Walter Benjamin
✆ Carol Lantis |
Ariel Mayo | Walter Benjamin (1892-1940) vivió en carne propia una de las dos derrotas más importantes de la clase trabajadora en el siglo XX, la sufrida por los obreros alemanes frente al nazismo en 1933. También fue testigo privilegiado de la otra gran derrota, la propinada por el estalinismo a los obreros rusos y al partido bolchevique. La suya es la experiencia dual de la victoria y la derrota del socialismo; de ahí todo el dramatismo de su posición, porque Benjamin, a diferencia de testigos de procesos posteriores, sí conocía la fuerza y la capacidad de la clase obrera para lograr el triunfo.
Las Tesis sobre la
filosofía de la historia pueden ser leídas como el intento de de hacer un
balance de la experiencia revolucionaria del proletariado en las primeras
décadas del siglo XX y, sobre todo, de dar cuenta de su tremenda derrota. Es
imposible abordar en un solo artículo la multiplicidad de temas tratados en las
Tesis. En este caso, me limitaré a
examinar la Tesis IX.
La Tesis IX aborda el tema del conformismo de la socialdemocracia alemana, una de las causas de la derrota de 1933. El alcance de la crítica va más allá de Alemania, y se extiende a toda la izquierda, que suscribió casi siempre y en todas partes la idea que postula que hay progreso en la historia, que éste es inexorable y que se identifica con el progreso tecnológico.
Frases como “el futuro es nuestro”, “nadie puede detener la
primavera”, “el capitalismo está históricamente condenado”, y docenas de
variantes por el estilo, tienen en común la arraigada convicción de que hay
progreso en la historia, y que éste juega del lado de los oprimidos. No se
trata de un problema meramente filosófico. La cuestión es mucho más profunda y
está ligada directamente a la política concreta de los partidos revolucionarios.
Si los diagnósticos de la coyuntura están basados, en última instancia, en la
creencia en que la marcha de la historia rumbea inexorablemente hacia el
socialismo, se corre el riesgo de que los diagnósticos tomen esa creencia (y
los deseos subyacentes) por la realidad. La línea política, conformada en torno
a la idea de progreso, pierde realismo, se convierte en utópica en el peor
sentido, todo hecho se interpreta como un signo del triunfo próximo e
inevitable. También se pierden de vista las derrotas, mejor dicho, se las
reinterpreta como, a lo sumo, desvíos pasajeros en una marcha lineal hacia el
triunfo. En síntesis, la fe en el progreso va de la mano del triunfalismo.
Benjamin describe así la situación de la socialdemocracia
alemana:
“Nada ha corrompido tanto a los obreros alemanes como la opinión de que están nadando con la corriente.” (p. 118).
La convicción de “nadar con la corriente”, de caminar de la
mano del progreso, es fuente de conformismo:
“El conformismo, que desde el principio ha estado como en su casa en la socialdemocracia, no se apega sólo a su táctica política, sino además a sus concepciones económicas. Él es una de las causas del derrumbamiento ulterior.” (p. 118).
El reformismo en
la socialdemocracia alemana tuvo múltiples fuentes. Simplificando en extremo,
podemos decir que ya estuvo presente en la misma fundación del Partido Obrero
Social Demócrata de Alemania (POSDA), cuando se produjo la fusión de los grupos
lassalleano y eisenachiano (marxistas), a punto de obligar a Marx la redacción de
la Crítica del programa de Gotha. (2) Lassalle, con su insistencia en proponer
una política de colaboración con el Estado prusiano, fue el pionero de la
táctica reformista. Posteriormente, el desarrollo de la clase obrera (al calor
de la expansión económica) y el crecimiento de los sindicatos, promovieron la
lucha económica sindical. Por último, Eduard Bernstein (1850-1932) emprendió la
crítica reformista de la teoría marxista. El derrumbe político del POSDA en
1914, su apoyo a la guerra, fue el efecto de la acción combinada de una
política favorable a la colaboración con el Estado, de la lucha sindical
centrada en lo económico-corporativo, del revisionismo teórico del núcleo duro
del marxismo. Por supuesto, todas estas tendencias fueron combatidas por
algunos dirigentes y militantes, como Rosa Luxemburgo (1871-1919). Pero
marcaron el carácter general de la socialdemocracia alemana. El aplastamiento
de la insurrección espartaquista en 1919 y la impotencia para impedir el
triunfo del nazismo en 1933, muestran que se trató de una tendencia de largo
plazo.
Sin embargo, la crítica de Benjamin no se centra en el
momento político. Al referirse al conformismo, apunta a las concepciones más
generales de la socialdemocracia, a su interpretación del carácter del progreso
tecnológico. Este es el eje de la Tesis IX.
“El desarrollo técnico era para ellos [los socialdemócratas alemanes] la pendiente de la corriente a favor de la cual pensaban que nadaban.” (p. 118).
Detrás de la convicción de los socialistas alemanes se
encontraba la idea de que la Humanidad progresaba a lo largo de la historia. El
acento puesto en el progreso tecnológico no es otra cosa que un aspecto
particular de la Fe en el Progreso. Puesto que el progreso tecnológico se
expresa en el incremento de la productividad del trabajo, los socialistas
tendían a glorificar al trabajo. Así,
“no había más que un paso [desde el progreso tecnológico] hasta la ilusión de que el trabajo en la fábrica, situado en el impulso del progreso técnico, representa una ejecutoria política. La antigua moral protestante del trabajo celebra su resurrección secularizada entre los obreros alemanes.” (p. 118).
