Apuntes para el aprendizaje y des-aprendizaje en la experiencia socialista cubanaGeydis Elena Fundora Nevot | Para dimensionar la obra y el pensamiento de Chávez, es pertinente comenzar por una reflexión que sirva como punto de partida: Pongámonos a pensar si nosotros, como sujetos históricos, tuviéramos el reto de transformar una sociedad víctima de años de dominación económica, política, cultural, por el capitalismo salvaje; que ha dejado como saldo histórico una sociedad desmemoriada, despolitizada, con poco sentido del momento histórico; fraccionada, atomizada, desagregada; altamente condicionada por los medios de comunicación y fácil de manipular; con vacíos educacionales acumulados; con notables brechas de equidad de género, étnico-raciales, territoriales, de estratos sociales, con una notable exclusión social; a la que le han arrebatado la dignidad; con una tendencia cultural pro-norteamericana; con una cultura de desorganización social, poca sistematización, improvisación y sedentarismo; con hiperconsumismo; con concepciones de pseudolibertad; una sociedad con una cultura instalada del miedo y la inseguridad; con una trasmisión intergeneracional de valores contrarios a la Revolución como la corrupción, el individualismo, la realización material por encima de la espiritual, el clientelismo político, la deslealtad, la traición; y con una desconexión del plano internacional. Si tuviéramos el reto de convertir esta sociedad en una revolución, pero no una cualquiera, sino en una Revolución Bolivariana, ¿qué haríamos…?
Es desde este punto de partida (realidad imperante hasta
1998), que debe valorarse a Chávez, no solo como líder, sino también como
movimiento, como proceso, como pueblo, como sujeto histórico; pues retomando el
legado chavista: «Lo importante no es un
hombre, es que la idea revolucionaria prenda en el pueblo, en los jóvenes, en
los hombres, en las mujeres, en todo el colectivo. Un hombre no es
indispensable» (Chávez, 2003c, p.216).
Hay varias cualidades que facilitan que Chávez como líder pueda asumir semejante desafío
A tres años de comenzar mi carrera universitaria, descubrí
una de las esencias imprescindibles para mi desarrollo personal y profesional.
Esta era un concepto que se convertiría en una herramienta para el diálogo
activo con las ideas de otros y otras que como yo, senti/piensan que un mundo
mejor sí es posible: la imaginación sociológica. De la corriente de la
Sociología crítica, específicamente de Charles Wright Mills, me llegó esta
enseñanza, a través de la influencia de mi profesora Dr. Teresa Muñoz, con la
asignatura Historia y Crítica del Pensamiento Sociológico.
«Una revolución es un invento. Nada está escrito cuando llega una revolución, todo está por hacer» (Chávez, 2006, p.73).
En diálogo con un intelectual y político latinoamericano,
Carlos Vila, en la presentación de su libro «Política y Desarrollo» en la sede
de FLACSO-Cuba, en el marco de la última Feria Internacional del Libro,
debatíamos si en la política había espacio para la improvisación efectiva y
eficaz. Y me venía una y mil veces a la cabeza, la fascinante locura, el maravilloso
ingenio, la ilimitada imaginación de uno de los intelectuales orgánicos más
fabulosos de un siglo, donde la lucha por la emancipación humana y en contra de
la dominación, ha alcanzado probablemente los niveles más tensos en la historia
de la humanidad. Y es que ante el reto de la sociedad que Chávez hereda para
crear el Socialismo del siglo XXI, solo es posible plantearse una estrategia de
cambio desde la máxima guevariana: «Seamos realistas, soñemos lo imposible».
«Cuando ideas y principios se vuelven hechos»: Algunas dimensiones socio transformadoras de la obra chavista en la Revolución Bolivariana
Formas sugerentes de relacionarse en la política
Chávez construye una imagen de político que rompe patrones
tradicionales que crean distanciamiento y diferencias de poder respecto a otros
actores sociales. La distancia en la comunicación, el sentido de superioridad,
la hipercorrección y la deshumanización son cambiados por una figura pública
alegre, humana, con virtudes y defectos, responsable de éxitos y fracasos, que
conversa, abraza, llora, escucha, regaña y ríe con presidentes, ministros,
pueblo. Ello marca una ruptura en los patrones de relaciones políticas,
comunicacionales y de trabajo, que es reconocido y admirado por la juventud del
siglo XXI.
