,
desde una historia que apuesta por un sentido oculto, es lo sonoro o lo
vistoso. Las grandes batallas, los reinos caídos, no son acontecimiento en
términos de estos dos filósofo. Para ambos la mirada genealógica entraña
reconocer relaciones de fuerza que se invierten, lenguajes que son apropiados
por facciones. Es eso lo que debe estudiarse como acontecimiento.
La moral para Nietzsche, como la sexualidad moderna
analizada por Foucault, se encuentran marcadas por acontecimientos que pasan
desapercibidos pues carecen de una historia, en los términos en que nosotros la
entendemos. Una mirada genealógica, como la de estos dos filósofos, no describe
la curva lenta de una evolución, sino apunta a las diferentes escenas, a su
emergencia como concepto, no en un punto indeterminado de la historia, sino
apuntando al corazón del presente para modificarlo.
Las finalidades y las “utilidades”, que antes veía Paul Rée,
son solo indicios, efecto de superficie, de una voluntad de poder
enseñoreada sobre otra más débil que ha logrado imponer estas finalidades y
funciones. [12] Podría ocurrir, afirma Nietzsche que la historia
completa de estas utilidades y funciones no sean sino una cadena de
interpretaciones y reinterpretaciones, casualidades hechas causalidades por una
voluntad de poder que las anuda y las hace depender una de otra.
Esta intuición nietzscheana cruzará la obra de Foucault,
será retomada para dar paso a lo que años después sería la analítica del poder.
Para el filósofo francés la perspectiva nietzscheana aporta una forma diferente
de acercarse a la historia. En ella encontrará estas relaciones y apropiaciones
discursivas del poder, las grandes edificaciones discursivas como la
psiquiátrica serán analizadas por Foucault desde esa óptica que permite revelar
sus causalidades ausentes, los lenguajes retomados por los dispositivos, etc.
Siguiendo a Nietzsche, Foucault nos habla del cuerpo, no es
por ello casual que encontremos este tema como una constante a partir de textos
como Vigilar y castigar. Para la tradición filosófica (que la había tomado
del dualismo de órficos y pitagóricos) el alma había sido colocada en un lugar
superior al cuerpo. Baste con recordar el diálogo Fedón para
reconocer el lugar originario y principal del alma frente al cuerpo. Es, desde
entonces, el alma un elemento que guardaba una relación con la trascendencia y
con la verdad, mientras que el cuerpo pasaría a la reflexión posterior como lo
temporal, lo no fundamental, como repositorio de los sentidos, que, según el
escepticismo, son falaces e inadecuados para aprehender la verdad. Foucault,
retomando a Nietzsche, busca la restitución del cuerpo (Leib) como base no
originaria de reflexión. Dice Nietzsche: “Pero el despierto, el sapiente, dice:
cuerpo soy yo íntegramente, y ninguna otra cosa; y el alma es sólo una palabra
para designar algo en el cuerpo”.[13]
Es así que podemos observar la impronta de Nietzsche en el
pensamiento foucaultiano, pero aún podemos encontrar una raíz más antigua para
esta apropiación. Es sabido que la empresa foucaultiana se levanta contra la
filosofía hegeliana reinante de su tiempo. De este enfrentamiento da cuenta
Foucault en El orden del discurso.[14] Podemos decir, analizando la distancia que busca
establecer Foucault de Hegel, que la inspiración nietzscheana ayudó a Foucault
a liberarse del autor de La fenomenología del espíritu pues logró
plantear la idea de un antagonismo sin contradicción, un análisis del
antagonismo fuera de la dialéctica, así, un análisis de las relaciones de
poder, de las luchas sin subsumirse en un proceso dialéctico de
contradicciones, donde la lucha y el combate serían factores reales de la
sociedad, no procesos dialécticos. En este sentido Foucault se encuentra más
cercano a un razonamiento nietzscheano de la lucha continua que a una
contradicción hegeliana. Desde el punto de vista de Foucault la dialéctica
(entendida como lógica de la contradicción) no dan cuenta de la inteligibilidad
de los enfrentamientos.[15]
Es así que encontramos la impronta de Nietzsche en Foucault,
es aún necesario reconocer las semejanzas y diferencias que estás dos
genealogías guardan entre sí, conformémonos por el momento con señalar que más
allá de Nietzsche podemos descubrir una lectura de Foucault que lleva a
Nietzsche hasta la imposibilidad del superhombre. Dejemos estos meandros para
nuevos encuentros.
Bibliografía
Foucault M., El orden del discurso, TusQuets,
Barcelona, 2005.
—————-, Estética, ética y hermenéutica, Paidós, Barcelona,1999.
—————-, Microfísica del poder, La piqueta, Madrid, 1992.
—————-, Sobre la Ilustración, Tecnos, Madrid, 2003.
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Nietzsche F., Aurora, Edimat, Madrid, 1998.
—————-, La genealogía de la moral, Alianza, Madrid, 2000.
—————-, Así habló Zaratustra. Alianza, Madrid, 2004.
—————-, La genealogía de la moral, Alianza, Madrid, 2000.
—————-, Así habló Zaratustra. Alianza, Madrid, 2004.
Citas bibliográficas
[1] Nietzsche, Friedrich, La genealogía de la moral, p. 22.
[2] Foucault, Michel, Sobre la Ilustración, p. 93.
[3] Nietzsche, F. Op. Cit., p. 29.
[4] Ídem.
[5] Ibídem, p. 37.
[6] Foucault, M., Nietzsche, la genealogía, la historia, p. 7.
[7] Ídem.
[8] Nietzsche, F., Op. Cit., pp. 53-57.
[9] Foucault, M., Op. Cit., p. 11.
[10] Nietzsche,F., Aurora, parágrafo 49.
[11] Foucault, M., Las palabras y las cosas, passim.
[12] Nietzsche, F., La genealogía de la moral, p. 100.
[13] Nietzsche, F., “De los despreciadores del cuerpo” en Así habló Zaratustra.
[14] Foucault, M., El orden del discurso, pp. 68-75.
[15] Respecto a estos antagonismos ver: Foucault, M., “Diálogos sobre el poder” en Estética, ética y hermenéutica, pp. 65 y 66, “Verdad y poder” en Microfísica del poder, p. 190.
[2] Foucault, Michel, Sobre la Ilustración, p. 93.
[3] Nietzsche, F. Op. Cit., p. 29.
[4] Ídem.
[5] Ibídem, p. 37.
[6] Foucault, M., Nietzsche, la genealogía, la historia, p. 7.
[7] Ídem.
[8] Nietzsche, F., Op. Cit., pp. 53-57.
[9] Foucault, M., Op. Cit., p. 11.
[10] Nietzsche,F., Aurora, parágrafo 49.
[11] Foucault, M., Las palabras y las cosas, passim.
[12] Nietzsche, F., La genealogía de la moral, p. 100.
[13] Nietzsche, F., “De los despreciadores del cuerpo” en Así habló Zaratustra.
[14] Foucault, M., El orden del discurso, pp. 68-75.
[15] Respecto a estos antagonismos ver: Foucault, M., “Diálogos sobre el poder” en Estética, ética y hermenéutica, pp. 65 y 66, “Verdad y poder” en Microfísica del poder, p. 190.
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