Esteban Mercatante
En las últimas semanas la alarma por la posibilidad de que
se imponga el Brexit el próximo jueves 23 fue creciendo en los círculos de
poder londinenses, como lo refleja la prensa internacional. No es para menos,
ya que de imponerse esta alternativa –que se viene desinflando después del
asesinato de la diputada Jo Cox cuando participaba de un acto contra el Brexit–
significaría un duro golpe para las bases del poder imperialista de la corona,
estrechamente asociadas al rol de mediador en las finanzas globales. Rol que
depende en una medida no menor de la peculiar posición que tiene Gran Bretaña
dentro de la UE.
En Ideas de
Izquierda de mayo discutimos el libro The
City. Londres y el poder global de las finanzas, que estudia el rol de la
plaza financiera londinense en el capitalismo global. Este trabajo muestra cómo
la Corona británica logró sacar provecho de las fortalezas relativas
(históricas, geográficas y geopolíticas) de la plaza financiera londinense para
convertirla, desde los años ‘80, en la base de una renovación del poderío
británico. El reférendum que va a celebrarse el próximo 23 de junio, podría
asestar un duro golpe a las condiciones que le han permitido jugar ese papel.
De ahí se explica la creciente alarma en los círculos dominantes británicos
ante el crecimiento que venía mostrando la intención de voto contra la permanencia
durante las últimas semanas.
Norfield demuestra en su libro que Gran Bretaña sigue
jugando un rol clave como potencia imperialista global, y que puede hacerlo por
las fortalezas de su sector financiero. Gran Bretaña ocupa el segundo lugar por
la importancia de su sector financiero a nivel mundial, detrás de los EE. UU.,
mientras que en algunas áreas se ubica al tope del ranking, como es el caso de
las transacciones de cambio de moneda. Cuenta con 6 instituciones financieras
entre las mayores 50, contra 10 que tiene EE. UU. El protagonismo mundial de su
sector financiero se refleja también en el peso que muestra en su economía: los
activos bancarios representan 4 veces el tamaño del Producto Interno Bruto de
Gran Bretaña, el ratio más elevado en el mundo después de los de Suiza y
Luxemburgo. El primer puesto ocupado por Gran Bretaña en lo que hace a activos
y depósitos bancarios internacionales, así como en lo que hace a transacciones
de compra-venta de monedas, se realzan aún más teniendo en cuenta que su moneda
nacional está lejos de ser dominante de las transacciones mundiales (la libra
es ampliamente superada por el dólar, el euro y el yen).
La posición que tiene Gran Bretaña como parte de la UE, pero
no de la Eurozona, fue para Norfield una de las claves para mantener el
protagonismo de la City a pesar de la notoria pérdida de gravitación de la
economía británica dentro del sistema mundial. Como dice en su blog, “este rol permite, y requiere, que el Estado
británico opera al mismo tiempo fuera y dentro del montaje político y económico
europeo”. El sistema financiero británico es mundial, y tiene como fortaleza
mediar en las operaciones en dólares, y por eso “los intereses políticos y
económicos de Gran Bretaña no apoyan su membresía dentro de la zona euro”. Sin
embargo, “el Estado británico también necesita tener voz en el desarrollo de la
política europea para sostener su posición y el funcionamiento del sistema
financiero que ayudó a crear y del cual se beneficia”. Se entiende, operar como
“bróker” privilegiado en los flujos de capital que vinculan a las economías de
la UE y los EE. UU. es una parte importante de los negocios de la City.
Como sostiene Norfield en The City, “lo último que
querrían las grandes corporaciones del Reino Unido es dejar la UE, con el
riesgo de que sean afectadas las relaciones de comercio e inversión, y con
fuerte efecto colateral para los negocios de la City”. No sorprende entonces
que los medios británicos hayan salido a recordar en los últimos días que el
Brexit podría amenazar todas las relaciones que permiten a Gran Bretaña
sostener sus estatus imperialista.
Por supuesto, nada es definitivo, y aún ante esta amenaza,
siempre hay “otras avenidas de parasitismo para perseguir”, nos recuerda
Norfield. Aún en el caso del Brexit, el poder parasitario de las finanzas
británicas podría reconfigurarse, y The city sugiere varias alternativas por
las cuáles esta posibilidad podría discurrir, aunque probablemente con fuerte
impacto en las relaciones entre las grandes potencias, cambiando los
equilibrios existentes. Pero en ningún modo generando un efecto progresivo como
parecen esperar algunos impulsores
del Brexit desde la izquierda, o “Lexit”.
La UE sí o no, no es entonces la cuestión para los
trabajadores y sectores populares golpeados por las políticas de austeridad, y
para los que rechazamos toda la economía política al servicio del capital:
liberalización del comercio y los flujos de capitales, privatización, recorte
de impuestos en beneficio del empresariado y flexibilización y precarización de
la fuerza de trabajo, políticas por las que las abogan las instituciones de la
UE así como todos los gobiernos nacionales de los estados de la unión. Para la
clase trabajadora debemos recordar, como dijera Lenin, que el enemigo está en
casa.
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