La mística y la historia en la Revolución
«¿Cuáles serían las condiciones necesarias, esenciales, para que un grupo humano pueda ser considerado un pueblo? Al menos dos condiciones esenciales: una de ellas es que ese conglomerado tenga y comparta glorias pasadas, que comparta las glorias de su pasado, conociéndolas, teniendo conciencia de dónde vienen. La otra es que no se quede de espaldas, mirando hacia el pasado, sino que contempla su historia con una especie de visión jánica, como aquel dios Jano de la mitología, que tenía dos caras: una mirando al pasado y otra mirando al futuro» (Chávez, 2003a: p.265).
Como hace tiempo viene proponiendo la izquierda
latinoamericana, fundamentalmente los movimientos sociales, en el proceso
venezolano se rescata y se potencia la mística revolucionaria. El nombre del
país (República Bolivariana de Venezuela), el nombre de la Revolución
(Revolución Bolivariana), el nombre del proyecto emancipatorio (Socialismo del
siglo XXI), el realce de la bandera nacional con la incorporación de la octava
estrella, los símbolos, los colores, (principalmente el rojo), el brazalete y
la gorra tricolor, la recuperación del Himno Nacional, los Himnos regionales,
el Himno de los Bravos de Apure y la creación del Himno del PSUV, los actos de
abanderamiento que reviven sucesos históricos como la Batalla de Carabobo, la
Campaña Admirable, la Tropa Bicentenaria, entre otros, son hechos que llenan de
misticismo el proceso revolucionario, trabajando en el ámbito racional y
emocional del sujeto histórico.
De esta forma, se reivindica la historia, para recuperar
valores como el patriotismo y para dignificar al sujeto popular. Retomar a
Bolívar, Zamora, Simón Rodríguez, Negra Hipólita, Guaicaipuro, Francisco de
Miranda, entre otros, es una forma de fortalecer a las clases populares
tradicionalmente marginadas, a partir del reconocimiento como figuras
históricas relevantes de negros, mestizos, pueblos originarios, campesinos y
mujeres. También hay una recuperación de la identidad cultural en sus
diferentes manifestaciones como las cosmovisiones, las lenguas, las
manifestaciones artísticas, las prácticas de trabajo y otras formas de
producción y reproducción de la vida.
«Hay que insistir, hasta el cansancio, en la necesidad de fortalecer nuestra conciencia histórica, porque lo que hemos sido es decisivo para una comprensión justa de lo que somos y de lo que queremos ser» (Chávez, 2008, p.29).
El Poder Popular: saber participar, querer participar, poder
participar
«El poder para nosotros es sólo un instrumento para hacer justicia y, además, un instrumento para redistribuirlo y cada día transferirle mayores cuotas de poder político, económico, al pueblo, a la mayoría, a la nación» (Chávez, 2009c, p.75).
Esta visibilización y activación del sujeto pueblo en el
imaginario popular, crea condiciones psico-sociales para promover una
participación protagónica en la vida cotidiana, en la gestión y transformación
de su realidad, tanto en las estructuras del viejo Estado burgués, como en el
que se pretende construir. En función de este objetivo, se impulsan procesos
que sientan las bases para la participación masiva como el diseño, discusión y
aprobación de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, las
Leyes del Poder Popular, la creación de las bases del Estado comunal (consejos
comunales y comunas), el impulso de proyectos socio-productivos (cooperativos y
de propiedad comunitaria), los Proyectos de transformación Integral del
Hábitat, la creación de la Escuela para el Fortalecimiento del Poder Popular y
los Núcleos de Formación del Poder Popular, entre otros.
«La comuna debe ser el espacio sobre el cual vamos a parir el socialismo. El socialismo desde donde tiene que surgir es desde las bases, no se decreta esto; hay que crearlo. Es una creación popular, de las masas, de la nación» (Chávez, 2009ª, p.21).
Todo ello propicia una nueva estructura organizacional con
un novedoso funcionamiento social y político. También se crea una nueva
institucionalidad y se recrea parte de la vieja, en adaptación paulatina a los cambios
contextuales.
Chávez le concedía una gran importancia a los nombres de las
cosas, por el papel que tiene este hecho en la apropiación de la realidad. Los
Ministerios pasaron a ser, tanto en la ley como en el discurso público,
«Ministerios del Poder Popular», en función de crear una conciencia de
empoderamiento popular y dinamitar el pensamiento elitista de algunos
funcionarios públicos y otros grupos de poder económico. También, la creación
de entes ministeriales que atendieran directamente a grupos vulnerables y a los
nuevos espacios del poder popular, fue un paso revolucionario en función de la
equidad social y la socialización del poder. Ejemplo de ello son el Ministerio
del Poder Popular para la Mujer, el Ministerio del Poder Popular para los
Pueblos Indígenas y el Ministerio del Poder Popular para las Comunas.
