◆ El Brexit podría dar lugar a una situación semejante a la caída de Lehman Brothers
Paula Bach
Aunque finalmente el Brexit
captó el voto mayoritario en el Reino Unido, aún falta correr mucha agua bajo
el puente. Los resultados inmediatos son conocidos: la libra esterlina se desmoronó tocando un mínimo desde 1985
–aunque la apuesta de Soros en 1992 la hizo caer de forma más pronunciada-, las
bolsas del mundo registraron un viernes negro y en algunos mercados –como los
monetarios o los de acciones bancarias europeas- los precios se movieron más dramáticamente
que durante el “crash salvaje” de 2008, según Financial Times.
Algo de esto –bastante predecible en caso de un resultado
favorable al “Leave”- habíamos anticipado en Petróleo,
deudas, Brexit... Los movimientos
descendentes continuaron el lunes y ayer las bolsas protagonizaron una toma de
ganancias. Es imaginable también que en los próximos días, semanas y quizás
meses, continúe una vasta agitación de los “mercados”. Y el problema es que
cuando hablamos de meses, la coyuntura empieza a mezclarse con el mediano y
largo plazo. Es cuando lo obvio y evidente le empieza a dar lugar a lo profundo
y más difícil de prever: ¿Qué escenario inaugura el Brexit? ¿En qué medida podría dar lugar a una situación semejante a
la caída de Lehman Brothers? La respuesta –quizá más que de costumbre- dista de
ser sencilla.
En primer lugar es necesario reconocer el terreno. El
escenario en el que tiene lugar el inicio del proceso de salida del Reino Unido
de la Unión Europea es netamente más dramático que aquel en el que se produjo
la crisis de 2007 en Estados Unidos y la posterior caída de Lehman a fines de
2008.
El “estancamiento secular” –como lo llaman los
neokeynesianos- o dicho de otro modo, un crecimiento débil recargado de
estímulos monetarios y tasas de interés históricamente bajas, tendencias
deflacionarias, muy baja
inversión y productividad estancada–a pesar de los grandes avances
tecnológicos- combinado con tensiones financieras constantes, es el formato que
adoptó la tenue recuperación pos crisis 2008/9 en los países centrales. Como
expresamos en anteriores
oportunidades, China –la contratendencia maestra de aquel entonces y pivote
“real” de los estímulos financieros en el centro- desarrolló ya suficientes
contradicciones internas y externas como para seguir cumpliendo en la
actualidad, un rol semejante. La amenaza de una segunda
temporada recesiva se desliza sobre la economía mundial.
Y la inclinación por el Brexit
con su carga xenofóbica es, como planteamos desde esta columna, parte
de la misma película. Junto con otros escenarios de polarización y crisis
de los regímenes políticos como el fenómeno Trump y su contrapartida –Sanders-
en Estados Unidos, Marine Le Pen y la oleada de huelgas y movilizaciones en
Francia, o el crecimiento del movimiento Cinco Estrellas italiano entre varios
otros, son consecuencia de ocho años en los que la Gran Recesión fue sucedida
por un largo período de estancamiento. Cuestión que empeoró sustantivamente las
ya deterioradas condiciones de existencia –en los “buenos” años neoliberales-
de amplias franjas obreras en los países centrales. Deslocalización productiva,
desindustrialización, crecimiento acelerado de la desigualdad, utilización
perversa de la inmigracióncomo mano de obra barata, son todos fenómenos que
se arrastraban desde las décadas precedentes. Sin embargo se amplificaron y sus
efectos alcanzaron un primer plano debido a la combinación del bajo crecimiento
y las grandes limitaciones del acceso al consumo a través del crédito que había
prevalecido como atenuante en décadas anteriores. Dicho de otro modo, todas
estas condiciones dieron por tierra con el “sueño americano” -entendido genéricamente-
en los países centrales.
Brexit ¿y después?
Para que comiencen a correr los dos años que –como mínimo-
insume la salida del Reino Unido de la Unión Europea y se negocien las
condiciones, el gobierno británico debe invocar el artículo 50 del Tratado de
Lisboa, es decir, debe declarar su intención de abandonar la Unión. A pesar de
la presión de la UE no está claro aún cuando se formalizará esta declaración y
el saliente Cameron habría expresado su intención de dejar la tarea en manos
del próximo gobierno que debería conformarse antes de octubre.