¿Cómo podían ir mal las cosas si los obreros eran la
quintaesencia de ese trabajo que hacía progresar a la Humanidad? El futuro era
de la socialdemocracia porque era el partido de la clase obrera. La oposición a
la socialdemocracia no expresaba únicamente intereses de clase, era algo mucho
más profundo que eso: se trataba de la oposición de la irracionalidad al
Progreso Humano. La simpatía hacia el positivismo de muchos militantes
socialistas se insertaba en el marco de estas concepciones.
La glorificación del trabajo, en las condiciones de la
economía capitalista, suponía separar el proceso meramente técnico del proceso
social del trabajo. (3). Dicho de otro modo: los socialdemócratas alemanes
separaban los procedimientos para incrementar la productividad del trabajo de
la propiedad privada y la explotación. Ponían el énfasis en el trabajo como
fuente de riqueza social y no en el trabajo como fuente de plusvalor. Benjamin
lo expresa con claridad:
“Este concepto vulgarizado de lo que es el trabajo no se pregunta con la calma necesaria por el efecto que su propio producto hace a los trabajadores en tanto no puedan disponer de él. Reconoce únicamente los progresos del dominio de la naturaleza, pero no quiere reconocer los retrocesos de la sociedad. Ostenta ya los rasgos tecnocráticos que encontraremos más tarde en el fascismo.” (p. 118) (4).
La adopción de una concepción tecnocrática del trabajo
deriva en una visión de la Naturaleza que es propia de la burguesía en ascenso:
“Un concepto de la Naturaleza que se distingue catastróficamente del de las utopías socialistas anteriores a 1848. El trabajo, tal y como ahora se lo entiende, desemboca en la explotación de la naturaleza que, con satisfacción ingenua, se opone a la explotación del proletariado.” (p. 119).
Las consecuencias políticas de esta concepción del progreso
y de trabajo son evidentes. En vez de combatir la explotación capitalista
mediante la abolición de la propiedad privada de los medios de producción,
muchos socialistas optaron por seguir el camino de fomentar el progreso
tecnológico, incrementar la productividad del trabajo y distribuir la riqueza
así generada de modo más equitativo. La Humanidad puede progresar de manera
pacífica. El socialismo será el fruto del progreso tecnológico y no de la lucha
de clases contra el capital.
Notas
1. Para la mejor comprensión del lector, transcribo el
párrafo completo: “El conformismo, que
desde el principio ha estado como en su casa en la socialdemocracia, no se
apega sólo a su táctica política, sino además a sus concepciones económicas. Él
es una de las causas del derrumbamiento ulterior. Nada ha corrompido tanto a
los obreros alemanes como la opinión de que están nadando con la corriente. El
desarrollo técnico era para ellos era para ellos la pendiente de la corriente a
favor de la cual pensaban que nadaban. Punto éste desde el que no había más que
un paso hasta la ilusión de que el trabajo en la fábrica, situado en el impulso
del progreso técnico, representa una ejecutoria política. La antigua moral
protestante del trabajo celebra su resurrección secularizada entre los obreros
alemanes.”
2. El POSDA fue el producto de un largo proceso de
unificación. A finales de la década de 1850, Ferdinand Lassalle (1825-1864)
logró reorganizar el movimiento obrero y fundó la Asociación General de Obreros
Alemanes. Si bien jugó un papel fundamental en la difusión de las ideas de Marx
en Alemania durante los años 50, Lassalle no era marxista y proponía la
colaboración con el gobierno prusiano para obtener reformas favorables a la
clase trabajadora. Los marxistas estuvieron representados por Wilhelm
Liebknecht (1826-1900) y August Bebel (1840-1913), quienes construyeron otra
organización obrera, fuerte sobre todo en Baviera. En el Congreso de Gotha se unificaron
los socialistas lassalleanos y los marxistas (conocidos como eisenachianos).
3. Ver al respecto el capítulo 5 (Proceso de trabajo y
proceso de valorización) del Libro Primero de El Capital de Marx.
4. Para comprender el sentido de la alusión de
Benjamin a los efectos del producto sobre el productor, resulta imprescindible
la lectura de “El trabajo alienado”,
fragmento de los Manuscritos
económico-filosóficos de 1844.
Nota bibliográfica: Para la redacción de este artículo utilicé la traducción española de J. Aguirre, R. Blatt y A. Mancini: Benjamin, Walter. (2002). “Tesis sobre la filosofía de la historia”. En: Benjamin, Walter. (2002). Ensayos. Madrid: Editora Nacional. (pp. 107-127).
Nota bibliográfica: Para la redacción de este artículo utilicé la traducción española de J. Aguirre, R. Blatt y A. Mancini: Benjamin, Walter. (2002). “Tesis sobre la filosofía de la historia”. En: Benjamin, Walter. (2002). Ensayos. Madrid: Editora Nacional. (pp. 107-127).
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