Otro suceso novedoso que sentó bases para una participación
inclusiva en el proyecto, garantizando la unidad en la diversidad, es la
creación del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y del Gran Polo Patriótico
(GPP). Si bien, desde sus inicios, se identifican numerosas debilidades
resultantes de factores históricos, políticos, económicos y culturales (luchas
de poder, corrupción, reproducción del clientelismo político, inestabilidad en
la coherencia entre discurso y praxis, vulnerabilidad en los principios y la
conciencia política, traición o «salto de talanquera», penetración de actores
adversarios y enemigos dentro de las organizaciones, funcionamiento activo en
coyunturas electorales, separación en el imaginario de la sociedad civil y la
política, no asumirse como movimiento social de múltiple identidad política,
económica y social), han desempeñado un papel histórico significativo en los
marcos de la democracia burguesa con los procesos electorales, en el incremento
de la participación política de base popular, y la emergencia de líderes en las
comunidades.
Proyectos de vida y Proyectos de Patria
«Un proyecto nacional no se puede hacer encerrado en un cuarto, a él tenemos que amasarlo como al barro para hacer los bloques de arcilla. Eso le corresponde a toda la nación y la nación somos todos nosotros» (Chávez, 2003c, p.214).
Esta forma paulatina de impulsar la participación popular de
base, con involucramiento de la familia y otras redes sociales, va fortaleciendo
un entramado social que sustenta la propuesta de construcción del Socialismo
del Siglo XXI, materializado en diferentes planes. Entre ellos, el Plan
Nacional Simón Bolívar 2007-2013 (con una orientación al impulso de la Ética
Socialista, la Democracia participativa y protagónica, la Suprema Felicidad
Social, la Geopolítica nacional e internacional y la Venezuela potencia
energética) y el Plan de la Patria 2013-2019 (con objetivos históricos y
estratégicos que tienen como centro la Independencia y la Soberanía, el
Socialismo del siglo XXI, la Venezuela potencia mundial, la Geopolítica y la
Preservación de la especie humana).
Las misiones sociales: saldar deudas históricas
«El aspecto esencial de la Revolución es lo social, es la transformación social, la justicia social; y eso se logra a través de la lucha y el trabajo social, la organización social» (Chávez, 2003b, p.7).
Otro elemento importante que confluye con la obra de otras
revoluciones es el impulso de transformaciones sociales para saldar «la deuda
histórica con grupos marginados», acortando las brechas de desigualdad social
mediante el acceso masivo a la educación, la salud, la cultura, la seguridad
social, el empleo, la vivienda, la recreación, el deporte, entre otras
necesidades para el desarrollo humano, con una combinación de
universalización-focalización en la política social.
« ¿Cuánto tiempo nos ocupará crear las condiciones de vida socialista? Y respondo sin duda de ningún tipo: se nos irá toda la vida en esta tarea sublime. Sin embargo, aprecio como una necesidad impostergable ir haciendo coincidir las acciones con los horizontes marcados por el tiempo humano, este que nos ha tocado vivir. Distinguir lo urgente de lo necesario para ir dándole sentido al destino socialista. No nos podemos permitir demoras en este empeño, juntos debemos apurar los cambios y tener siempre presente que las conquistas que nuestro pueblo exige no aguantan más postergaciones» (Chávez, 2010, p.171-172).
Ante los obstáculos de la vieja institucionalidad y la dimensión
temporal de las estructuras sociales establecidas para el fomento del cambio
social, se crean las misiones, en busca de la respuesta rápida, no
burocratizada, adaptable a las coyunturas y al tiempo histórico de la
Revolución. De ahí que se impulsen las Misiones sociales como Identidad, Barrio
Adentro Salud, Barrio Adentro deporte, Robinson, Rivas, Sucre, Cultura corazón
adentro, Guaicaipuro, José Gregorio Hernández, Negra Hipólita, Guacaipuro, Gran
Misión Vivienda Venezuela, En Amor Mayor, Hijos de Venezuela, Madres del
Barrio, Saber y Trabajo, Agrovenezuela, entre otras. Los beneficiarios de
misiones y aquellos que realizan el acompañamiento político, se conforman en
comités para seguir fortaleciendo el tejido social y el poder popular, en
función de la transformación del contexto comunitario que siente las bases para
el Estado comunal.
«Las misiones son un ejemplo elocuente de lo mucho que puede hacerse cuando existe voluntad política, cuando existe decisión política de un gobierno para trabajar junto al pueblo y por el pueblo» (Chávez, 2009c, p.85).