Menos claro por ahora es si como resultado de la negociación
el Reino Unido seguirá formando parte del mercado único europeo o si intentará
alcanzar un acuerdo de libre comercio. Permanecer en el mercado único –opción
por la que prenden velas los partidarios internos y externos del Remain- les
permitiría a los bancos con sede en Londres –en la City,
en particular- mantener el “pasaporte de la Unión Europea”, esto es continuar
operando en todo el mercado europeo sin restricciones. Una gran cantidad de entidades de todo el mundo como
Morgan Stanley, Bank of America, Nomura, Lloyds, Barclays, Citigroup entre
muchas otras, están instaladas en la City –en la que trabajan 300.000 personas-
por este motivo.
La gran contradicción es que mantener el “pasaporte”
implicaría aceptar las reglas de la UE, entre ellas el “libre movimiento de
personas” cuando la oposición a este último aspecto resultó el argumento
central del triunfo del Leave. Refiriéndose a los efectos del Brexit sobre la economía mundial, dice
un artículo de The
Economist que mucho depende del tipo de trato comercial que Gran Bretaña
pueda negociar con la Unión Europea y de cuán rápido lo haga. Si Gran Bretaña
lograra un acuerdo rápido sin demasiadas limitaciones en el acceso al mercado
común, las peores derivaciones para la economía mundial podrían no hacerse realidad,
señala. En principio, este escenario posible, no parecería el más probable en
la opinión de los “mercados”, según el semanario.
Pero tampoco puede descartarse una salida bastante más
retorcida. El editorialista de Financial Times, Gideon Rachman, recuerda que Boris Johnson -uno de los más
prominentes instigadores de la campaña por el Leave- nunca fue un acérrimo
“Leaver” y especula con que su objetivo principal habría sido convertirse en
Primer Ministro. Rachman recoge las palabras del ultraconservador Johnson
cuando hace unos meses decía “Sólo hay una manera de conseguir el cambio que
necesitamos y es votar por salir, porque toda la historia de la UE muestra que
sólo escuchan a un pueblo cuando dice no”. O sea, agregamos, una especie de
“golpear para negociar” “a la griega”
o mejor dicho “a la Tsipras” pero con bastante mayor poder de fuego. En la
visión de Rachman no puede descartarse una negociación en la cual la Unión
Europea le conceda al Reino Unido un “freno de emergencia” en materia de libre
circulación de personas tras lo cual se convoque un nuevo referéndum por el
Remain.
Es inútil desvincular esta posición de la campaña por la
permanencia a la que adhiere fervientemente Financial Times, en su carácter de
fiel representante del capital financiero, pero no deja de ser una variante
posible. Más allá de cual sea finalmente la negociación, la “apretada” de la UE
para apurar la salida tiene todo el aspecto de una contraofensiva sobre el
punto débil de la contraparte. Veremos.
Volviendo al territorio
Por supuesto, las consecuencias sobre la economía mundial
serán muy distintas según el tipo de solución que el asunto alcance. Pero la
rueda ya empezó a rodar y lo hace –como se expuso más arriba- sobre terreno
barroso. Es cierto que Gran Bretaña a pesar de ser la quinta economía mundial y
la segunda de la Unión Europea representa, como señala un artículo de The
Economist, el 3,9% de la producción internacional. No pueden por ello compararse
los efectos del proceso del Brexit
con las eventuales derivaciones de una conmoción similar, por caso, en Estados
Unidos o en China. Sin embargo, como también señala el semanario, el asunto
tiene lugar en el contexto de crecimiento lento en Estados Unidos y en el marco
de grandes preocupaciones sobre la capacidad de China para escapar de la sombra
de una montaña de deudas. Además y como también explica The Economist, la economía británica ocupa un lugar preponderante
en Europa, es un “consumidor confiable” y un gran centro de “ahorro” del
continente. Resulta lo suficientemente grande como para que una muy
probable recesión tenga efectos significativos sobre una debilitada
economía europea.