La economía social: una arista del nuevo modelo productivo y distributivo
«Una economía que esté o un modelo económico que esté desarraigado, descontextualizado de lo político y lo social, realmente no es economía» (Chávez, 2009b, p.45).
El fomento de la economía social como modelo productivo y
distributivo con valores socialistas es otro hecho significativo del proceso.
El sentido de la responsabilidad social y el compromiso con la transformación
comunitaria de grandes empresas como PDVSA y el METRO, entre otras, la creación
de empresas de propiedad social y el fomento de cooperativas, rompe la forma
tradicional de distribución de la riqueza que potenciaba la diferenciación
social. Ello responde también al rescate del concepto bolivariano de la Suprema
Felicidad Social, ya que la realización de cada ciudadano es importante para la
realización del otro y de la sociedad en su conjunto.
El feminismo en la Revolución Bolivariana
«Soy un convencido de que un auténtico socialista debe ser también un auténtico feminista» (Chávez, 2010, p.68).
La visibilización de las inequidades de género, con la
promoción y legitimación de una corriente feminista acorde al contexto
venezolano, es otro de los elementos relevantes de Chávez en la Revolución. La
incorporación de un lenguaje con perspectiva de género en el discurso público;
la creación de un Ministerio del Poder Popular para la Mujer, el lanzamiento de
misiones que las coloca como principales beneficiarias atendiendo a problemas
como la maternidad adolescente y la jefatura de hogar femenino con reproducción
de la pobreza; la incorporación a las misiones; el financiamiento de proyectos
socio productivos comunitarios donde estas son protagonistas garantizando la
independencia económica; la incorporación de la mujer en esferas de poder en
múltiples espacios y escalas; demuestran una Revolución Feminista dentro de la
Revolución sin precedentes históricos. Esta «Revolución Bonita», como la
nombraba Chávez, es un acumulado que promueve cambios en las dinámicas
familiares y en el funcionamiento de la sociedad en general, acortando las
brechas de género e influyendo en la paulatina transformación de la cultura
patriarcal, muy arraigada en la sociedad venezolana.
La juventud en la Revolución Bolivariana
«La juventud tiene que inventar, tiene que jugar un papel en la Revolución, su papel para inventar el socialismo del siglo XXI» (Chávez, 2005, p.84).
Otro grupo que en el contexto internacional actual está en
desventaja es la juventud, afectada por el desempleo, el acceso a la educación,
a condiciones dignas de vida, a las estructuras de poder, etc. En la Revolución
Bolivariana, impulsada por Chávez, el sector poblacional juvenil se revoluciona
con la concepción del Ministerio del Poder Popular para la Juventud y la
ubicación de jóvenes talentosos en los distintos cargos de los Ministerios,
subvirtiendo el estereotipo tradicional del político. Chávez va creando una
juventud de vanguardia que, lejos de estar condicionada y moldeada por formas
tradicionales de hacer y pensar la política, la arma de herramientas necesarias
para poner toda la creatividad, la irreverencia, la rebeldía y el ingenio
juvenil en función de la construcción del proyecto bolivariano. Con la creación
de instrumentos de vanguardia política como la Juventud del Partido Socialista
Unido de Venezuela y el Frente Francisco de Miranda, se van desarrollando
generaciones de jóvenes que, desde el trabajo cotidiano a diferentes niveles en
las esferas económica, política, social, cultural, recreacional, deportiva, se
perciben como sujetos activos en los procesos de transformación. Ello, sin
desconocer el reto de incorporar sectores juveniles, principalmente
universitarios de clase media que, enajenadamente, secundan acciones de oposición
lideradas por la clase alta.
Desarrollo con sostenibilidad ambiental
Otro elemento importante en el pensamiento y la acción de
Chávez es la dimensión ambientalista. Legitimando en su status de presidente,
como pocas veces en la historia, la voz de los movimientos sociales, se hace
eco de la universalmente conocida frase «no cambiemos el clima, cambiemos el
sistema». Esta es la esencia política del pensamiento ambientalista chavista:
ir a las causas profundas de las cosas, con un enfoque relacional del problema,
politizando un debate que los centros de poder mundial abordan superficial y
fragmentadamente. No por gusto, el quinto objetivo histórico del Plan de la
Patria, como meta trascendental, es la preservación de la especie humana con
una propuesta de acciones estratégicas sustentadas en varias bases, entre ellas
la base popular del Movimiento Ecológico Venezolano (aún con necesidad de
profundizarse).
Los movimientos sociales
Con una concepción clara de la socialización del poder para
alcanzar el Buen Vivir, Chávez se responsabiliza de crear un vasto y
heterogéneo entramado social: al interior de Venezuela, con la organización de
la sociedad socio-política en comités, familias beneficiarias, movimientos
sociales, espacios comunales, bases de patrulla, salas de batalla social; y
fuera del territorio venezolano, con el apoyo incondicional a los movimientos
sociales emancipatorios, dándoles espacio incluso dentro de un mecanismo de
integración como el ALBA. Ello evidencia su esfuerzo por ir dinamitando las
actuales formas de organización política en la lógica de la democracia burguesa
e ir recreando el sujeto popular revolucionario.
Territorio y espacio en el desarrollo
La dimensión espacial del desarrollo es otro elemento
relevante con la propuesta de una transformación en la Geopolítica Nacional e
internacional. Al interior del país, la concepción de ejes de desarrollo
endógeno y redes territoriales con motores de desarrollo que garanticen la
equidad territorial. A nivel internacional, el impulso de esquemas de
integración antihegemónicos, que sustentan el proyecto de un mundo multipolar
como UNASUR, ALBA, CELAC, PETROCARIBE y la posición política que fija Chávez,
los gobiernos de izquierda y los esquemas de integración en las sesiones de la
ONU, la Comisión de Derechos Humanos y la Cumbre de Copenhague.
Lo cívico y lo militar: fronteras con líneas discontinuas
La unión cívico militar como forma de gobierno es un
aprendizaje de algunas revoluciones latinoamericanas, entre ellas la cubana,
que también puso en práctica el líder Hugo Chávez. Desde la simbología en la
forma de vestir, con el pullover rojo abajo, pegado al corazón, expresión del
pueblo bolivariano, insurrecto y revolucionario, y el uniforme verde olivo
encima, como una alianza estratégica para la unión, la soberanía y la
preservación de la seguridad de la Patria, hasta la presencia en el discurso
público de su amor y su servicio a disposición del pueblo y el Ejército que
también es popular; son expresiones de la relación dialéctica entre lo civil y
lo militar, estrategia clave ante la dominación en su expresión militar y la
enseñanza histórica tras los sucesos del 2002.
Subvertir la poderosa dictadura mediática trasnacional
Otra arista relevante son las acciones en función de la
emancipación comunicacional. Uno de los graffitis de los espacios públicos
venezolanos plantea: «Las paredes dejarán de hablar cuando los medios dejen de
mentir» y es que el sistema de dominación múltiple, planificado por las élites
de poder internacional, tiene como una trinchera de combate especial el ámbito
mediático. En el caso venezolano, existe una heterogeneidad de televisoras,
radioemisoras y prensa plana; tanto nacionales, regionales y locales, con el
liderazgo de emporios comunicacionales como Globovisión, entre otros, a lo que
se añade las matrices que se divulgan en las redes sociales, que
permanentemente difunden un punto de vista de la realidad y crean determinados
valores, percepciones, estados de ánimo, desconociendo y deslegitimando otras
concepciones, otras miradas y otros hechos que reflejan los avances de la
Revolución Bolivariana, a la vez que son actores claves en el diseño de
contextos de ingobernabilidad y golpes de estado y las matrices que generan en
las redes sociales.
Este hecho impone el desafío de desarrollar la comunicación
alternativa. De ahí todas las acciones que se impulsan al interior del país
como la estrategia de guerrilla comunicacional; las radios y periódicos
comunitarios; la creación de una red de comunicadores de calle que se
materializa, luego de su muerte, en el Sistema Bolivariano de Comunicación e
Información; la ley de responsabilidad social de los medios; la penetración en
los grandes medios de programas con un enfoque alternativo; el reimpulso de
Venezolana de Televisión y otros canales con programas que rompen los patrones
comunicacionales líder-pueblo como «Aló Presidente» con su diálogo directo; y
en el ámbito internacional, la creación de Telesur y Radio del Sur. Sin
embargo, no se desconoce que la comunicación masiva sigue siendo uno de los
talones de Aquiles de este proceso.
Aprendizajes y des-aprendizajes para las estrategias de emancipación nuestroamericanas
Ni el tiempo, ni el espacio son suficientes para
sistematizar con profundidad e integralidad todas las aristas de desarrollo del
proyecto revolucionario venezolano impulsado por Chávez. No obstante, hay
elementos claves para la reflexión, desde una dimensión sociológica, sobre los
retos que tienen hoy las revoluciones latinoamericanas para construir un
socialismo nuestroamericano en el contexto del siglo actual. Los elementos que
se retoman no se enfocan en la evolución histórica del pensamiento chavista;
sino en el resultado de las concepciones más avanzadas a partir de las propias
experiencias vividas en el proceso.