Pero por otra parte hay que tener en cuenta que Gran Bretaña
representa la
segunda plaza financiera del mundo -después de Estados Unidos- y sus
bancos resultan los más afectados en este proceso. Asunto que se torna
especialmente preocupante no sólo porque hablar de la cuestión bancaria en Gran
Bretaña es hablar de la banca internacional sino porque –vale la pena recordar-
los bancos personifican en la actualidad un eslabón particularmente débil de la
economía mundial como tratamos hace varios meses en Conmoción
bancaria y derrumbe petrolero: ¿qué hay detrás?. Es cierto que los “policy
makers” y sus banqueros centrales aprendieron mucho desde 2008, como
tranquiliza Gillian Tett desde Financial Times. Se trata de un bagaje
–agregamos- que se sumó a las “lecciones” recibidas en 1929 en una “escuela”
que duró hasta 1945… Pero también es cierto que al lado de las “finanzas” y las
medidas monetarias, discurre la economía real. Y que esa economía real -o para
decirlo más claro: alguna fuente extraordinaria de ganancias a la que puedan
migrar enormes masas de capital fabricadas de manera ficticia en la bolsa y en
las instituciones financieras- es condición necesaria para la eficacia relativa
de las políticas monetarias.
Esto es lo que -como expresamos en múltiples
oportunidades- empezó a fallar por razones que hablan del estado de la
“economía real”. Cuestión que redunda en que si las medidas monetarias
expansivas resultan imposibles de retirar, devienen a la vez una fuente de cada
vez mayor inestabilidad. De allí las intenciones fallidas de la Fed de retornar
a una “normalidad”
imposible. Y de allí también el territorio totalmente desconocido para la
teoría económica oficial de las “tasas de interés negativas” que empezaron a
explorar Japón, la Eurozona y que –un poco esquizofrénicamente- suele insinuar
Janet Yellen.
En este contexto las “lecciones aprendidas”, aunque no
desdeñables, tienen poco para decir sobre el futuro y el Brexit –dependiendo siempre de la evolución de los acontecimientos,
por supuesto- deviene una nueva fuente de alto riesgo.
La profecía
La devaluación de la libra esterlina tiene un efecto doble.
Por un lado crea, naturalmente, presiones recesivas internas y puede provocar
el desfinanciamiento de los grandes déficits corrientes británicos. Pero por
otra parte conlleva la notable potencialidad de provocar los efectos no
deseados de una eventual suba de las tasas de interés en Estados Unidos.
La devaluación de la libra genera salida de capitales del
Reino Unido y una incertidumbre creciente que estimula la afluencia de los
capitales internacionales hacia la plaza relativamente más segura: Estados
Unidos. Este mecanismo revalúa el dólar y por doble vía –monetaria y de
aversión al riesgo- arrastra a la baja el precio de las materias primas. Los
dos aspectos repercuten negativamente sobre los dos puntos más sólidos de la
economía “real” norteamericana: exportaciones
y petróleo. Como señala Jeff Madrick, en The
Nation, la valorización del dólar frente a la libra y el euro, suprime
exportaciones norteamericanas provocando recesión en Estados Unidos. Por su
parte el sector del shale oil y shale gas, constituye una fuente clave de
atracción de la debilitada inversión norteamericana y la caída de los precios
–lógicamente- contrae las ganancias y la inversión, como se observó durante
los meses en los que el petróleo acumuló su peor caída. La revaluación del
dólar asociada a una prolongada devaluación de la libra podría además tener
consecuencias en China alentando la salida de capitales que también provocaría
una devaluación del yuan y más presión sobre el dólar, empeorando a su vez la
situación de las exportaciones del resto de los competidores.
De modo que de continuar la devaluación de la libra, los efectos
que la Fed buscó evitar manteniendo las tasas de interés bajas,
podrían desarrollarse de todos modos. Pensando un escenario extremo, se
trataría del peor de todos: el riesgo financiero de tasas cero combinado con
todas las presiones de una suba de tasas.
Por supuesto que como un alza de tasas en este contexto
resulta impensable y que incluso una insinuación podría tener efectos muy poco
deseados, Janet Yellen guardará su
juego del doble mensaje al menos hasta que se tranquilicen las aguas
en el Canal de la Mancha.
La indefinición en que se encuentra el futuro del Brexit impide por ahora un pronóstico
más o menos acabado sobre como repercutirán efectivamente estos movimientos. De
todos modos puede arriesgarse que cuanto más engorrosa, extensa y lejana del
“Remain” resulte la resolución de la relación entre el Reino Unido y la UE, la
devaluación de la libra logrará impulsar con mayor violencia las tendencias
mencionadas. Por el contrario una solución más rápida y “conservadora” –de no
ocurrir ningún hecho catastrófico en el medio- podría “limitar los daños”. Los
precios del petróleo y la soja así como la dirección del flujo de capitales
–factores claves que influyen sobre la economía Argentina- reflejarán
seguramente gran parte de la dinámica de estas fuerzas en pugna.
http://www.laizquierdadiario.com/ |