La naturaleza es un actor protagónico en nuestras sociedades
que no conoce de justicia social, de igualdad, de equidad, y que siempre está
ahí, en el territorio donde viven los seres humanos que impulsan un proyecto
social, condicionando positiva o negativamente todos los procesos sociales a
partir de las formas en nos apropiamos de los espacios. Por eso, si asumimos el
legado chavista, es importante saber escuchar y ver lo que nos dice el
territorio, conocer las fortalezas y debilidades territoriales con las que
contamos, donde también se incluyen los seres humanos. Ello permite que los
proyectos de transformación sean concretos, sostenibles, viables porque al
planificar y gestionar, se parte del reconocimiento de factores que trascienden
la voluntad humana. «Una revolución no puede serlo realmente si no enfoca el
problema geográfico y de la distribución del poder político, económico, social,
militar, sobre su espacio» (Chávez, 2007, p.32).
Desde este punto de partida, Chávez nos induce a repensar
las estructuras sociales y políticas heredadas y las que se quieren construir,
así como su convivencia en los períodos de transición. Las cuotas de poder
político y económico que se redistribuyen entre ambos tipos de sistemas
estructurales (el tradicional burgués y el comunal, cada uno con su forma de
división político- administrativa, las instituciones, las leyes y el ejercicio
de la democracia); la inclusión de actores revolucionarios en estructuras
conservadoras y viceversa con la intención de subvertir los sentidos de
organización para la producción y reproducción de la vida, a la vez que se
corre el riesgo de lo contrario por la fuerza de la costumbre y de lo
legitimado por la mayoría del mundo, heredados del capital cultural familiar,
comunitario y nacional; la representación y la legitimación social que
reproducen los medios de comunicación y la vida cotidiana de uno u otro
sistema; los desequilibrios de poder y la claridad de principios, a raíz de
cambios coyunturales ajenos al proyecto y de los que propiamente se impulsan
con la intencionalidad de perfeccionar y consolidar la Revolución que a veces
desorientan a los individuos, son de los desafíos que ha planteado la
Revolución Bolivariana y cuya solución depende, entre otros factores, del
contexto histórico, de los niveles de legitimación del líder, de la madurez del
sujeto histórico y el proceso revolucionario, de la esencia del proyecto, de la
naturaleza de los adversarios y enemigos.
Una de las expresiones de estos desafíos que se relaciona
con la vieja institucionalidad, heredada por la toma del poder por la vía
electoral y no por las armas, ha devenido en varias ocasiones freno para la
transformación social. La clase burócrata y el propio diseño de la burocracia;
la concepción del trabajo desde los horarios, la integración al sistema, la
articulación con otras instituciones y organizaciones públicas, hasta la forma
de relación con la población; las formas de participación que se facilitan en
el diseño, gestión y evaluación de acciones; los valores que promueve, etc.,
han obstaculizado la implementación de políticas sociales, el empoderamiento
popular, el diálogo con el pueblo, la participación protagónica y la
eliminación de vicios como la explotación, la segregación, el clientelismo, el
nepotismo, entre otros.
La distinción entre adversario y enemigo para promover un
proyecto más inclusivo desde el imaginario popular es otro elemento interesante
del proceso bolivariano. Es importante, como sugiere el legado martiano
distinguir entre dos tipos de hombres; los que aman y construyen, y los que
odian y destruyen. Este hecho, lleva a un Chávez más maduro políticamente, a velar
por el equilibrio en el discurso público del uso de la simbología del grupo
vanguardista y el resto que participa activamente en determinadas coyunturas, y
al que hay que dejarle un espacio para evitar un proyecto sectario; a cuidar de
la jerarquización que establecen los seres humanos como estrategia de
distinción social para diferenciar los más radicales y los que no lo son, a fin
de justificar la distribución del poder y el protagonismo, evitando la
exclusión. Sin embargo, también hay que desarrollar la perspicacia para
identificar al enemigo de discurso camuflado que, aprovechando la proyección de
inclusión, se trace como estrategia penetrar la vanguardia y los principales
espacios de poder para crear disuasión, discordia, desunión y confusión.
La cultura popular venezolana se ha edificado sobre una gran
estratificación social, y así de diversos son los intereses y los pseudo
intereses de clases y pseudo clases, víctimas de la enajenación cultural y
política. Esta distinción entre adversario y enemigo es indispensable para
sostener el crecimiento de la base popular y social de la Revolución. Chávez
trataba de promover el debate constructivo entre personas afines al proyecto y
personas adversas que proponían fórmulas para el desarrollo de la nación, y este
es un diálogo legítimo que desestigmatiza al «escuálido» con intereses
nacionales, aunque no sea revolucionario, y lo separa (como un golpe moral al
enemigo) de aquellos contrarrevolucionarios que favorecen los intereses
internacionales contrarios al proyecto emancipatorio. Además, Chávez
consideraba que estas contradicciones promovían mejores propuestas para el
desarrollo.
Para Chávez es imprescindible fomentar al sujeto popular
como un actor social básico de la Revolución. No se limita al estilo del marxismo
clásico, que responde a otro momento histórico, en la clase obrera; aunque para
nada se aleja de la concepción de la lucha de clases. En la Revolución
Bolivariana, se recrea la lucha de clases con la identificación de una clase
revolucionaria compuesta por actores sociales heterogéneos, tanto individuales
como colectivos, expresión de la diversidad del pueblo venezolano y de las
nuevas formas de asociación y organización de la vida social y política
comunitaria; aglutinada en torno a un proyecto que acepta y legitima la
pluralidad de formas económicas, sociales, políticas, culturales, legales,
basado en la lógica de la complementariedad y la reciprocidad; en función
principalmente del desarrollo humano, el desarrollo nacional y regional en
armonía con la naturaleza.
Aunque la Revolución Bolivariana tiene aún el reto de
subvertir la cultura de la impunidad ante lo ilegal, es necesario reconocer en
materia de regulaciones lo que avanzó el proyecto para seguir expandiendo el
nuevo constitucionalismo latinoamericano y la legislación de base popular. Las
leyes del Poder Popular expresan una voluntad política fuerte para una
verdadera socialización del poder, a través de la construcción de la
organización comunal. Desde el proceso de diseño, discusión y aprobación de las
leyes, las formas de socialización del contenido con la impresión y
distribución gratuita de ejemplares en cada consejo comunal y los cursos
promovidos por la Escuela para el Fortalecimiento del Poder Popular, así como
el acompañamiento en la implementación de las leyes por promotores del Poder
Popular, activistas integrales de la EFPP, estructuras de las SBS, el FFM, dan
elementos para pensar estrategias sobre cómo empoderar a la población para la
gestión real de sus condiciones de desarrollo; sustituyendo paulatinamente la
cultura del asistencialismo, de la dependencia, de la representación, de la
mediación de conflictos por actores externos; y promover las capacidades
cognitivas para la iniciativa popular, para la participación directa.
La legitimación real del saber popular, de las cosmovisiones
originarias para un diálogo horizontal con el saber científico, es otra forma
de crear verdaderas condiciones para que los sujetos populares se perciban como
individuos con capacidad para participar en la trasformación de la realidad en
sus múltiples dimensiones. «El pueblo no es el músculo de una inteligencia que
es ajena a él; el pueblo es músculo e inteligencia de la emancipación; es él
quien le está dando cuerpo al socialismo. En esta sagrada misión su perpetuidad
es indiscutible» (Chávez, 2010, p.256).
La socialización política en su concepción más amplia, tanto
desde la construcción colectiva y activa de conocimientos, valores, principios,
métodos y formas de participación, aprovechando espacios como la familia, la
comunidad, la escuela, los medios de comunicación, entre otros, se visualiza
como un proceso clave para que los sujetos se apropien del proceso de
transformaciones y lo materialicen, en la medida en que hacen converger las
condiciones, los objetivos, la dimensión espacio-temporal de sus proyectos de
vida individuales con los familiares, los comunitarios y los del país en
general. En ello también influye la voluntad política y la base económica para
la transformación simultánea de las condiciones materiales de vida y la
transformación subjetiva.
Por sus orígenes, la Sociología surge como ciencia
conservadora que legitima el orden social establecido en la época de las
revoluciones europeas; sin embargo, el cambio como objeto de interés científico
fue encontrando su espacio en las comunidades científicas sociológicas,
resultado del impacto que el contexto socio-histórico tuvo en las formas de
pensar de distintos exponentes de esta ciencia. En el pensamiento y la obra de
Chávez esta relación no se expresa desde la dicotomía. Sin embargo, la propia
naturaleza del suceso revolucionario, hace que tanto en el discurso como en la
práctica prepondere el cambio social, desde una perspectiva compleja. «Asumamos
con coraje y con valentía la tarea de darle cauce a la revolución venezolana de
este tiempo o la revolución nos pasa por encima. Tenemos dos alternativas, son
dos opciones que tenemos: o le damos cauce a esa fuerza o esa fuerza nos pasa
por encima» (Chávez, 2003c, p.17).
La Revolución Bolivariana, como la cubana, ha materializado
el pensamiento de que «Cuando lo extraordinario se convierte en cotidiano, hay
Revolución». Sin embargo, el peligro de la naturalización de los derechos y los
logros sociales, con la acción de manipulación de grupos de oposición que,
usando los medios de comunicación, los líderes de opinión y las redes sociales,
instan al hipercriticismo y la inconformidad con algunos fragmentos de la
realidad, desvirtuando la atención en el avance del proyecto integral, hacen
que los sujetos cuestionen lo cotidiano y quieran subvertir el nuevo orden, sin
problematizar la relación con los efectos en sus condiciones actuales de vida.
Este suceso ha llegado de forma precipitada a la Revolución
Bolivariana en comparación con otras Revoluciones, dejando como reto que
Chávez, y actualmente Maduro, con los dirigentes políticos a diferentes
escalas, permanentemente hayan estado reinventando la Revolución, como
estrategia de compromiso y motivación a la población, además del propio
carácter experimental del socialismo del siglo XXI.
La Revolución es concebida como un proceso permanente de
transformaciones, donde el cambio de condiciones, tanto emergente, como
planificado, se visualiza como oportunidad para avanzar en la emancipación del
ser humano. Las transformaciones se orientan a diferentes escalas (nacional,
regional, local, comunitaria, familiar) y protagonizadas por múltiples actores
(Estado, empresas, partidos, movimientos, familias, promotores, líderes
políticos, cooperativas) que refuerzan el ideal de democracia participativa y
protagónica. De esta forma, la responsabilidad del éxito o el fracaso de las
transformaciones recae en toda la sociedad, aunque en muchas ocasiones los
medios de comunicación (facilitado la idiosincrasia) tienden a crear matrices
de culpabilidad de otros y victimización propia.
La permanente creación y renovación de consejos comunales y
comunas; la inauguración de proyectos socio-productivos, cooperativas, empresas
de producción socialistas; el lanzamiento de nuevas misiones y el
redimensionamiento de las existentes adaptadas a los nuevos problemas sociales;
los procesos electorales; las ferias; las ofensivas económicas, o para la
promoción de la paz, culturales, deportivas, etc.; sustentados en una base
material amplia; son acciones que dinamizan el proyecto. Para Chávez, la
unidad, el equilibrio social, la gobernabilidad, la paz, la felicidad social,
la estabilidad política, son hechos contingentes; de ahí la necesidad del
protagonismo del sujeto revolucionario para aprovechar las circunstancias a
favor del proceso bolivariano.
« (…) para lograr la mayor eficiencia en la transición política, económica, social, y en el combate a tantos males, el protagonismo del Poder Popular (…) Darle poder al pueblo. Sólo el pueblo salva al pueblo, pero necesita poder, un pueblo con poder, con poder político, poder de conciencia; el poder del conocimiento, el poder que da la técnica, los recursos, los materiales, las finanzas (…)» (Chávez, 2012, p.9).
Este sujeto debe tener una elevada preparación política,
creatividad e ingenio; una cultura integral; un alto nivel de convencimiento y
compromiso con la Revolución Bolivariana; el cultivo de valores socialistas; y
herramientas necesarias para la labor del convencimiento; para «enamorar» del proyecto
emancipatorio a otros individuos, haciéndoles tomar conciencia del hecho
revolucionario en la vida presente, y a la vez proyectar el futuro de la
Revolución humanizada y real, entrelazado con los proyectos particulares de
vida.
«El socialismo se construye con teoría socialista y con proyecto socialista, y por ese rumbo vamos a continuar transitando, consolidando, echando nuevas bases, construyendo nuevas estructuras, renovando (…) Se impone una renovación en el proyecto socialista, renovándolo, aireándolo, fortaleciéndolo, autocriticándolo, corrigiendo (…), pero llamo a todos a ser correctores» (Chávez, 2012, p.10).
Geydis Elena Fundora Nevot (La
Habana, 1986), es Licenciada en Sociología. Máster en Desarrollo social.
Profesora e investigadora en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(FLACSO-Cuba). Trabaja en proyectos de investigación sobre estrategias de
desarrollo en Cuba y América Latina; así como La producción de desigualdades y
las políticas de equidad
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